sábado, 2 de agosto de 2014

Decadencia del régimen


Sadio Garavini di Turno

El chavismo es un sistema político híbrido que la ciencia política contemporánea podría calificar como un autoritarismo  competitivo con vocación totalitaria de raíz ideológica marxista leninista. En una primera etapa, se trataba de un neoautoritarismo caudillista, que combinaba  ambiguamente la aceptación retórica de los valores y reglas de la democracia, el mantenimiento formal y, en buena parte aparente,  de las instituciones del Estado de derecho y un menguante  respeto por unas limitadas libertades civiles y políticas, con prácticas claramente autoritarias. La fortaleza del gobierno se sustentó sobre el carisma del comandante; el abultado y sostenido precio del petróleo, que permitió un populismo distributivo, económicamente ineficiente e insostenible a largo plazo, pero políticamente eficaz, a corto plazo; y  la carencia de una alternativa creíble en la oposición. A partir del 2006, se ha acentuado la vocación totalitaria del régimen a través de una masiva intervención del Estado en la economía. No hay todavía una estatización total, como en  Cuba, sin embargo en los últimos años se ha ampliado enormemente el control estatal de los medios de producción, empezando por la energía eléctrica, las comunicaciones, la minería, la industria del cemento y más recientemente buena parte de la industria agroalimentaria. El objetivo político-económico evidente es debilitar y limitar al sector privado y aumentar considerablemente los sectores de la población dependientes directamente del Estado. El proceso también creó su propia burguesía, generalmente ligada a la construcción y el comercio importador. El todo condimentado con una retórica de clara estirpe comunista. La otra característica totalitaria que se está acentuando considerablemente es el militarismo. La progresiva militarización de la sociedad y el Estado es uno de los objetivos fundamentales del gobierno chavista. La Fuerza Armada dejó de ser apolítica, obediente y no deliberante y padecen un constante adoctrinamiento ideológico-político.
En el 2014 ha habido un  acelerado debilitamiento del apoyo popular al régimen.  El despilfarro, la ineficiencia, la corrupción, la incapacidad y sobretodo la ceguera ideológica del régimen ha producido una creciente crisis socioeconómica. El gobierno ha optado por el aumento de la represión, la criminalización de la oposición, a través del terrorismo judicial y la “presión” sobre los medios de comunicación. El nerviosismo y las diferencias entre los dirigentes del proceso ha creado las condiciones para acciones inconcebibles en cualquier país civilizado, como la agresión por parte de militares en contra de presos políticos en sus propias celdas. En vida del difunto caudillo había unidad de mando y poder decisión, ahora en el  “Directorio Cívico-Militar” de la “revolución” sólo hay poder de veto, lo que impide las decisiones necesarias para  enfrentar eficaz y oportunamente  la crisis económica. Vendrán medidas parciales y tardías sin la coherencia requerida, verdaderos “paños calientes”, que quizás sólo servirán  para atenuar el ritmo del progresivo e indetenible deterioro de la calidad de vida de los venezolanos. Según la dialéctica hegeliana muchos cambios cuantitativos terminan creando las condiciones para el inevitable cambio cualitativo. El cambio viene … con dolor.

A pesar de las diferencias tácticas y personales, la alternativa democrática está hoy en mejores condiciones que durante la vida del caudillo. La Unidad es indispensable, fuera de la Unidad sólo hay suicidio político, fracaso, traición y estupidez.

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