domingo, 3 de abril de 2011

Tucídides y Libia

EL NACIONAL - Miércoles 30 de Marzo de 2011
ANÍBAL ROMERO
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E l término "guerra humanitaria" es tan incongruente como "postre salado", "amor amargo" y "viaje estático".

Son dos los problemas. Primero, la "guerra humanitaria" es un engaño, pues en política internacional todas las cuestiones éticas se vinculan al poder. Segundo, las "guerras humanitarias" no tienen límite, pues el mundo es, ha sido y siempre será imperfecto.

Decía Goethe: "Nadie nos engaña, nos engañamos a nosotros mismos". Al contrario de lo sostenido en reciente artículo por Moisés Naím, en el que comparó los millones de muertos reales en Auschwitz con los hipotéticos muertos de Bengasi, la principal crítica que se hace a Obama no tiene que ver con el hecho (certificado por su secretario de Defensa) de que Washington no posee intereses vitales en Libia. Lo que se cuestiona es la hipocresía de un Obama que dijo esto de Saddam Hussein: "Es un hombre cruel y brutal que asesina a su pueblo para asegurar su poder... Pero no constituye una amenaza directa e inminente a Estados Unidos o a sus vecinos... Por lo que me opongo a esta guerra (en Irak)".

¿Y Gadafi qué? ¿No estaba Gadafi colaborando con la CIA contra Al Queda? ¿No había entregado Gadafi sus armas químicas y biológicas a Washington luego de que vio a Saddam colgando de una soga? ¿No merecía Saddam ser derribado por "razones humanitarias"? ¿No eran acaso las masacres de Saddam concretas, a diferencia de la conjetural en Bengasi? Las guerras, afirmó Tucídides en su Historia de la guerra del Peloponeso, se hacen por miedo, interés u honor. Herodoto, Tucídides, Polibio y Plutarco se habrían sorprendido ante las "guerras humanitarias" y políticamente correctas de Obama, Sarkozy y Cameron, que cubren sus vergüenzas con la hoja de parra que proporciona la ONU. Lo peor es que sólo engañan a los que quieren engañarse a sí mismos, como los que hablan de Auschwitz en el contexto de la guerra civil en Libia.

¿Es Gadafi un tirano repulsivo? Sin duda. ¿Es preferible sacarle del poder? Quizás. ¿Vendrá algo mejor? Eso no lo sabemos. Y es fundamental precisar lo siguiente: la crisis del mundo árabe-islámico apenas empieza. Gadafi pertenece al pasado. Lo que ahora ocurre se debe en lo esencial a que casi todos esos países, colchas de retazos del viejo colonialismo europeo, son Estados fallidos, es decir, carecen de viabilidad socioeconómica y política y están naufragando bajo el peso de enormes masas empobrecidas, hambrientas y frustradas.

Libia tiene poca importancia y Gadafi todavía menos. Lo clave es el enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudita en torno al golfo Pérsico y su inmenso potencial estratégico. Ante el desafío que significa el más relevante conflicto geopolítico del mundo actual, Obama guarda silencio y procura congraciarse con los implacables ayatolás del Irán fundamentalista.

Frente al reto que se avecina en el Medio Oriente resulta patético responder con una política exterior de "guerras humanitarias". Se requiere un realismo político frío y calculador, basado en la máxima maquiavélica según la cual en política es preferible ser temido a ser amado. Washington no debe desgastarse tras la confusión generada por el ingenuo idealismo de una dirigencia extraviada e hipócrita. Se requiere una política que sólo vaya a la guerra por intereses bien calibrados, pero no por "razones humanitarias" que no son sino excusas con las que a nadie engañan, y en particular con las que no engañan a las masas árabes. No es la libertad lo que viene en el Medio Oriente sino tal vez la democracia anárquica, o algo peor. Hay que estar preparados y dejarse de hipocresías.


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