CARLOS RAUL HERNANDEZ
La mejor votación
relativa lograda por la alternativa democrática en esta etapa, fue en
2010 con las tarjetas de los partidos: 51% vs. 49% el gobierno. Y la peor votación
relativa, en las regionales de 2012: Gobierno 56% vs. 44% tarjeta única
de oposición. Las fuerzas de cambio tienen de nuevo en las manos el
asunto de la tarjeta única, una idea agradable, carismática,
-pese a las evidencias-, que cuenta adherentes en sectores muy reducidos
del electorado. Muchos de sus partidarios la creen piedra de toque,
mientras que en otros es un prejuicio antipolítico para opacar,
asordinar, disminuir a los partidos. Errores conceptuales acumulados en
estos años de revolución hacen que ciertos grupos asocien la actividad
de empresarios y políticos con egoísmo, especulación, corrupción,
intereses turbios y particulares y no con sus grandes aportes a la
sociedad abierta, próspera y democrática.
Por supuesto que empresarios y políticos cometen acciones censurables (tanto como cualquier ser humano) pero cuando se les declara enemigos de la patria, se intenta extinguirlos, como hicieron las revoluciones, incluida la venezolana, las primeras bajas son la libertad y el bienestar. Hasta la Iglesia estremeció al mundo con la comisión de tristes hechos pero eso no puede conducir a cuestionar su importancia esencial. Es necesario un debate racional, sin aristas -como deben ser las lidias democráticas- sobre las virtudes y defectos de la tarjeta única, para seguir profundizando Unidad y diversidad, recuperar en serio el derecho a disentir y no solo como saludo a la bandera. Hay grandes posibilidades de triunfo en las parlamentarias pero también problemas. Además del abstencionismo, aparece una nueva corriente anti-MUD, ahora con el impulso de conocidos líderes del puntofijismo.
Decisiones geniales
Ellos lanzarían candidatos, lo que puede restar posibilidades de hacer mayoría opositora. Los argumentos sobre las virtudes de la tarjeta única, especialmente los resultados, son frágiles. En ninguna elección conocida ha habido cosa semejante, salvo aquí, y cuando se cita el referéndum chileno como pretendido ejemplo, se deja de lado que todos los referenda son SI o NO, es decir, no hay tarjeta. Hoy aprobarla sería más grave que ayer, porque según la ley, los partidos perderían su existencia legal, y el gobierno impedirá con todas sus fuerzas que vuelvan a legalizarse. Las direcciones nacionales de los partidos democráticos podrían quedar marcadas por abrir la espita de su propia desaparición, y no es pertinente el cálculo de que una eventual mayoría que se instale meses después va a impedirlo. Después de la elección hay un período de vigencia de la actual Asamblea durante el que arremeterán y lo responsable es prepararse para eso.
Maduro y Cabello deben estar frotándose las manos, igual que cuando el retiro de candidaturas en 2005, cosa que en su momento también se aplaudió como una decisión providencial. En vez de entender el significado del triunfo de 2010, misteriosamente se aprobó después la única, con lo que se obtuvo en 2012 mencionada la peor votación en las elecciones de gobernadores y otra desplumada en las municipales de 2013. Así quedaron en entredicho las maravillas atribuidas a la única: que facilitaba el voto al elector, "que la gente no votaba por partidos", que muchos se confundirían por la variedad, etc. Que los partidos concurran con sus tarjetas es la mejor vacuna contra los mordiscos de una tercera vía, porque lo que la justifica es que haya dos bloques cerrados. Si hay una alianza multicolor, la eventual tarjeta y la razón de ser de la tercera vía quedarán diluidas como una más.
Por supuesto que empresarios y políticos cometen acciones censurables (tanto como cualquier ser humano) pero cuando se les declara enemigos de la patria, se intenta extinguirlos, como hicieron las revoluciones, incluida la venezolana, las primeras bajas son la libertad y el bienestar. Hasta la Iglesia estremeció al mundo con la comisión de tristes hechos pero eso no puede conducir a cuestionar su importancia esencial. Es necesario un debate racional, sin aristas -como deben ser las lidias democráticas- sobre las virtudes y defectos de la tarjeta única, para seguir profundizando Unidad y diversidad, recuperar en serio el derecho a disentir y no solo como saludo a la bandera. Hay grandes posibilidades de triunfo en las parlamentarias pero también problemas. Además del abstencionismo, aparece una nueva corriente anti-MUD, ahora con el impulso de conocidos líderes del puntofijismo.
