martes, 22 de marzo de 2011

Convivencia democrática

Pompeyo Márquez

Estamos en una clara lucha por el poder político. Se trata no solo de sustituir un gobierno que conduce al país a la bancarrota sino de modificar un régimen contrario abiertamente a la convivencia democrática. Las circunstancia favorecen a esa modificación, pero ello no quiere decir que el mandado está hecho. Son momentos difíciles los que vive y vivirá Venezuela. No tenemos nada idílico en el presente y en el futuro inmediato. Media un período de transición entre una autocracia militarista y un funcionamiento democrático de la sociedad venezolana. La herramienta para impulsar ese cambio es la unidad política para desplazar del poder a la actual camarilla militar-civil que desangran al país y gobernar en el postchavismo. Insistimos: es una unidad política lo más amplia posible, no es una unidad ideológica. El propósito es el establecimiento de un régimen de convivencia basado en la Constitución del 99 y en una plataforma para el período de transición que debe terminar de elaborarse para ser presentada cuanto antes al gran país, plataforma que debe constituir un compromiso político para devolverle a los venezolanos su tranquilidad y las maneras civilizadas para dirimir sus diferencias que no es otra cosa que la democracia con contenido social.

La base de ese compromiso político radica en que las soluciones a la crisis en desarrollo no las puede llevar a cabo otro hombre providencial, ni un sector privilegiado de la sociedad, ni un partido, sobre todo si tomamos en consideración que no existe un partido eje. Debe ser un gobierno de Unidad Nacional que, con sus contradicciones naturales debido a la heterogeneidad, es el que puede paliar la conflictividad de toda índole y otorgarle gobernabilidad para ir a la recuperación del aparato productivo, de las instituciones, de la reconciliación nacional. Exigencias ineludibles de dicho periodo.

Si estamos convencidos que aumentan las posibilidades de derrotar a la minoría enseñoreada en el poder el próximo año 2012, es una responsabilidad de la dirección política considerar los rasgos de la nueva situación, para que una vez derrotada la autocracia, asignar de manera armónica entre las fuerzas disidentes las posiciones de poder y concertar las medidas inmediatas que deban adoptarse para abrir las amplias avenidas de la libertad. Hay que profundizar las coincidencias en equipos de trabajo unitarios, con la visión de que tienen que ir más allá de la MUD.

Tender puentes para incorporar a ese mundo civil que se rebela, que junto con los partidos, constituyen una esperanza de que esta nueva mayoría propinará una contundente derrota a la autocracia y la garantía de que ese poderoso movimiento democrático, junto a los militares institucionalistas, solventarán las dificultades que van a venir.

No estamos haciendo futurismo. El horizonte que tenemos es corto, 2012 está aquí, y a tal efecto debemos tener candidato único y una propuesta nacional a finales de este año.

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