TRINO MARQUEZ
Ser empresario independiente en
la Venezuela roja se ha convertido en una actividad de alto riesgo. Tiene el
mismo peligro que ser reportero de guerra o periodista en una satrapía. El
empresario es culpable de antemano de cualquier delito que se le acuse. Ya la
expresión “cerdo explotador”, tan socorrida por los marxistas, resulta un
insulto infantil. Los cartuchos que se les lanzan son de mayor calibre. El
empresario es un vende patria, un conspirador o un agente enemigo que debe ser
destruido. Al empresariado se le cobra su participación protagónica en los
sucesos de abril de 2002 y en el paro de finales de 2002 y comienzos de 2003.
El comandante juró vengarse de ellos e inició una cruzada para destruirlos. Su
heredero ha continuado la labor de demolición. Las consecuencias de este
derrumbe estamos padeciéndolas. Antes, sus efectos letales podían esconderse
con importaciones masivas. Se aniquilaba a los hombres de empresa nacionales,
aunque se fortalecía a los foráneos. Al menguar los dólares la ruina no tiene
máscara que la recubra.
Entre las
razones básicas que han producido la inflación, la escasez y el
desabastecimiento, se encuentra el persistente acoso por parte del régimen de
la empresa privada desde hace más de una década, así como los rígidos controles
de cambio y de precios. En su conjunto estos factores, además de la severa
legislación, han conducido al cierre de muchos miles de empresas y al
desestimulo de la creación de empleos productivos y la inversión nacional y
foránea, al punto de ser Venezuela, junto a Haití, el país que registra la
menor inversión del continente.
Los
gobiernos de Chávez y Maduro han perseguido y encarcelado a numerosos
empresarios, violando el Estado de Derecho. A los dirigentes de Fedecamaras y
Conindustria, entre otros gremios, se les amenaza continuamente con
expropiaciones y confiscaciones, o se les empuja para que se marchen del país.
Contra el eficiente y comprometido grupo de Empresas Polar se ha desatado una
campaña de intimidación que lleva a pensar que el Gobierno ha pensado
seriamente en su intervención. Los ejemplos de Agroisleña, Lácteos los Andes y
Café Fama de América, antes empresas altamente rentables y hoy quebradas, representan
una muestra de lo que ocurriría. La toma de Polar sería una catástrofe
nacional.
La excusa
utilizada en toda esta criminal maniobra es la existencia de una quimérica
“guerra económica” cuyas armas serían el sabotaje, el acaparamiento y la
especulación, impulsadas por el sector productivo. Esta es una falacia que no
resiste el menor análisis. Numerosos bienes que no se consiguen en los
anaqueles y cuyos precios se han disparado en los mercados paralelos, debido a
su escasez, son producidos por fábricas pertenecientes al Gobierno, ya sea
porque las expropió o las confiscó. En manos del sector público esas factorías,
antes eficientes, pasaron a arrojar pérdidas y a producir en muy baja escala.
Las cabillas y el cemento son dos ejemplos, entre muchos otros, que ilustran el
desmadre. La energía eléctrica falla de forma permanente en todo el territorio
nacional, a pesar de que su generación, trasmisión y distribución es monopolio del
Estado. Los únicos que se han beneficiado de esta prerrogativa son los
bolichicos. La Electricidad de Caracas era una empresa privada que funcionaba
con eficiencia y transparencia.
Es
necesario solidarizarse con los empresarios cuyos derechos han sido amputados por
un Gobierno que busca la venganza aunque esta provoque la destrucción nacional.
La empresa privada resulta fundamental para reconstruir la economía nacional y
generar empleos decentes, estables y bien remunerados. Sin su aporte el país
seguirá hundido en la crisis que estamos padeciendo, cuyas peores víctimas son
las familias más pobres, obligadas a soportar interminables colas para conseguir
bienes de primera necesidad y forzadas a pagar el costo de la inflación
incontenible, consecuencia de los controles, la incompetencia, el cerco a la
propiedad privada y la corrupción.
La
proclama de guerra a muerte dictada contra los empresarios los está diezmando
y, de paso, arrasa a toda Venezuela.
@trinomarquezc
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