COMFORT FOOD
Jean Maninat
Cansados de las esferas que
explotan con sabor a aceituna en el paladar, que nos destapen en la
cara un plato repleto solo de humo con aromas a caña ahumada de
Veracruz, o que nos vendan el tralala de la despensa originaria
de la cocina autóctona amazónica, matizada por la fusión asiática,
mediterránea y pare usted de contar, tenemos unas ganas rabiosas de
pararnos ante un McDonald’s o un Burger King -de cualquier ciudad del
mundo- y comernos una hamburguesa como las que se hacían cuando Dios
todavía mandaba en el mundo, y a las papas fritas no les añadían sal de
trufa, ni a la noble hamburguesa un costoso dado de fois gras du Pèrigod.
Igual
pasa con la ya enrevesada política venezolana de estos días, cuando los
dirigentes de la oposición nos someten a la peor de sus cocciones: al
vacío. Y el Gobierno a su fuego alto y destructivo que todo lo daña. Y
en el medio: unos comensales sobreviviendo entre CLAP o envíos puerta a
puerta, los más afortunados.
Digamos que
no hay mesas con manteles, ni condumios para adornarlas, así sea en un
Día de Acción de Gracias cristiano y acogedor, o en un Shabat semanal,
judío y congregardor. (Sí, es verdad, se nos escapa, pero el Ramadán es
exigente y precario para nuestros gustos desorbitados).
No
queremos recetas de diálogo que impliquen negociación, ni elecciones
que exijan dinamitar el sistema electoral participando, queremos la
compota en la boca, que nos salve del fastidioso ejercicio de masticar
el esfuerzo democrático con huesitos y todo.
Pero
como suele suceder, aparecen nuevos aprendices de cocineros políticos,
plantean sus recetas, no coinciden con los chef estrellados del Michelin
criollo, y se disponen a pelear por sus municipios tal como lo están
haciendo los jóvenes de Defendamos San Antonio, o los alcaldes de
Chacao, El Hatillo y tantos otros más en el país.
¿Qué
le decimos a los muchachos que quieren defender sus municipios? ¿Que
están pelando papas? ¿Que los jefes no andan en eso? Que esperen
pacientemente hasta descifrar por quién doblan las campanas en el
firmamento de las vanidades nacionales.
Pareciera
que no harán caso, algunos resistirán, ganarán y perderán, pero es la
cantera de la que saldrán los nuevos políticos por venir y veremos qué
nos deparan sus menús. Son los muchachos y muchachas que uno ve
repartiendo volantes, llamando a votar dignamente por su candidato a las
municipales; inermes, frente al menguado río automotor que les pasa al
lado presuroso a la búsqueda de todo y nada.
Allí
está el renacer del tejido democrático de la nación, en el simple acto
ciudadano de repartir un llamado a votar por alguien -en medio de las
más terribles circunstancias- portando una franela de color, con o sin
logo partidista, pero con el desparpajo de quienes inician una labor que
otros -por resabidos- dejaron morir a fuego lento en la sartén.
Hace
falta algo de “comfort food” político para el alma. Pasar la página del
ajado recetario es lo mejor, veamos qué viene, cómo hacemos un sancocho
con lo poco que hay y lo que nos traen los jóvenes aprendices de brujo
que empiezan a cocinar la política opositora venezolana. Algo bueno
puede salir de esa olla. Bon appétit!
@jeanmaninat
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