En definitiva, la estrategia de fondo de Hugo Chávez es dejar al país sin aliento. Debilitarlo hasta tal punto que pierda la capacidad de resistírsele y de derrotarlo. Chuparle energía, para poder ejercer su poder omnímodo sobre ese cuerpo exánime. Dejarlo tan sin ánimo, que no tenga siquiera suficiente vida para morir, como dijo alguna vez algún filósofo, hablando de un moribundo.
Para ello lo somete a todo tipo de golpes y señuelos. Observemos la más reciente combinación. Ley de Arrendamientos, reforma de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, decisión sobre la instrucción militar por parte de las milicias en todos los institutos educativos del país. Con una medida halaga necesidades populares, con la otra desorganiza a la Fuerza Armada, con la tercera angustia e indigna el país, que no deja de pensar en las tres juntas. En términos boxísticos, golpe a la línea media, luego arriba, luego a las costillas.
Trapos rojos
Lo que en la opinión pública se ha hecho costumbre llamar los "trapos rojos", las "cortinas de humo" que se la pasa Chávez agitando o tirando, vienen a ser instrumentos de cansancio. Su tarea verdadera no es, como sugiere la imagen mencionada, distraer de lo que llaman "los verdaderos problemas del país", pues normalmente el supuesto trapo rojo también se refiere a un verdadero problema del país. La tarea verdadera es fatigar, agotar, perforar la voluntad de lucha.
Pero el efecto ha sido el contrario. Tanto zarandear al país con arbitrariedades y disparates de todas las escalas y materias, tanto darle en la cara bofetadas para demostrarle su impotencia y escupirle que está indefenso, sin leyes ni jueces ni instituciones que defiendan, protejan, castiguen, ha tenido el efecto contrario al que buscaba. Se pensaba que ese cuerpo maltratado terminaría por rendirse. Pero no ha sido así. Lo que ha ocurrido es que la voluntad de luchar y triunfar ha pasado a ser un elemento constante de la psicología nacional. Un reflejo a prueba de todo. Es como una turbina que no deja de resonar sordamente. Siempre está prendida, entre otras cosas precisamente porque Chávez no le da descanso. Lo único seguro que existe hoy en día en Venezuela es que no hay nada negativo que Chávez haga que el país tolere en silencio.
El país no deja de reaccionar nunca. Ya es una rutina. A veces lo hacen unos sectores, a veces otros. En ocasiones se reacciona indignadamente, otras con más serenidad, o de una y otra forma a la vez, unos de una manera, otros de otra. Incluso se produce el reproche de los más indignados o sonoros hacia los que lo son menos, cuando la verdad es que todas las formas juegan su papel.
Esto ha llegado a ser tan así que a veces parece que lo que cunde es el conformismo. El rechazo hecho costumbre pierde su dramatismo y se convierte en un dato de la vida cotidiana. De ahí que las explosiones de indignación tienden a ser pasajeras y son reemplazadas por una búsqueda menos ruidosa. Esa rebeldía más tranquila es la más temible de todas.
El país que no acepta lo que Chávez significa no deja de "josear", como se dice en beisbol. Busca y busca como un topo la salida, la fórmula que le permita derrotar a este intento de aplastar a la nación.
Caminos
Se van logrando cosas, se van encontrando caminos, se van descubriendo acciones exitosas. Se logra una votación mayoritaria en las elecciones de septiembre, producto de un trabajo lento, arduo, difícil. Se da con un mecanismo de presión ante la que el gobierno tiene que retroceder, como la que han puesto en práctica los estudiantes. Se encuentra la energía para amenazar con movilizaciones masivas, como la que obligó al gobierno a claudicar en el caso de Rubén González.
Es en ese estado de rebeldía estable, constante, hecho vida cotidiana, normalizado, que se plantea el gran desafío de las elecciones presidenciales. Sobre esa base se teje el accionar político dirigido a obtener la victoria democrática. Los políticos de oficio entran a ejercer su especialidad, bajo la mirada crítica, impaciente, de la colectividad que bulle, a la cual es imperativo responder de alguna manera. Es el conjunto de tira y afloja, de críticas y opiniones, que vemos diariamente en los medios de comunicación.
Pero a ese cuerpo social al que Chávez quisiera ver casi sin vida, le llegan diariamente grandes cantidades de tranquila energía, insufladas en buena parte por la incansable ofensa que desde las alturas se le inflige al sentido de su propia dignidad.
jueves, 7 de abril de 2011
La vida de la rebeldía
DIEGO BAUTISTA URBANEJA |
jueves 7 de abril de 2011
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