SIMON GARCÍA
Que la unidad es imperiosa lo prueba la asimetría entre recursos, fuerzas y alianzas que puede movilizar la oposición y el mismo inventario en el sistema de poder que controla todo el Estado y ha ejercido por décadas una hegemonía autoritaria. El contraste evidencia la relación de debilidad competitiva desde la que debe pensarse estratégicamente la oposición.
La unidad es multiplicadora. Más que un emblema, una consigna o un mito es eficaz para activar resortes anímicos suficientes para expandir políticas que erosionen la aún gruesa base de apoyo del régimen y cuajar consensos.
Pero la unidad puede suscitar falsas expectativas, ser también un encantamiento, en el sentido en el que lo define Cirlot en su Diccionario de símbolos: “un estadio inferior…una metáfora descendente que aparece como castigo….”. En comarcas opositoras, la ensoñación unitaria separada de sus grados de realización posible, se vive como una cruz; una bandera que se ondea, aunque estorbe; fuente de confusión y frustración.
Pero la unidad puede suscitar falsas expectativas, ser también un encantamiento, en el sentido en el que lo define Cirlot en su Diccionario de símbolos: “un estadio inferior…una metáfora descendente que aparece como castigo….”. En comarcas opositoras, la ensoñación unitaria separada de sus grados de realización posible, se vive como una cruz; una bandera que se ondea, aunque estorbe; fuente de confusión y frustración.
Por eso pueden ocurrir episodios como la emboscada en el parlamento, para mostrar que no hay unidad, dirigida a los factores internacionales y nacionales que la exigen. La provocación pretendió atravesar un palo a gestiones de diálogo e introducir un tóxico para vetar opositores. Su metralleta de descalificaciones señala a quienes promueven, en lugar de un deslinde franco de posiciones, execrar el entendimiento y el voto como herramientas de la democracia.
Es uno de los muchos obstáculos que revela el estudio de John Magdaleno sobre más de 70 casos de transición. Su propuesta a las fuerzas interesadas en el cambio pacífico es que partan de visualizar un marco estratégico común, que les permita acciones conjuntas, sincronizadas y encadenadas en una docena de tableros en los que se deciden las vías para sacar al país de la crisis.
Es uno de los muchos obstáculos que revela el estudio de John Magdaleno sobre más de 70 casos de transición. Su propuesta a las fuerzas interesadas en el cambio pacífico es que partan de visualizar un marco estratégico común, que les permita acciones conjuntas, sincronizadas y encadenadas en una docena de tableros en los que se deciden las vías para sacar al país de la crisis.
Lentos y espinosos, los procesos unitarios han terminado por generar opciones de salida a las crisis en otros países. En una revisión sucinta podrían encontrarse algunas pistas de su éxito: 1. Han sabido construir confianza entre un equipo dirigente con diversas proveniencias.2. Han transmitido convicción en la victoria, a partir de logros parciales. 3. Han definido un esquema, a largo plazo, de ganancias compartidas, bajo la regla si gana uno, ganan todos, 4. Han tenido valentía para respetar las diferencias y sensatez para tratarlas no sólo como marcas separadoras, sino también como potenciales aportes a enfoques innovadores y acrecentamiento de la pluralidad.5. Han actuado eficazmente para convertirse en mayoría, nutriéndose de fuerzas diversas, distintas y a veces contrarias. 6. Han priorizado sus objetivos en función de un compromiso país.
Cada actor supo dar su mejor empeño para que la unidad reflejara las aspiraciones, intereses y acciones de la gente, sin exigir la subordinación a una estrategia talla única. El centro de sus articulaciones no consistió en afirmar una identidad, sino en apoyar o conducir luchas para defender o restituir derechos.
Libraron y le ganaron al autoritarismo la batalla cultural por la democracia, construyeron los mayores consensos posibles y forjaron un entendimiento nacional para asumir pacíficamente una reconstrucción de la economía, del Estado y la sociedad.
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