jueves, 15 de mayo de 2014

TERRENO DUROS
DIEGO BAUTISTA URBANEJA |  EL UNIVERSAL
La oposición democrática ha aumentado sus niveles de apoyo en los últimos años de manera paulatina. Ha ido ganando adeptos en zonas de la población que en su tiempo respaldaron al oficialismo. Hay que suponer que esas zonas pertenecen a los menos convencidos entre quienes votaban por el gobierno. Los que más pronto se desencantaron, aquellos a los que menos les costaba pasar a apoyar y votar por la oposición.

En esta visión de las cosas, a medida que se avanza en esa dirección, se entra en terrenos más y más difíciles de conquistar, de penetrar, de taladrar. Ya que hablamos de taladro, digamos que estamos cada vez más cerca del nervio. 
Las encuestas confirman esta perspectiva. Revelan ellas un hecho sobre el cual no nos cansaremos de insistir: el de que hay una brecha entre la población que está descontenta con la situación del país y que responsabiliza al gobierno de ella, y la población que se ubica en la oposición al gobierno, esto es que está dispuesta a traducir en posturas políticas su descontento con el gobierno.
Desconfianza
Este sector del país es el que más claramente se ofrece como zona de crecimiento de la oposición y al mismo tiempo es más difícil de conquistar que cualquier otro de los ya conquistados. Allí lo que ha de haber, además de un apego más fuerte a aquello que se ha venido apoyando, es una mayor desconfianza con respecto a lo que pueda significar un gobierno de la actual oposición. Esa pluralidad de mensajes que tanto celebramos en el campo opositor como prueba del pluralismo y la variedad interna, puede resultar una fuente de confusión y desconfianza de parte de ese electorado más reacio al que nos estamos refiriendo. "¿Con qué vendrán? ¿Cuál será la verdadera postura de esta gente?".
En ese mismo sentido actúa otro factor, cual es el sector de marras, en tanto le cuesta más dejar su antigua querencia, ha de ser aquel en el cual los mensajes propios del proceso habrán alcanzado mayor penetración. Gente ladeada hacia alguna forma de izquierdismo y de otros aspectos característicos de la fraseología oficialista desde hace años, gente pues para la que la pluralidad de ideologías de que hace gala la oposición democrática no le ha de resultar nada tranquilizante. 
Siempre es posible ver las cosas de otro modo, más simples y tajantes. Nada de ver el espectro político de esa manera. 
Catástrofe nacional

Lo que hay es una gran catástrofe nacional a la que más pronto que tarde abrirán los venezolanos los ojos en masa. Eso está a punto de ocurrir, si no es que no ha ocurrido ya. Entonces será la avalancha, y esos esmeros en apuntar hacia sectores descontentos pero tercos en su fidelidad son complicaciones innecesarias. Eso de la penetración en zonas rocosas y eso de la cercanía del nervio son perspectivas inconducentes. Aquí se avanza a grandes trancos y los pedazos que se desprenden del oficialismo son grandes trozos que de un solo golpe pondrán a la oposición en una situación ampliamente mayoritaria. Opinadores y dirigentes hay que hablan como si eso ya hubiera ocurrido y que lo que apoya al gobierno es una obstinada minoría, de modo que el problema del crecimiento en realidad ya está resuelto. No es esa la perspectiva que se respalda en este artículo, pero es pertinente mencionarla por si a alguien le gustara. 

En general en el campo opositor se está de acuerdo, al menos de los boca para afuera, de que el desastre económico por si solo no trae el cambio político, y mucho menos el cambio político que se considera deseable. Que ese cambio tiene que ser el resultado de un crecimiento democrático consistente. Lo que no parece es que de esa premisa se saquen las preguntas y las conclusiones que parecieran corresponderle.
Respaldo posible
Mientras la oposición no se plantee el cómo crecer en esas zonas más duras y el cómo resolver el problema de desconfianza que la fragmentación de sus mensajes y vocerías puede causar en los sectores de la población cuyo respaldo es posible y decisivo, aunque haya resultado difícil. Es posible que tal fragmentación sea imposible de evitar de un todo, dada la variedad ideológica de la oposición democrática. Pero eso lo que indica es que hay que trabajar aún más duro en cómo solventar esa dificultad. 



Los acontecimientos de los últimos meses han desviado la atención y las energías de este tipo de problemas. Hay que volver a meterlos en agenda, cueste lo que cueste porque si no, como alguna vez se me ocurrió decir por ahí, vamos a ser los mismos de siempre, sólo que cada vez más bravos.

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