Decisiones geniales
Ellos lanzarían candidatos, lo que puede restar posibilidades de hacer mayoría opositora. Los argumentos sobre las virtudes de la tarjeta única, especialmente los resultados, son frágiles. En ninguna elección conocida ha habido cosa semejante, salvo aquí, y cuando se cita el referéndum chileno como pretendido ejemplo, se deja de lado que todos los referenda son SI o NO, es decir, no hay tarjeta. Hoy aprobarla sería más grave que ayer, porque según la ley, los partidos perderían su existencia legal, y el gobierno impedirá con todas sus fuerzas que vuelvan a legalizarse. Las direcciones nacionales de los partidos democráticos podrían quedar marcadas por abrir la espita de su propia desaparición, y no es pertinente el cálculo de que una eventual mayoría que se instale meses después va a impedirlo. Después de la elección hay un período de vigencia de la actual Asamblea durante el que arremeterán y lo responsable es prepararse para eso.
Maduro y Cabello deben estar frotándose las manos, igual que cuando el retiro de candidaturas en 2005, cosa que en su momento también se aplaudió como una decisión providencial. En vez de entender el significado del triunfo de 2010, misteriosamente se aprobó después la única, con lo que se obtuvo en 2012 mencionada la peor votación en las elecciones de gobernadores y otra desplumada en las municipales de 2013. Así quedaron en entredicho las maravillas atribuidas a la única: que facilitaba el voto al elector, "que la gente no votaba por partidos", que muchos se confundirían por la variedad, etc. Que los partidos concurran con sus tarjetas es la mejor vacuna contra los mordiscos de una tercera vía, porque lo que la justifica es que haya dos bloques cerrados. Si hay una alianza multicolor, la eventual tarjeta y la razón de ser de la tercera vía quedarán diluidas como una más.
Un dulce sueño
La tarjeta única es un sedante, una zona de confort
para partidos. El triunfo en esta batalla requiere que cada uno se
queme los hígados por llegar de primero, conservar o mejorar su estatus
dentro de la misma alianza democrática. John Forbes Nash, discípulo de
Einstein en la Universidad de Princeton -conocido por el film sobre su
vida, Una mente brillante- escudriñó la dinámica social de los
juegos no cooperativos y obtuvo el Premio Nobel. Para quienes desprecian
las teorías hay que recordar que los planteamientos de Nash se aplican
en las más diversas disciplinas y sirven de base al estudio de las
dinámicas multilaterales, el comercio internacional, la biología
evolutiva y la relaciones obrero-patronales, entre muchas otras. Y una
conclusión es que para que un conjunto determinado (por ejemplo, la
Unidad o un equipo deportivo) obtenga los mejores resultados globales,
es necesario que los participantes compitan entre sí para ser el mejor.
Lograr la máxima votación en una alianza política, requiere necesario que cada uno de los integrantes dé el superlativo de sus esfuerzos para ganarle a sus aliados. Así la sumatoria será mayor. Mientras existan zonas de confort, el esfuerzo global se reduce. La baja histórica en los tiempos de las marcas olímpicas se debe a que cada competidor se entrena y vive para ganar. Si un profesor ofrece poner una calificación de 10 puntos (sobre 20) a todos los estudiantes, desanima a los más trabajadores y premia a los flojos, con lo que consigue resultados mediocres. Si por el contrario estimula y premia para que todos se esfuercen, el promedio general de notas tenderá a subir.
Lograr la máxima votación en una alianza política, requiere necesario que cada uno de los integrantes dé el superlativo de sus esfuerzos para ganarle a sus aliados. Así la sumatoria será mayor. Mientras existan zonas de confort, el esfuerzo global se reduce. La baja histórica en los tiempos de las marcas olímpicas se debe a que cada competidor se entrena y vive para ganar. Si un profesor ofrece poner una calificación de 10 puntos (sobre 20) a todos los estudiantes, desanima a los más trabajadores y premia a los flojos, con lo que consigue resultados mediocres. Si por el contrario estimula y premia para que todos se esfuercen, el promedio general de notas tenderá a subir.
@CarlosRaulHer
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