ELIAS PINO ITURRIETA
EL NACIONAL
Las declaraciones del ministro de la Defensa, o como se denomine en la jerga bolivariana, resumen el carácter que han tomado las fuerzas armadas desde el advenimiento del régimen de Chávez. Un carácter que no representa a la sociedad considerada como un todo, ni cuida de los intereses de la nación sino solo en lo que atiende a la definición que se ha hecho de ella en las últimas décadas. Las declaraciones que ha ofrecido ante el ataque de una guerrilla de origen foráneo que ha provocado muerte en sus filas remiten a otras de contenido semejante. Como se sabe, la acción de los miembros del ELN colombiano que se han establecido en el país ha provocado la muerte de unos efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana, o de la Guardia del Pueblo, o de la buena gente que cuida al régimen, para que el oficial que las administra desde la cúpula, en lugar de declarar el inicio de una hostilidad, el comienzo de una campaña capaz de eliminar contingentes que la hostigan hasta producir el derramamiento de su sangre, se haya conformado con una gentil invitación al cese del fuego. O, mayor urbanidad no se podía esperar, a sugerirles que retornen en paz a su casa como si no hubiera sucedido nada. Jamás se había visto una conducta semejante en una república que nació de una guerra y que vivió envuelta en situaciones bélicas durante buena parte del período nacional. El general habló más de la cuenta, pero no estamos ante un hecho accidental o ante una conducta pasajera que conduce a disparates provocados por el uso improvisado de la lengua. Los oficiales de nuestros ejércitos no han sido duchos en el manejo de los vocablos debido a que no se formaron como tribunos, ni como animadores de multitudes, ni como maestros de retórica y literatura, sino solo como custodios silentes del territorio y de la Constitución. Cuando Chávez los saca del papel tradicional para convertirlos en portavoces de su capricho, o de lo que a cada oficial se le vaya ocurriendo en el control de unas áreas que no han sido de su dominio, pero que lo llegan a ser hasta una situación sin confines, pasan por el trago de opinar sobre asuntos acerca
de los cuales apenas tienen conocimiento a través de filípicas desorganizadas, improvisadas, huecas, que pueden llegar al extremo que hoy se comenta de remitir lo más parecido a una perfumada tarjeta postal a los asesinos de unos guardias nacionales. Como carece de un discurso capaz de conminar al adversario, o de mostrar los dientes que pueden liquidar su poderío, el ministro hizo como si sugiriera la terminación de un noviazgo contrariado por las circunstancias. No importa que el ministro no sepa hablar, pues no escogió la profesión de arengador del pueblo, sino el hecho de que, más que por su vaciedad, la declaración es testimonio de cómo no se expresa en sentido institucional sino como manifestación de una facción. No estamos ante la evidencia de un análisis susceptible de conducir a soluciones que incumben a la sociedad porque manan de uno de sus custodios más altos, que la ha estudiado con profundidad junto con su gabinete, sino ante la jerga de la cabeza de un puñado de individuos que se manejan como les parece por inspiración de Chávez y que, por consiguiente, se dirige con confianza a un grupete parecido. Como si no mediaran los intereses y la seguridad de la república, como si fueran parte de una familia que debe corregirse para que el fundador de la genealogía y otras figuras de las alturas no caigan en enfados.
de los cuales apenas tienen conocimiento a través de filípicas desorganizadas, improvisadas, huecas, que pueden llegar al extremo que hoy se comenta de remitir lo más parecido a una perfumada tarjeta postal a los asesinos de unos guardias nacionales. Como carece de un discurso capaz de conminar al adversario, o de mostrar los dientes que pueden liquidar su poderío, el ministro hizo como si sugiriera la terminación de un noviazgo contrariado por las circunstancias. No importa que el ministro no sepa hablar, pues no escogió la profesión de arengador del pueblo, sino el hecho de que, más que por su vaciedad, la declaración es testimonio de cómo no se expresa en sentido institucional sino como manifestación de una facción. No estamos ante la evidencia de un análisis susceptible de conducir a soluciones que incumben a la sociedad porque manan de uno de sus custodios más altos, que la ha estudiado con profundidad junto con su gabinete, sino ante la jerga de la cabeza de un puñado de individuos que se manejan como les parece por inspiración de Chávez y que, por consiguiente, se dirige con confianza a un grupete parecido. Como si no mediaran los intereses y la seguridad de la república, como si fueran parte de una familia que debe corregirse para que el fundador de la genealogía y otras figuras de las alturas no caigan en enfados.
Si se busca una explicación a la penetración de los elenos en Venezuela, si se quiere comprender cómo una “revolución armada” permite que una legión de malhechores controle partes de su dominio y asesine a unos soldados, las declaraciones del ministro de la Defensa la ofrecen ampliamente. No habló por una institución, sino por una facción enseñoreada en el seno de los poderes públicos; por una bandería que, así como dispone según su parecer del destino del pueblo y opina sobre sus asuntos a tontas y a locas, puede darse el lujo de hablar de tú a tú con unos amigotes antiguos a quienes ofrece indulgencia en lugar de justicia, porque así conviene a la traducción singular de cierto tipo de sentimientos y de cierta clase de compañías.
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