FERNANDO MARTÍNEZ MÓTTOLA
De pronto uno se pregunta: ¿qué
pasó?, ¿qué fue lo que cambió a última hora?, ¿esto era todo? Y uno no
sabe, a ciencia cierta, si lamentarse o darle gracias a Dios. Porque en
la Venezuela de estos tiempos todo se ha tornado tan incierto que, de
haber dicho algo importante, cabe la duda de si hubiera sido para bien o
para hundirnos más en el desastre.
No
obstante, visto en retrospectiva, percibo que la mayoría de las
personas con las que hablo sintieron un respirito de alivio; muy
comprensible, por lo demás. Porque, por más mente positiva que alguien
le ponga, ¿quién puede interpretar como de buen augurio el que le
ofrezcan un “revolcón”? Con sobrada razón, pues, la gente andaba como
con un sustico por esos días. Yo, por ejemplo, me estaba tomando un café
en la mañana cuando un amigo me llamó para decirme que el hombre andaba
por Cuba. “¿En Cuba el Primero de Mayo? ¡Imposible! –reaccioné en el
acto–. Tiene ser un comentario malsano de los sectores radicales y
ultraderechistas de la oposición”. Pero pronto las imágenes en Internet,
desde la Plaza de la Revolución, al lado del nuevo mejor amigo de
Barack Obama, me dejaron perplejo y sin aliento, demostrando de manera
fehaciente cuán desacertado había sido mi comentario.
Me
intriga, me preocupa y se me revuelve el hígado. Y puede ser que yo tal
vez me lo tome muy en serio porque, nos guste o no nos guste, estamos
hablando del presidente de la República, y sus decisiones a todos nos
afectan. Entonces vuelvo a preguntarme: ¿y qué hace este hombre allá un
día como hoy? ¿Y el revolcón que nos prometió? Y por más que me
concentro no encuentro una explicación medianamente convincente. Y no es
que yo sea un entrépito para estar opinando sobre lo que hace cada
quien con su tiempo libre, pero es que él es el presidente de la
República, y hoy es Primero de Mayo, y él se autodefine como el
presidente obrero… y en fin, ¿no le parece todo esto un poco raro? Llamo
entonces a algunos amigos, gente de esa que sí sabe de verdad, y me
dicen que el hombre fue a buscar consejos, lo cual suena muy razonable,
porque ¿qué más pueden darnos en la pequeña isla que tan cara nos ha
costado? “El hombre regresará en la tarde, aconsejado, para hacer los
anuncios”. Aumenta la incertidumbre.
Pasado
el mediodía, me preparo frente al televisor para recibir el “revolcón”,
ahora condimentado con tecnología castrista, para ver qué dice y cómo
lo dice. ¿Y puede usted creer que me sentí algo conmovido? Me dio como
cierta vainita verlo allí, tan solo, haciendo un esfuerzo inaudito por
parecerse usted sabe a quién, y protegiéndose del otro; con cara de
obstinado, sin tener nada que decir, a punto de salir corriendo;
peleando con los suyos, llamándolos egoístas, con miedo de que
comenzaran a lanzar mangos. Y llama la atención que los anuncios se
quedaron en 30% de aumento del salario mínimo y, por si fuera poco, en
cómodas cuotas. Termina la cadena. Entonces, uno se queda con un sabor
extraño y se pregunta: ¿se acabó?, ¿y el revolcón?, ¿y cuál fue el
consejo que le dieron en Cuba? Pero no crea usted que todo fue en vano.
Ante el país entero, algo quedó perfectamente claro: el rey está
desnudo.
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