Mientras el presidente se
dirigía a Moscú en un viaje tan innecesario como extemporáneo, un país
despedazado se quedaba haciendo colas para conseguir lo esencial,
rebuscándosela para que le alcance la guita, encerrado en sus casas o en
sus trabajos para salvaguardad su integridad o penando en los
hospitales por falta de medicamentos para sus enfermos.
No
es que el gobierno no se percata de las penurias de los ciudadanos. Es
que de cara al mundo exterior suena bastante más épico adherirse a una
causa tan ajena como la conmemoración de los 70 años de la Gran Guerra
Patria de los rusos, que proclamar que la revolución bolivariana está
allí para asegurarles un mejor nivel de vida a sus compatriotas. La
realidad es que mientras Maduro pasea, sus compatriotas estamos muriendo
de mengua.
El
gobierno nunca ha tenido claro el foco de su gestión. La administración
de los recursos ha sido desastrosa, sin mencionar la manera como la
malversación de fondos públicos y los negociados turbios han sido la
regla. Mientras la situación interna se agrava en lo social y en lo
económico, la única arma de la que echa mano consiste en intentar por
todos los medios propagandísticos posibles modificar la percepción del
ciudadano sobre el origen real de su propia desgracia personal y
colectiva. Lo corriente es negar la existencia de nuestras terribles
carencias y estrecheces y, frente a la terca verdad del destrozo del
país, endosarle la culpa a otros: la oposición parasitaria, el
liberalismo esclavizante, el oprobioso e inmoral gobierno americano. No
cabe, en su caso, un juicioso “mea culpa”, ni mucho menos un propósito
de enmienda.
Su
viaje a Rusia rodeado del mayor oropel y de un numeroso séquito de
aprovechadores es otro desenfocado traspié. En lugar de armar un plan
coherente para combatir los elementos que han determinado el descalabro
entero de un país petrolero y rico, lo que Maduro encuentra propio
hacer, en esta desgraciada hora es pontificar en Rusia sobre la lucha
que libra la revolución bolivariana en contra del neofascismo y
neocolonialismo de manera intentar hermanarse con Moscú de cara a la
humanidad. ¡Menudo desenfoque!
Todos
ellos no son más que conceptos irrelevantes y huecos para el
venezolano, temas plagados de indiferencia ante la dura realidad que nos
atañe hoy. No puede ser importante para ninguno de nuestros hermanos de esta tierra patria la
conmemoración de ningún hecho histórico ajeno, por trascendente que lo
consideren los jerarcas del gobierno. Lo que es protuberante es nuestra
macabra realidad, la dura búsqueda de una brizna de calidad de vida y el
desesperado anhelo de labrarles la esperanza de un mejor futuro a
nuestros hijos. Todo esto deja frío al gobierno de Nicolás Maduro. La
palmaria verdad es el sitio marginal que la vida de los pobres en
Venezuela ocupa dentro de las prioridades políticas de quien ejerce la
conducción de un país quebrado y con todas sus heridas abiertas.
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