Fausto Masó
Fausto Masó
@faustomaso
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El mundo se encoge para la Venezuela chavista: Correa marca distancias, recalca su éxito económico en Ecuador, sigue apoyando de boca para afuera a Maduro pero señala el desastre de un país petrolero, Pepe Mujica y Obama se reúnen amigablemente en la Casa Blanca, al presidente norteamericano no le asusta el izquierdismo del uruguayo ni le hace caso al bla bla bla de Caracas.
Se ocultan nuevas estadísticas oficiales que muestran un aumento pasmoso de la pobreza, el gobierno sepulta esa información que se divulga por los caminos verdes. A Miraflores solo le queda una respuesta frente a un país enguerrillado: una represión mayor, aplastar la protesta, a pesar de que la MUD señalara frente a los cancilleres de UNASUR la brutalidad policial como una de las razones fundamentales para abandonar la mesa del diálogo, los mismos cancilleres no le creen mucho a Maduro. El gobierno emplea paramilitares que agreden bancos y locales oficiales, lanzan piedras contra negocios particulares, buscan intimidar y acusar a los estudiantes de la violencia, pero ¿quién creerá que lleguen 12 encapuchados a los Palos Grandes sin protección oficial? Nos esperan tiempos exigentes y solo queda una respuesta, la unidad total de la oposición. Una unidad que abarque desde los partidos políticos a los grupos civiles, los estudiantes, todos los que protestan, pero ¿cómo estructurar esta oposición? ¿Cómo organizarla? Quizá la respuesta sea lograr que el país opositor coincida en unas demandas mínimas en una unidad sin fisuras, donde cada movimiento posea vida propia, se exprese como quiera, pero coincida en la gran exigencia, en la gran propuesta, expresada a su vez por la MUD a través del diálogo; si lo hay, claro .
Con cierta precipitación Nicolás Maduro pone las cartas de la mesa: reemplaza la habilidad del extinto presidente con la Guardia Nacional Bolivariana. Por ahí van los tiros y le plantean al país una pregunta, ¿qué hacer?, porque además los medios independientes están desapareciendo, la oportunidad de la protesta disminuyen.
Por ahora no hay intención de llegar a un acuerdo. Las protestas no terminarán ni tampoco la represión. Al contrario aumentarán, porque si uno examina los rostros de los muchachos que llevan detenidos comprueba que muchos de ellos provienen de barrios humildes, en los que ya son frecuentes los cacerolazos y en los que no falta mucho para que ocurran protestas mayores.
Hay chavistas que apoyan la radicalización, multiplicar las expropiaciones, encarcelar a los líderes de oposición; consideran una traición liberar a Simonovics, hay otros, quizá la mayoría que quieren cambiar la política, poner a producir las fincas expropiadas, pero al publicarse la noticia de que se estaban devolviendo algunas a sus propietarios, inmediatamente hubo una reacción del sector duro afirmando que las fincas expropiadas por Chávez seguirán en manos del “pueblo”, a pesar de que haya una conciencia cada vez mayor del desastre de la CVG, las plantas cementeras, de que Agropatria sea tan eficiente como era Agro isleña.
El tiempo juega en contra de Maduro que no entiende lo que ocurre, ni impone su autoridad, pero lo está ayudando, y mucho, la falta de unidad en la oposición. Hay que insistir machaconamente en el tema de la unidad, porque no hay otra respuesta frente al desastre nacional.
No hay salidas milagrosas ni a plazo fijo a la vuelta de la esquina. Unidad, diálogo y calle son las armas de la democracia en esta Venezuela trágica donde la miseria, la enfermedad, la violencia criminal avanza, miles de profesionales emigran y nos quedamos sin médicos o ingenieros jóvenes. Maduro carece de respuesta y el país se vuelve ingobernable, a menos que surja una gran unidad, democrática,, como ocurrió después del gomecismo cuando los venezolanos rechazaron el militarismo y se expresaron políticamente a través de grandes partidos.
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