Jaime Lusinchi, demócrata y patriota
Demetrio Boersner
El Nacional
Ha fallecido un venezolano insigne: gobernante digno, demócrata y patriota; valiente luchador de la resistencia y por la libertad y el progreso social; político de firmes principios generales a la vez que conciliador de conflictos, y persona de desbordante generosidad y bondad.
De su vocación de médico pasó a la de militante político socialdemócrata que, muy joven, participó en el ensayo del “trienio adeco” y después jugó un distinguido papel en la resistencia contra la dictadura militar y pagó su cuota de prisiones, maltratos y exilios. Luego de la liberación del país, formó parte de la dirección nacional de Acción Democrática y tuvo una brillante actuación parlamentaria. La política internacional fue un área de su especial interés, y el que esto escribe conoció a Jaime y trabó estrecha amistad con él, como uno de sus colaboradores en la Secretaría de Asuntos Internacionales de AD a partir de 1958.
En la problemática interna de Acción Democrática, Jaime Lusinchi se ubicaba en posición intermedia, a la vez crítica y conciliadora, entre el “betancourismo” y las tendencias disidentes del mismo. Su pensamiento general apuntaba más a la izquierda que el de Betancourt y por ello pudo servir útilmente para contactos o como puente hacia el MIR, el Grupo ARS, el MEP, e incluso los elementos dialogantes del PCV.
Cuando Jaime Lusinchi fue elegido presidente de la república, hubo un momento de euforia y esperanza compartido por adecos y todos los que se habían ido del partido pero aún guardaban nostalgias de los viejos tiempos (“adeco es adeco hasta que se muera”). Miristas, arsistas y mepistas de pronto se preguntaban si el nuevo presidente cumpliría su velada promesa de hacer un gobierno en el que cupieran todos ellos. Pero no fue así porque era históricamente imposible. Venezuela y América Latina se encontraban en la plena crisis de la “década perdida” (“década perversa” la llamó Carlos Andrés Pérez), de recesión, aplastante deuda externa y contrarrevolución neoliberal global. Con todo, Lusinchi mantuvo el país a flote, salvó mucho de los programas de inclusión social, e impulsó la reforma del Estado. Mostró su ejemplar firmeza y valentía patriótica al enfrentar, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el reto de la fragata “Caldas” y hacer retroceder la pretensión extranjera.
Su gestión quedó parcialmente empañada por errores de su vida afectiva y debilidad ante influencias íntimas y públicas perniciosas. Pero mucho mayor fue lo positivo que lo criticable. Con razón, Venezuela se une hoy en un homenaje sentido y unánime a un expresidente que la honró y la enalteció.
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