domingo, 3 de abril de 2011

"Los centros de producción confiscados están en la ruina"

"En 1998 importamos 1.700 millones de dólares en alimentos. En el 2008 la cifra llegó a 7 mil 500"

Hiram Gaviria dice que la oferta de diálogo sobre el tema agrario que le hizo el Presidente se quedó en un simple saludo a la bandera (Vicente Correale)


ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
domingo 3 de abril de 2011

El domingo 3 de octubre del año pasado, hace exactamente seis meses, Hugo Chávez anunció la toma forzosa de Agroisleña. A los dos días se presentaban en las oficinas de Cagua, casa matriz de la empresa, fuerzas militares y policiales, bajo el mando del general Cliver Alcalá Cordones, para confiscar, como lo dice el diputado Hiram Gaviria, "52 años de esfuerzo empresarial y tres mil empleos directos, afectando a 18 mil clientes (agricultores)".

Para Gaviria, incansable viajero de nuestra geografía agropecuaria y ex ministro de Agricultura, la toma de Agroisleña constituye un hito en la parálisis general que vive el campo venezolano: "Agroisleña era el principal soportes de la agricultura nacional, proveedor de semillas, agroquímicos, maquinarias, asistencia técnica y crediticia, así como el comprador de las cosechas".

Cuenta Gaviria que "ese fatídico martes 5 de octubre aquellas huestes se lo llevaron todo. Las camionetas de los gerentes, cerca de 40 millones de bolívares fuertes y todo el inventario de agroquímicos y maquinaria".

-Más allá de los posibles desmanes, ¿ha podido Agropatria, cumplir las funciones que asumía Agroisleña?

-Está claro que no. Los inventarios se han reducido a su mínima expresión. No se le ha pagado al personal sus prestaciones sociales y se mantienen deudas con bancos y otros proveedores. Para aquel 5 de octubre las obligaciones ascendían a mil 600 millones de bolívares fuertes y uno se pregunta a donde fueron a parar los activos de Agroisleña.

-¿Cómo se han desenvueltos los productores sin la asistencia de Agroisleña?

-Yo vengo de una gira por el páramo andino (Timotes, Tuñame, Chachopo, Piñango, Mucuchíes y San Rafael) y la queja de los agricultores es que no hay semillas ni agroquímicos.

-Sin embargo, la agencia de noticias estatal informa que Agropatria entregó 725 sacos de semillas a los productores trujillanos de papa.

-Esa es una queja de los productores de papa de Mérida, el mayor productor del país junto con Táchira, Lara, Carabobo y Aragua. Los productores de estas regiones han manifestado su preocupación por la escasez de semillas y, sobre todo, por su baja calidad, lo cual ha incidido en la disminución de la producción.

-¿Cuál es la situación en otros rubros?

-Ocurre algo similar con las verduras y hortalizas. Este año tendremos un descenso productivo en el páramo andino, en los valles de Quíbor y de Mocotíes, en el centro del país y en zonas como Barbacoas y El Sombrero. Pero la preocupación es mayor por la cosecha de invierno. Con la llegada de las lluvias comienza la siembra de maíz, arroz y sorgo, el evento agrícola más importante del país. El problema es que a estas alturas Agropatria no le ha dado respuesta a los productores de cereales, como en su momento lo hacía Agroisleña. Y eso nos hace temer un descenso en la producción.

-¿Cuál es la situación con otros medios de producción confiscados?

-Hay casos como los de Café Madrid, El Peñón y Fama de América, que llegaron a producir más de un millón de kilogramos mensuales y hoy no pasan del 15% de esa cantidad. En Machiques la planta Parmalat llegó a recibir 300 mil litros de leche y hoy sólo acoge 40 mil. Incluso, se ha anunciado que traerán leche líquida de Colombia para abastecer plantas procesadoras y pasteurizadoras como esa. Las tomas forzosas iniciadas en el 2005 con los hatos zamoranos y luego con la segunda modificación a la ley de Tierras, han traído la ruina a los centros de producción que afectan el abastecimiento nacional.

-¿No genera eso un efecto cascada en la actividad económica?

-Se afecta la vida económica de pueblos y ciudades porque cuando producimos menos café en Biscucuy (Portuguesa), Guárico (Lara), Santa Cruz de Mora (Mérida) o Rubio (Táchira), disminuye la actividad comercial. Lo mismo ha ocurrido en el sur del lago de Maracaibo luego de la arremetida del 17 de diciembre del año pasado contra unidades de producción en plena actividad. Como consecuencia la vida económica languidece en poblaciones como El Vigía (Mérida), La Fría, Colón y Coloncito (Táchira), así como en Encontrados (Zulia).

