miércoles, 21 de mayo de 2014

EL ANTIDIÁLOGO

Editorial de Tal Cual

Fernando Rodriguez

 

Se supone que durante los procesos de diálogo las partes no tienen que renunciar a su lugar habitual en la disputa política, por ejemplo ser gobierno u oposición. En extremo muchos se dan en situaciones de guerra, el colombiano por mencionar alguno.

Pero también se supone que este principio no debe dar lugar a una especie de esquizofrenia, valga decir que lo que se hace con una mano sea negado con la otra. O, dicho de distinta manera, que las acciones de las partes no conspiren justamente contra los fines que se pretenden lograr en la mesa de negociaciones. Nada más turbio que una conversación entre adversarios enconados, tanto que para realizarse necesita protocolos rígidos y ayudantes externos, pero si dichas contradicciones se producen no es extraño que en alguna medida malogren los acuerdos que se quieren lograr o, por último, los impidan definitivamente.

Efectos, pues, contradictorios con los objetivos que se quieren alcanzar porque si no para qué tantos esfuerzos y concesiones, como las que implica montar esas enredadas partidas de ajedrez político. Perogrullo es fastidioso, pero a ratos necesario.

Si el diálogo nacional pretende, ante todo, calmar el país, atenuar la violencia que antier cumplió tres interminables meses, casi sin reposo y con un saldo de víctimas muy triste y doloroso, da la impresión de que el gobierno se empeña en que estos propósitos preliminares, luego vendrían otros de más largo plazo, no tengan lugar.

En las últimas semanas se han producido una serie de acciones y pronunciamientos, realmente desmesurados, que no hacen sino fomentar la protesta. Verbigracia, el lunes pasado, una manifestación realmente pacífica, tanto que se dirigía hacia la Nunciatura, santo lugar, y que fue reprimida por la injustificable y harto arbitraria decisión de Jorge Rodríguez de que en su municipio solo marchan colorados, cosa que hicieron justamente ese mismo día unos empleados del Metro contra el gobernador y los alcaldes de Miranda, y que no puede sino motivar una respuesta de los estudiantes, exilados en su propia ciudad. Y, vea usted, la cosa terminó mal, bombas, piedras, barricadas, detenidos. Al parecer hoy se va a repetir la función y vaya usted a saber con qué saldo negativo. A ello se podrían sumar las torcidas decisiones recientes del TSJ, entre ellas la aberrante limitación al derecho a las manifestaciones pacíficas. O las extravagantes declaraciones de Cabello y Rodríguez Torres sobre el más rocambolesco, y lento, golpe de Estado de que se tenga noticia para desacreditar, precisamente, el derecho a protestar y, sobre todo, ocultar sus siniestras causas, los mazazos inclementes a las más elementales necesidades materiales y reclamos democráticos de los venezolanos.

Sin duda mucho de estas desmesuras provienen del nido de alacranes, el cual, viene de decir un teórico chavista, acecha el gobierno de Maduro. Que imaginamos mezcla de furiosos fundamentalistas y de la implacable derecha endógena y militarista. Seguramente sumado a la endeblez teórica y práctica del heredero. Pero en lugar privilegiado están los malos hábitos que generan tantos años de autoritarismo, incultura cívica, sectarismo y delirios ideológicos y semirreligiosos que han terminado por crear una mentalidad bastante inamovible.

Razón tienen algunos líderes de la MUD en haber demostrado intranquilidad y cólera por los abusos represivos recientes del gobierno, así como por la tardanza en que las conversaciones den sus primeros frutos y la puesta en cuestión de la permanencia del diálogo mismo. La crítica a esos factores negativos es correcta, ya que la combinación perversa de éstos puede resultar fatal para los fines de normalización de la vida del país.


Editorial del Tal Cual

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