DIEGO BAUTISTA URBANEJA
EL UNIVERSAL
Las diferencias internas de la oposición es uno de los temas del día. Y claro que existen dentro de ese campo político diversas perspectivas y diferentes criterios para evaluar la situación y para decidir cuál rumbo tomar.
A mi juicio hay allí dos grandes maneras de ver las cosas. Lo que sigue es una exposición si se quiere abstracta o conceptual de las dos perspectivas y criterios que hoy existen en la oposición democrática venezolana. Prescindimos para su exposición de los nombres de los dirigentes que pueden estar más cerca de una o de la otra perspectiva, porque no es nada seguro que al plantear esa identificación se haga justicia a los que unos y otros creen y plantean. Además, añade a un análisis de por sí trabajoso, un elemento personal que complica más las cosas.
Crecer en sectores populares
Para una perspectiva la principal tarea y prioridad de ese sector es el de construir una mayoría social y popular, mediante un trabajo de compenetración política que propicie el crecimiento de la oposición entre sectores populares que han estado por años vinculados al oficialismo y han estado absorbiendo todos los mensajes típicos de ese mundo, pero que hoy expresan un severo descontento con la situación del país y la suya propia. Esta perspectiva parte de la idea de que tal mayoría no existe, o que es muy precaria o que es muy fácilmente reversible. Quienes no comparten esta posición, habitualmente la acusan de querer simplemente "esperar" a las elecciones, y de pensar que el descontento creciente producirá automáticamente la derrota del Gobierno. La postura que exponemos plantea en verdad precisamente lo contrario: para ella es fundamental la idea de que por sí solo el descontento, en la Venezuela de hoy, no conduce a una mayoría opositora y que ésta solo se obtendrá mediante un tenaz trabajo capaz de sacar provecho de las espectaculares perspectivas de crecimiento popular que la desastrosa situación económica y de cualquier otro aspecto ofrece a la oposición.
La otra posición, bajo la consigna "el país no puede esperar más", plantea como primera prioridad de la oposición la de propiciar un cambio político acelerado, "lo más pronto posible", a partir de la correlación de fuerzas políticas y sociales actualmente existente. Sea esto último porque se supone que esa correlación es ya es ampliamente mayoritaria para la oposición; sea porque se supone que en ese asunto ya se llegó adonde se podía llegar y que con lo que se tiene más el descontento creciente es suficiente para producir un cambio político; sea porque se supone que la presión de calle necesaria para producir ese cambio político, al llevar al Gobierno a una conducta represiva, es de por sí un instrumento para crecer en esos sectores populares descontentos.
El punto clave es el de si esas dos perspectivas son compatibles. Resulta difícil admitir públicamente que sean incompatibles. Pero algo se ha dicho al respecto y es perfectamente posible que no sean tan compatibles así. Por ejemplo, se ha argumentado que una presión de calle que tenga como objeto producir un cambio político tiene el efecto de que el sector oficialista cierre filas, y que los descontentos vuelvan al redil, pues no se ha hecho la labor política de hacerles aceptable o atractivo un cambio de gobierno en favor de la oposición. No es nada seguro que la protesta de un opositor por la salida y la protesta de un descontento por el agua se puedan mezclar o sumar sin más ni más, cuando el que protesta por el agua ha votado desde hace quince años por el oficialismo.
¿Trabajo innecesario?
A veces pareciera que en la oposición hay muchos que rehuyen ese trabajo de penetración que la primera postura plantea. Que siempre se está pensando qué camino tomar que ahorre tan laboriosa faena. Otra posibilidad es que se considere ese trabajo innecesario. Uno lee cosas que parecieran implicar que "esto está a punto de caramelo", sin mayor consideración al tupido entramado de mil cosas que produce y sostiene la obstinada fuerza popular del oficialismo.
Creo que las posiciones están claras y que las distintas visiones han sido expuestas con claridad por quienes sostienen unas y otras. Tal vez sea posible trabajar en una síntesis o en una conciliación. Pero también creo que mientras en la oposición no se jerarquicen las dos perspectivas y se establezca un orden de prioridades claro y compartido, es mucha la energía que la oposición va a utilizar discutiendo consigo misma, en desmedro de lo que tiene que hacer para ganar nuevos espacios.
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