-Si Venezuela siempre ha sido un importador de alimentos porque históricamente producía muy poco, ¿cómo se explica que haya bajado una producción que ya de por sí era exigua?

-En el pasado se importó. Al convertirnos en país petrolero descuidamos la agricultura , desoímos a Alberto Adriani y a Arturo Uslar Pietri, quienes predicaban la siembra del petróleo. Nuestro campos fueron abandonado y así el país agro-exportador (café, cacao, añil, carne, cuero), pasó a ser país importador. La crisis de la agricultura no comienza en 1999. Ya había un deterioro que ahora se ha acentuado. Para 1998 importábamos mil 700 millones de dólares en alimentos y materias primas (cifras del BCV), el 10% de las importaciones totales. Diez años después trajimos en alimentos y materia prima más de 7 mil 500 millones de dólares, un 17% de las importaciones totales que fueron de 44 mil millones de dólares.El Gobierno colocó en el exterior la despensa de los venezolanos.

-Ahora los ingresos por renta petrolera son de 60 mil millones, de manera que el Gobierno puede darse el lujo de importar lo que se deja de producir, más allá de los efectos económicos generados por la parálisis de la producción.

-No, porque cada día son mayores los volúmenes que debemos traer del exterior. Además, si los precios del petróleo suben, ocurre lo mismo con los precios de la leche, hoy por hoy sobre los 4 mil dólares la tonelada, cuando hace 18 meses se situaban en 2 mil.. El maíz está en 360 dólares la tonelada, mientras hace 18 meses costaba 180. Lo mismos ocurre con el azúcar, la margarina, el aceite. Todo eso se traduce en un aumento de la inflación en alimentos. Entre el 2001 y el 2010, (salvo el 2009) el precio de los alimentos creció a un ritmo mayor que el precio del calzado, la vivienda y el transporte.

-¿No es un fenómeno mundial el aumento en los precios de los alimentos?

-Para nada. La inflación es un fenómeno criollo y ya sabemos que Venezuela tiene la cifra de inflación más alta del continente. El año pasado la inflación en general fue de 27.2%, mientras que la de alimentos se colocó en 34.7%. En el 2011 la tendencia es similar y eso afecta el bolsillo de los venezolanos y en particular el de lo más pobres. Estos últimos son quienes destinan una parte mayor de sus ingresos a la alimentación. A eso debe añadirse la escasez de todo tipo de productos. Carne, leche, azúcar, aceite vegetales, el pan. Consecuencia, todo esto, del proceso confiscatorio.

-Esa situación, que no es estática, ¿a dónde va a parar?

-El problema se va a agudizar porque no hay disposición en el Gobierno de reconocer la realidad. El 15 de enero, en su mensaje a la nación, el presidente habló de un país con una agricultura floreciente y eso no se corresponde con la situación en el campo venezolano. El primer paso para buscar correctivos sería reconocer la realidad y luego llamar al diálogos a los productores reales, a los procesadores agroindustriales, a los distribuidores de insumos, a la banca. Generar un gran diálogo para garantizar la seguridad alimentaria, consagrada en el artículo 305 de la Constitución. De manera que estos fenómenos de la escasez tienden a agravarse y por mucho que suba el petróleo, cerca de los 100 dólares la cesta venezolana, no hay país en el mundo, ni siquiera EEUU, Japón o los europeos, que pueda abastecer su despensa con base en las importaciones. Entonces el panorama no es promisorio ni para el consumidor, el productor o los venezolanos de la provincia que viven alrededor de la producción agrícola.

-En su discurso del 15 de enero el presidente se dirigió a ti a propósito de la situación en el campo.

-Lo hizo en dos o tres ocasiones. Me hizo una invitación para que fuera a La Marqueseña a ver los progresos que se han venido registrando. También dijo que quería hablar conmigo de agricultura y de política. De manera que el país llegó a pensar que había una real voluntad de diálogo. Luego yo le envié un mensaje al presidente expresándole que como productor agropecuario, dirigente gremial que fui y como mediano conocedor de la materia, aceptaba su invitación al diálogo. Pero hasta ahora esa invitación ha quedado en un saludo a la bandera.

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