domingo, 4 de noviembre de 2018

TEODORO PETKOFF
 
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          Gustavo Linares Benzo

La generación que estudiaba en la universidad en los ochenta tuvo dos hitos fundamentales en su formación política, fuese del partido que fuese. Ambos momentos se debieron a Teodoro Petkoff, cuyo reciente fallecimiento lamentamos. 

El primero fue la postura del MAS con respecto a la represión a las luchas obreras en Polonia, en 1981, instigada por la Unión Soviética. Esa posición del MAS, capitaneado entonces por Petkoff, fue valiente y lúcida; valiente por el riesgo que implicaba para el socialismo real de la Europa Oriental y lúcida porque en definitiva ese aplastamiento de las libertades de los trabajadores fue causa principal de la caída del imperio soviético años después. 

Para la generación del 80 Petkoff era un ídolo, se fuese adeco, copeyano o de izquierda. Claro, para los defensores del socialismo real, soviético, lo era menos, por no decir que se le tildaba de reaccionario. El MAS, pues, se convirtió así -estábamos en la época de Mitterrand en Francia y González en España- en una alternativa seria de poder, primero con la apertura electoral de gobernadores y alcaldes (Tablante, Ramón Díaz, etc.), y luego con su participación fundamental en el segundo gobierno del presidente Caldera. 

El segundo hito fue, ya crecidos en años, la intervención de Teodoro en la convención del MAS que decidió el apoyo del partido a las aspiraciones presidenciales de Chávez. Ese 1998 la voz de Petkoff sonó fuerte y clara: “no crean que serán ustedes quienes gobernarán, están llevando a los militares al poder”, dijo, oponiéndose a esa decisión fatal. De nuevo, valentía y lucidez: fue contracorriente, primero, y tuvo razón, los militares llegaron al poder, lo demás es historia. 

Desde entonces fue la voz más emblemática contra el protototalitarismo de Chávez, voz que se hizo periódico en Tal Cual, ese experimento periodístico que es otro hito histórico en Venezuela. Valiente y lúcido, Petkoff, ilustrado y práctico a la vez, vio venir al lobo antes de que se comiera a las ovejas y terminó su vida viendo los restos del festín. 

Formador y luchador, si de alguien puede decirse esa frase ya ridícula de tanto aplicarse a quienes no dejaron nada sino destrucción, el legado de Teodoro sí permanece, en varias generaciones que saben que la lucha está en lograr el máximo de libertad y el máximo de igualdad. 

@glinaresbenzo

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