miércoles, 14 de mayo de 2014

La vida después de la MUD


MIGUEL ÁNGEL SANTOS |  EL UNIVERSAL
Tengo algunos amigos, de buena pluma y buen pensar, que han decidido dejar sus espacios en la prensa nacional porque se encuentran embargados por la enorme confusión que reina en Venezuela. Es una postura honesta, que no se puede criticar, pero de la que sí se puede diferir. En mi caso particular, creí siempre que aún en tiempos de desconcierto el reconocimiento de la incapacidad propia para interpretar las claves del país podía dar al lector una sensación de proximidad, mezcla de compañía e identificación. No todo puede ser prescribir y diagnosticar, a ratos uno se vuelve un ser transitable, habitado por fantasmas inestables, que en alguna medida pueden hacerle otros menos incómoda su propia volubilidad.

Sanciones
En ese orden de ideas, pocas cosas más desconcertantes que los testimonios de la audiencia en el Senado de Estados Unidos ocurrida unos días atrás. Allí se discutía la posibilidad de sanciones contra individuos responsables por la violación de derechos humanos en Venezuela o que se hayan enriquecido de forma ilícita durante los últimos quince años. Para evitar mayor confusión me di a la tarea de escuchar y releer los testimonios, una labor aconsejable que le recomiendo a todos los que sientan el impulso repentino de opinar sobre este (o cualquier otro) tema. No se trataba de evaluar sanciones comerciales, embargos petroleros, o ninguna otra medida de penalización a la economía del país en su conjunto. Como enfatizó el Senador Marco Rubio (Florida): "El propósito de esta audiencia es discutir un proyecto de ley... para sancionar individuos relacionados con o en el gobierno de Venezuela por violaciones a los derechos humanos cometidos contra su propia gente... estamos hablando de individuos responsables por violaciones a los derechos humanos... gente que viaja impunemente a Estados Unidos, adquieren propiedades, invierten en nuestros bancos, envían a sus hijos a nuestras escuelas, y vienen a pasar sus fines de semana en el estado de Florida".
Dentro de ese contexto, se interpeló a la Subsecretaria de Estado para el Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson. Pregunta: ¿Puede decirnos quién en la oposición venezolana le ha solicitado no imponer sanciones a quienes han violado los derechos humanos, alegando que eso podría interferir en el proceso de diálogo? Respuesta de Jacobson, los ojos desorbitados, la voz temblorosa, dubitativa: "No me siento cómoda sentada aquí dándole nombres de individuos... miembros de la MUD que están participando en el diálogo han discutido esto con nosotros... ".
Preguntas

Esos son los hechos. A partir de allí surgen un sinfín de preguntas y no menos interpretaciones. Las primeras son relativas a la propia MUD: ¿Quiénes se manifestaron en contra de sanciones a violadores de derechos humanos y otros asociados o miembros del gobierno que se hayan enriquecido de forma grotesca, desproporcionada e inexplicable durante estos quince años? ¿A nombre de quién han hecho esa solicitud? La aclaratoria pública de la MUD no sólo es insuficiente, sino más bien inapropiada, pues alude a un proceso de sanciones comerciales que no había sido planteado. Hay otras cavilaciones todavía más sombrías.

¿No sabía la Subsecretaria Jacobson que una declaración así acabaría por dinamitar al único (con todas sus imperfecciones) mecanismo de coordinación de la oposición venezolana? Para una funcionaria de su rango, esa omisión no sólo es inadmisible, también es improbable. Y si estaba al tanto: ¿Cuál era su intención? ¿A quién beneficia la Subsecretaria declarando bajo juramento que miembros de la MUDA que participan en las negociaciones con el gobierno (no hay muchos... ) le habían hecho esa solicitud? ¿Por qué el gobierno de Nicolás Maduro ha acelerado la represión y la violencia en contra de los manifestantes en la víspera de esta discusión? ¿Sabía que este punto saldría a colación y buscó una reacción virulenta que justificara la propaganda del "enemigo externo"?
¿La peor hora?
Lo que sí no es especulación es que tanto la oposición como el gobierno atraviesan su peor hora. Como quiera que me preocupa mucho más la primera, como se me hace evidente que cada quien dando un palo por su lado no va a ser capaz de dar al traste con el gobierno, como entiendo que difícilmente algo nos haga más daño ahora que la división, me preocupa qué será de nosotros sin un mecanismo coordinador. A fin de cuentas, duélale a quien la duela, la MUD, o cualquier otra instancia similar con otro nombre y acaso también con otros representantes, es indispensable para promover una estrategia unitaria, una acción colectiva coordinada y coherente que maximice las probabilidades de restaurar la alternabilidad del poder en Venezuela.


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