ELIAS PINO ITURRIETA
No hay duda de la necesidad de
participar en las elecciones parlamentarias. No solo porque forman parte
de las rutinas más caras de la democracia representativa, conducentes a
la alternabilidad, sino porque pueden convertirse en un triunfo de la
oposición. La posibilidad de que la AN deje de ser un sumiso cuartel ya
es motivo suficiente para convocar a los votantes, debido a que pueden
promover el comienzo de un equilibrio de poderes desaparecido del mapa.
De la torpeza, la incompetencia y la mala fe de la “revolución” se
deduce la catástrofe de los candidatos del oficialismo, contra quienes
conspiran las carestías cada vez mayores que sufre la población, la
falta de iniciativa de los burócratas para superarlas, la inconsistencia
del pensamiento reinante en las alturas y el conocimiento cada vez
mayor de los escándalos de corrupción protagonizados por la
nomenklatura. Nunca tan pocos habían martirizado a muchos durante tanto
tiempo, razón suficiente para utilizar el chance que se va a tener de
darles una lección contundente.
¿Se
puede desaprovechar una ocasión que parece como mandada a hacer para los
descontentos y para los líderes de la MUD? No, desde luego. El comienzo
de este artículo remacha verdades de Perogrullo debido a que, en un
estado redondo de sinrazón, hay gentes que consideran como
colaboracionismo con el régimen el proyecto de participar en las
parlamentarias y trabajar por ellas, como si existiera otra forma más
accesible y práctica de hacer política en la actualidad, y de alzarse
con una victoria capaz de reflejar cómo ha cambiado el entendimiento de
la vida pública después de los estragos de los últimos lustros. Puerta
para las ejecutorias futuras de la democracia y advertencia fulminante
para el mal gobierno que pretende eternizarse, eso pueden ser las
parlamentarias. En consecuencia, el problema no radica en estar o no
estar presente en los trabajos para la renovación del Parlamento,
discusión bizantina que solo pueden promover los portavoces de un
fundamentalismo estéril, sino en la manera de llevarlas a cabo. Aquí sí
hay tela de sobra para cortar.
Hasta
ahora, la actividad de los candidatos o precandidatos de la oposición
se ha limitado a pasearse con banderitas, a corear consignas alegres y a
saludar con amabilidad a los transeúntes. También han hecho promesas,
no faltaba más, pero no parece ser ese el tono que debe predominar, ni
el método adecuado para enfrentar a un adversario que seguramente no se
sienta amenazado por unas inocentes correrías. Campañas como las de
antes no sirven para la derrota del monstruo de la actualidad. Ofertas
como las antiguas no se ajustan a la realidad que experimenta una
sociedad burlada y despreciada. El desafío aconseja que las conductas
excesivamente corteses se queden en las páginas del manual de urbanidad y
buenas maneras. No solo porque ocultan la situación concreta que se
vive (lo cual se convierte en un engaño para los votantes), sino también
porque no parecen advertir el peligro de las afilados colmillos del
chavismo. Una campaña “tipo tranquilo” olvida lo fundamental: la
obligación de medir con precisión la estatura de la autocracia que se
debe terminar, la denuncia de lo que de veras ha significado un régimen
que debe desaparecer para bien de la población y el cuidado frente a las
artimañas de un enemigo inescrupuloso. Ir más allá de la minucia y del
coqueteo trivial, en suma, como reclama una colectividad colocada en el
despeñadero por una administración oprobiosa que no se sentirá
concernida, ni turbada, si la oposición se limita a jingles y besitos.
Quizá tampoco los votantes, por cierto.
Si
a estas alturas el CNE no se ha dignado a decirnos con precisión cuándo
votaremos, los candidatos de la oposición no pueden seguir con esta
especie de verbena banal que conduce a pensar que de veras viviremos una
nueva jornada democrática cuando la señorita Lucena nos conceda el
permiso, si está de ganas. Hay que torcerle el brazo ya, mientras se
reforma la ruta que pueda conceder real trascendencia a unas elecciones
fundamentales. A la oportunidad la pintan calva, si se utiliza para
buscar una meta que no solo consiste en hacer una medio mudanza en la
AN.
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