domingo, 4 de noviembre de 2018

Democracia diabética

JOAQUIN ESTEFANÍA

EL PAIS

Los votantes tienen cada vez menos en cuenta el mundo que los rodea y basan sus comportamientos en el entorno inmediato en el que viven sus experiencias a diario, dicen los autores del último Latinobarómetro. Entienden que no hay explicaciones en blanco y negro para América Latina; que las transformaciones electorales no tratan simplemente de la derrota de la izquierda ni tampoco del advenimiento de la derecha (el sondeo, 20.000 entrevistas presenciales en 18 países de América Latina, está hecho antes de las elecciones brasileñas, en 2017). Y lo más significativo: sostienen que no hay una transformación de la ideología dominante en la zona, sino más bien un alejamiento ciudadano de las ideologías; existe una indiferencia creciente con el tipo de Gobierno, menos personas se ubican en la escala entre izquierda y derecha, lo que produce mayores niveles de pragmatismo en las viejas ideologías, que en muchas ocasiones buscan la permanencia en el poder más allá de los principios. Este es uno de los retos a los que se enfrenta la izquierda latinoamericana.
Los ciudadanos prefieren las democracias a las dictaduras, las sociedades abiertas a las cerradas, pero siempre que las primeras arreglen o mejoren sus problemas cotidianos; si no, una parte de ellos estaría dispuesta a sacrificar trozos de esas democracias a cambio de prosperidad económica. Esta versión instrumental de los sistemas democráticos se subraya con mucha contundencia en el latinobarómetro, que habla de “democracias diabéticas” al referirse a la situación de la región, y señala que el declive es lento pero perceptible. Su principal conclusión es que hay una creciente disociación entre el mundo de la economía (el capitalismo) y el de la política (la democracia). Ello puede ayudar a interpretar los profundos cambios que se están desarrollando en algunos de esos países en los últimos tiempos.
La democracia y el crecimiento no van en la misma dirección, lo cual recuerda algunos periodos oscuros de la historia en el mundo. ¿Acaso lo que estamos observando no es una reacción, la pausa que se produce cuando hay grandes turbulencias, como escribe Hannah Arendt? En el sondeo se manifiesta un declive sistemático de la calidad de la democracia —lo que se concreta en una baja sistemática del apoyo y satisfacción ciudadana— y al mismo tiempo se ven avances en los indicadores económicos, de tal manera, por ejemplo, que es menor la cantidad de hogares con dificultades para llegar a fin de mes. “Es una democracia diabética, con un lento y paulatino declive de múltiples indicadores según el país y el momento, que permite de alguna manera ignorarlos como fenómeno social. Sin embargo, vistos en conjunto, esos indicadores revelan el deterioro sistemático y creciente de las democracias de la región”.
Por quinto año consecutivo —­lo que ya constituye tendencia— va reduciéndose el apoyo a la democracia (del 61% al 53% de los ciudadanos encuestados), carcomiendo lentamente lo ya alcanzado. Sólo un 5% opina que hay democracia plena; el 27%, que hay pequeños problemas; el 45%, que hay grandes problemas, y el 12%, que a lo realmente existente no se le puede denominar democracia (el resto no contesta). En una escala de 1 a 10, donde el 1 no es democracia y el 10 totalmente democrático, el promedio de la región era del 5,4 y baja también por quinto año consecutivo desde un máximo del 6,7. Hay una percepción creciente de que se gobierna para unos pocos (75%) y que los Ejecutivos no defienden los intereses de la mayoría.


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