El Mercosur y su prematuro agotamiento
(Editorial de Correo del Sur, Bolivia Agosto 1, 2014)
La crisis de Mercosur obliga a elegir entre seguir tras los pasos de Venezuela y Argentina o, como todos los demás, abandonar la demagogia populista
La reciente cumbre del Mercosur, que tuvo lugar en Caracas, ha confirmado una tendencia hacia el prematuro agotamiento de ese proyecto de integración de las economías sudamericanas que cuando nació parecía destinado a una suerte mejor.
En efecto, a juzgar por la falta de decisiones prácticas encaminadas a evitar lo que ya tiene todo el aspecto de un fracaso y por la abundancia de grandilocuentes declaraciones inspiradas en la estéril ya desgastada retórica populista que durante los últimos años tanto influyó en la región, se diría que el Mercosur está siguiendo los pasos de Argentina y Venezuela, dos de sus más influyentes miembros.
La demora de más de seis meses con que Nicolás Maduro entregó la presidencia rotativa a Cristina Kirchner, precisamente cuando ambos mandatarios asisten perplejos al desmoronamiento económico de sus respectivos países, tiene en ese contexto una carga simbólica muy importante. Es toda una muestra de lo descarriada que está esa agrupación de países y las pocas fuerzas que les quedan a sus miembros para intentar una revitalización.
Las debilidades del Mercosur se hacen más notorias aún por contraste con los éxitos que rápidamente va acumulando la Alianza del Pacífico, proyecto que, con motivo o sin él, fue visto por los miembros del Mercosur como un rival al que habría que superar no sólo en términos económicos, sino también políticos. La debacle económica de Venezuela y Argentina son la más elocuente síntesis del resultado de esa confrontación de fórmulas.
El desencanto que tal situación produce no se ha dejado esperar. Ya Ecuador ha dado la espalda a esa vía al alinearse tras Colombia y Perú en la firma de un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Simultáneamente, Brasil, al reforzar sus vínculos con sus socios del grupo Brics y al acelerar las negociaciones para liberalizar su comercio con los países de la Alianza del Pacífico, ha dado claras señales de que no está dispuesto a esperar indefinidamente que sus vecinos populistas comiencen a dar alguna muestra de seriedad.
Como si eso fuera poco, Brasil, independientemente de quién gane las próximas elecciones, está decidido a dar máxima prioridad a la negociación de un acuerdo comercial con Europa. Uruguay, por su parte, ha despejado ya cualquier duda sobre su decisión de seguir por el mismo camino, mientras Paraguay ya no disimula su disconformidad con el estado actual del Mercosur. Todos ellos ven con interés cada vez mayor a la Alianza del Pacífico y ninguno está dispuesto a ser arrastrado por Argentina y Venezuela en su camino hacia el abismo.
En tales circunstancias, Bolivia está ante la ineludible necesidad de elegir el rumbo a seguir. A un lado está la fórmula que tuvo en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, el Banco del Sur, el Sucre, entre otros, proyectos fallidos con sus principales expresiones, en el Mercosur una de sus víctimas y en el colapso de Argentina y Venezuela sus principales resultados. Al otro, está la reconciliación con la racionalidad económica y con la moderación política.
Ahora que estamos en época de elecciones, bueno sería que este tema reciba de los candidatos la atención que merece.
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