miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cayapa internacional

Adolfo Taylhardat

Para mis lectores fuera de Venezuela que no conocen el significado del venezolanismo "cayapa", les ofrezco la siguiente definición del eminente filólogo venezolano, profesor Alexis Márquez Rodríguez: "La palabra cayapa se usa para referirse a la agresión que un grupo de individuos hace a una o más personas en situación desventajosa. La palabra se aplica tanto al grupo de atacantes como al acto mismo de realizar este tipo de ataque. La agresión puede ser de tipo físico, a puños o con armas, o de tipo moral. En un debate o discusión, cuando varios individuos con un mismo criterio u opinión atacan los argumentos de otro que está solo en su posición, suele decirse que le cayeron en cayapa".

El caso de Honduras encaja perfectamente dentro de esa definición. A ese pequeño país le han caído en cayapa muchos países para forzarlo a dar marcha atrás en su soberana decisión de destituir a Manuel Zelaya cuando éste intentó encaminar su gobierno por la senda del chavo-comunismo del siglo XXI.
Dos días antes de que ocurriera la defenestración de Zelaya ya el teniente coronel presidente había comenzado a crear la matriz de opinión diciendo que en Honduras se estaba gestando un "golpe de Estado". Este fue el punto de partida para que los gobiernos de la región y algunos fuera de la región formaran el coro que denuncia como golpe de estado la decisión de los poderes públicos y de la sociedad hondureña de interrumpir el mandato presidencial del señor Zelaya.

Los cayaperos internacionales no se han detenido a analizar las causas que condujeron a esa decisión. De manera insólitamente irracional, gobiernos que uno creía serios y responsables se han dejado envolver en la campaña que encabeza el gerifalte venezolano quien no se resigna a perder la presa que se le escapó justo cuando prácticamente la tenía atrapada con la complicidad del mandatario depuesto.

Desconociendo el derecho soberano del pueblo de Honduras a decidir su propio destino, es decir, violando el sagrado derecho a la libre determinación que consagran tanto la Carta de la OEA como la de las Naciones Unidas, esos países, arrogándose la representación de la comunidad internacional, han llegado incluso al extremo de amenazar con que no reconocerán el resultado de la elección presidencial que tendrá lugar el 29 de noviembre próximo.

Lo que es peor aún, se han solidarizado y se han hecho cómplices cohonestando la acción abiertamente delictiva en que incurrió Zelaya al introducirse clandestinamente en Honduras para buscar refugio en la embajada de Brasil en Tegucigalpa. Habría que preguntarse cual sería la actitud de cualquiera de esos gobiernos si una situación similar se presentara en sus países. Inspira vergüenza constatar que con su actitud esos gobiernos se solidarizan con un elemento imputado en su país por numerosas violaciones a la Constitución Nacional Hondureña. La doble moral de esos gobiernos los ha llevado incluso a tolerar complacientes las actividades injerencistas y descaradamente violatorias de la soberanía hondureña que ha venido cometiendo el teniente coronel presidente venezolano al proporcionar el avión que traslado a Zelaya a Honduras, promueve la subversión incitando a los militares hondureños a desconocer al presidente Micheletti y organiza manifestaciones de masas frente a la Embajada brasileña.

El papel del presidente Lula en la crisis hondureña se nos presenta sumamente turbio. Por un lado proclama que no tolerará un golpe militar más en la región pero al mismo tiempo pareciera que sí tolera y defiende los golpes civiles como el que, aplicando la franquicia del mandón venezolano, pretendió dar Zelaya en su país para reformar la Constitución hondureña y abrir el camino a su eternización en el poder. Es evidente que el rechazo de Lula a los golpes militares tampoco se aplica a los golpes militares de nuevo cuño como el que de manera progresiva, por entregas, viene dando el militar que detenta el poder en nuestro país.

El sentimiento de los hondureños frente a la cayapa internacional de que es objeto su país lo ha interpretado diáfanamente una ciudadana hondureña a quien no conozco, Gloria Leticia Pineda, en un artículo titulado "¡Seguimos firmes!":

"Honduras ya no es una "banana republic"… Hemos madurado como pueblo y hemos apostado a la democracia… Añoramos practicar nuestras libertades, y sabemos que la salvación de nuestro país radica en la fortaleza de afianzados principios morales, cristianos y democráticos. Hemos aprendido nuestra lección. Sabemos que no debemos confiar en los presidentes populistas".

Hace bien el presidente Micheletti en mantenerse firme conservando su serenidad e ignorando a los que pretenden restituir en el poder a Manuel Zelaya. Dentro de dos meses el pueblo hondureño hablará desde las urnas comiciales y los cayaperos tendrán que tragarse sus amenazas.

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