PERDONANDO A TRUMP
MOISES NAIM
MOISES NAIM
El próximo martes, millones de estadounidenses votarán por Donald
Trump. Más precisamente: no votarán directamente por el actual
presidente, sino por los candidatos a senadores, representantes,
gobernadores y legisladores locales a quienes él apoya. Pero, estas
elecciones serán un referéndum sobre Trump. Aunque las encuestas
pronostican que al presidente no le irá tan bien como en las pasadas
elecciones, lo cierto es que los sondeos indican que cerca del 40% de
los votantes lo apoyan.
Este
es un número terrible. Quiere decir que un 40% de los americanos le
perdonan a Trump conductas y decisiones que en un mundo decente deberían
ser imperdonables. Como, por ejemplo, mentir constante y
desvergonzadamente. O la crueldad de algunas de sus decisiones. A sus
seguidores eso no les importa. Cabe notar, por supuesto, que muchos
simpatizantes de Trump sienten que no tienen nada que perdonarle, ya que
aceptan, y hasta celebran, las conductas del presidente. Como, por
ejemplo, la de haber dicho que la notoriedad mediática es una especie de
patente de corso que tienen los hombres famosos para tocarle los
genitales a cualquier mujer que les apetezca.
Han proliferado las teorías que intentan explicar la fuerte atracción
que algunas personas sienten por políticos carismáticos a quienes
apoyan incondicionalmente. En el caso de los seguidores de Trump se han
propuesto teorías psicológicas (la búsqueda de identidad, de dignidad),
económicas (el aumento de la desigualdad), internacionales (la
globalización) y sociológicas (el racismo), entre otras. Pero también es
cierto que muchos de quienes apoyan a Trump lo hacen porque les gustan
algunas de sus propuestas y, a cambio de verlas hechas realidad, están
dispuestos a perdonar acciones del presidente que en otras
circunstancias criticarían.
La rebaja de los impuestos es un buen ejemplo de esto. Los ricos que
detestan pagar impuestos están encantados con los recortes impositivos
que ha hecho Trump y, agradecidos por esas rebajas, enmudecen ante
conductas del presidente que deberían repudiar. Otro ejemplo es la
regulación de las empresas. Para muchos líderes empresariales, la
eliminación de las regulaciones que limitan la autonomía de sus
compañías o aumentan sus costes justifican tener a Trump en la Casa
Blanca. Ellos también le perdonan todo, con tal de que les desregulen
sus negocios. Muchos están felices porque los lobistas a quienes antes
pagaban para influir sobre el Gobierno ahora son el gobierno. Trump ha
puesto a un gran número de lobistas a cargo de las agencias responsables
de regular las empresas para las que antes trabajaban y a las cuales
seguramente volverán al terminar su “servicio público”.
Pero el apoyo a Trump no está solo motivado por intereses económicos.
Los grupos evangélicos cuyos pastores regularmente denuncian conductas
como las que ha exhibido Trump (infidelidad, mendacidad, avaricia,
materialismo, crueldad, egolatría, etcétera) forman parte entusiasta de
su electorado. Ver como bebés lactantes son separados de sus madres en
la frontera y luego desaparecen, perdidos en un hueco negro de la
insensible burocracia estadounidense, no hizo mella en el incondicional
apoyo de algunos líderes evangélicos a Trump. Ignorar los vicios y
pecados del presidente es un precio que están dispuestos a pagar con tal
de que él promueva iniciativas que dificulten el aborto, el matrimonio
entre personas del mismo sexo o borren a Darwin de los textos escolares.
Que los ciudadanos voten por candidatos que representan sus intereses
particulares o que reflejan sus valores no tiene nada de nuevo. Eso
forma parte de la democracia. La sorpresa es que Donald Trump tenga el
apoyo de votantes que son los más perjudicados por sus políticas. La
rebaja de los impuestos que impulsó el actual presidente es altamente
regresiva; beneficia desproporcionadamente a una minoría muy rica y
penaliza a las clases de ingresos medios y bajos a las cuales pertenecen
la gran mayoría de sus seguidores. Muchas de las regulaciones al sector
privado que han sido eliminadas, protegían a esos consumidores de
menores recursos de las prácticas abusivas de algunas empresas. Lo mismo
vale para la reforma sanitaria impulsada por Barack Obama y ferozmente
atacada por Trump, quien como presidente se ha empeñado en desmantelarla
y sabotearla. De nuevo, la gran paradoja es que quienes más perderán
acceso a los servicios de salud son sus seguidores que más los
necesitan.
La lista de decisiones y conductas de Trump que deben
perdonarle quienes le apoyan es larga y creciente. La evidencia de que
las actividades empresariales de la Organización Trump con frecuencia
violaron la ley son abrumadoras. La lista de sus ejecutivos y más
cercanos colaboradores en los negocios, la política y el Gobierno que
están siendo juzgados, o que ya fueron condenados, ha revelado un
ecosistema criminal de larga data que ha girado alrededor del ahora
presidente. Pero todo eso también se lo perdonan sus partidarios,
confirmando así la execrable afirmación que hizo Donald Trump en enero
de 2016: “Podría pegarle un tiro a alguien en la Quinta Avenida y no perdería ni un solo voto”.
Este martes veremos si esto sigue siendo cierto.
@moisesnaim
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