LA MESA DE LA UNIDAD DEMOCRÁTICA SOBRE LA NECESIDAD DE RECTIFICAR EN LA ECONOMÍA
La dirección económica del Gobierno Nacional
requiere de rectificaciones muy profundas. Rectificaciones en la orientación
política, porque los resultados no mienten, y rectificaciones en los equipos
humanos responsables, para que los cambios puedan tener la credibilidad que necesitan.
La contundencia de las cifras oficiales coincide con la fuerza de la realidad
que enfrentan día a día en la calle los venezolanos sea como consumidores o
como trabajadores, como emprendedores de la ciudad o el campo. Cifras y vida
real coinciden en demostrar que el modelo económico que se ha pretendido
implantar no funciona. La superación de la situación no se logrará con medidas
administrativas ni retoques efectistas que no toquen sus causas con la
profundidad debida. Lo más preocupante es que las declaraciones de los voceros
oficiales deja ver que el Gobierno piensa
que bastan ajustes menores.
La posibilidad de recuperar la credibilidad de la
política económica gubernamental, comienza por el manejo de las finanzas
públicas de acuerdo a las normas constitucionales sobre la materia , y continúa
en la administración de los ingresos del país a través de mecanismos extraconstitucionales,
como los fondos parafiscales, o con la emisión de dinero sin respaldo para
financiar déficits en las empresas públicas en trasgresión del artículo 320 de
la Constitución, relativo al deber del Estado de “promover y defender la
estabilidad económica, evitar la vulnerabilidad de la economía y velar por la
estabilidad monetaria y de precios, para asegurar el bienestar social.”
En la necesaria confianza que debe generar una
política económica sana, tiene efectos sicológicos devastadores la falta de
transparencia en la administración de los recursos de todos los venezolanos. Si
la rendición de cuentas claras es sustituida por el secretismo, como si se tratara
de recursos personales, aunado esto a las magnitudes considerables del dinero
manejado, se generan dos efectos muy negativos, contaminantes del clima
favorable a la recuperación económica, como son la incertidumbre y la
desconfianza.
Que el diálogo con el sector productivo sustituya
al insulto y la descalificación es un avance en la dirección correcta. Debería
haberlo
también con las organizaciones de los trabajadores.
Pero uno y otro no bastan. Lo fundamental es superar la mentalidad que impedía
ese diálogo necesario, con apertura sincera a escuchar y a rectificar.
El cuadro de la inflación y la bajísima producción,
la creciente dependencia de las importaciones y la situación del mercado
cambiario, la mínima generación de empleos de calidad, nos dice que nuestra
economía está en crisis. Para resolver esa crisis hace falta mucho más que
medidas cosméticas o extensos programas de televisión ante los acreedores de la
Administración Pública Nacional, que se ven obligados a soportar esos monólogos
para preservar las esperanzas de que el Gobierno cumpla con sus compromisos,
para que a su vez sus acreedores internos y externos les mantengan sus líneas
de crédito.
Cuando hablamos de rectificaciones profundas en la
política económica de Gobierno, no nos referimos a temas de ideología, sino a
que asuma las normas universales de un manejo profesional y transparente por
parte de cualquier Gobierno en el mundo democrático, con respeto a la
Constitución, independientemente de la posición ideológica de quienes dirigen
el país respectivo, de manera que las sospechas de incapacidad y corrupción no sea
lo que predomine en el ambiente.
El rumbo actual de la política económica condena al
pueblo de Venezuela a pagar la factura del fracaso de esa política. La factura
humana que pasa una política equivocada se expresa en escasez, alto costo de la
vida y deterioro progresivo de la capacidad adquisitiva del salario. Lo más
común en nuestro país hoy son las colas y el “no hay”, y los productos de
precios regulados solo se consiguen en la Gaceta Oficial.
Caracas, mayo de 2014.
MESA DE LA UNIDAD DEMOCRÁTICA
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