miércoles, 9 de septiembre de 2009

Golpe de gracia a la carrera diplomática

Adolfo R. Taylhardat

Los esfuerzos por estructurar la carrera diplomática en Venezuela comenzaron con la Ley Orgánica del Servicio Diplomático de 1923 y la Ley Orgánica del Servicio Consular de 1936. En 1946 fue promulgado el "Estatuto Orgánico del Servicio Exterior" que en su momento representó un esfuerzo valioso para instituir la carrera diplomática e iniciar el proceso de profesionalización del servicio exterior.

Aun cuando el estatuto estableció que el ingreso a los cargos de carrera del Ministerio de Relaciones Exteriores solamente se haría mediante concursos de oposición, fue sólo a partir de la promulgación, en 1962, de la primera ley del servicio exterior, cuando se abrieron los primeros concursos. Sin embargo, aun desde antes de que se realizaran concursos de oposición ya se había creado una carrera diplomática de hecho integrada por funcionarios en comisión la cual se vio privilegiada con la incorporación al servicio de numerosos funcionarios, en su mayoría licenciados en estudios internacionales, excelentes y brillantes profesionales que se destacaron por su vocación de servicio, representaron al país dignamente y defendieron sus intereses con indeclinable patriotismo. Esos internacionalistas fueron los "pioneros" que abrieron la puerta de la Cancillería a las generaciones posteriores de graduados de la Escuela de Estudios Internacionales.

Con la implantación del régimen de concursos se aceleró la profesionalización del servicio exterior. A ello contribuyó determinantemente la ley de 1962 que incorporó dos disposiciones fundamentales para la consolidación de la carrera diplomática: 1) reservó los cargos del rango de tercer secretario exclusivamente para el ingreso a la carrera de los admitidos por concurso; 2) reservó el 50% de los cargos de embajador, jefe de misión diplomática para funcionarios de carrera. Estas normas fueron respetadas por los distintos gobiernos de democracia y para mediados de la década de los 90 el porcentaje de funcionarios de carrera superaba el 80% del total del funcionariado. Muchos de ellos, habiendo recorrido exitosamente el escalafón alcanzaron el rango de embajador. Algunos llegaron a ser viceministros o cancilleres.

En 1990, cuando me desempeñé como viceministro de Relaciones Exteriores conformé un grupo de trabajo para revisar los distintos proyectos de ley existentes, particularmente el que reposaba en el Congreso desde septiembre de 1987, conocido como el "Proyecto Consalvi-Nava Carrillo". El grupo de trabajo elaboró un "Proyecto de Ley Orgánica del Servicio Exterior". Partiendo de las disposiciones de la ley vigente incorporó nuevas normas para promover la excelencia en la integración del servicio exterior y el ejercicio de la diplomacia como carrera profesional al servicio del Estado. Con esa finalidad, entre otras cosas, se instituía un procedimiento más exigente pero también más justo para la incorporación a la carrera, se contemplaban mecanismos de actualización continua y se instauraba un sistema de evaluación continuada de los funcionarios. Además, al tiempo que garantizaba la estabilidad del funcionario, incorporaba un régimen disciplinario más estricto, contemplaba estímulos para que los funcionarios se esmeraran en su rendimiento, su desempeño y su integridad. El proyecto fue remitido al Congreso Nacional, pero fue sólo en 1994, siendo Haydée Castillo de López presidenta de la Comisión de Política Exterior del Senado y quien escribe asesor de esa comisión, cuando fue "desengavetado" y se inició el proceso de revisión para someterlo a la consideración del Senado. Ese proceso continuó y se completó bajo la gestión de Pedro Pablo Aguilar como presidente de la comisión. Después de haber sido aprobado por unanimidad en las dos discusiones reglamentarias en el Senado, y en primera discusión en la Cámara de Diputados el proyecto fue nuevamente engavetado.

Ese proyecto fue desengavetado otra vez en el 2001 cuando fue tomado como base para la ley del servicio exterior promulgada el 3 de julio de ese año. Esa ley, si bien retuvo cerca del 90% del proyecto original, introdujo cambios que desmejoraron considerablemente la situación legal de los funcionarios y los beneficios contemplados en aquel proyecto. Además, se incorporaron disposiciones que desbordan su objeto propio y fundamental como es la regulación de la organización y el funcionamiento del servicio exterior. Sin embargo la ley conservó la disposición que reservaba para los funcionarios de carrera el 50 % de los cargos de embajador, jefe de misión.

Esta ley fue reformada mediante la ley de reforma parcial sancionada el 21 de julio de 2005, la cual, entre otras cosas, eliminó la reserva del 50% de los cargos de embajador al establecer que "el presidente designará los jefes de todas las misiones diplomáticas".

En el 2007 fue aprobada en primera discusión en la Asamblea Nacional una nueva ley de reforma parcial. Según se ha sabido, próximamente será sometida a la segunda discusión. Este nuevo texto es un auténtico mamotreto legal. Analizarlo y comentarlo rebasaría los límites de este artículo. Pero lo que no podemos dejar de denunciar es que el artículo 11 de esta reforma persigue asestar el golpe de gracia definitivo a la carrera diplomática y al servicio exterior en general cuando establece que no solamente los cargos de embajador, jefe de misión, sino que "todos los cargos de la Cancillería, tanto del servicio interno como externo serán de libre nombramiento y remoción".

Los esfuerzos de tantos años para dotar a Venezuela de un servicio exterior que no tuviera nada que envidiarle a ningún país, ni siquiera a Brasil y su prestigioso Itamaratí, han sido echados por tierra como otras muchas cosas en la Venezuela del comunismo del siglo XXI. Desde que asumió el poder el teniente coronel presidente se ha producido un proceso diametralmente inverso al que tuvo lugar durante los 40 años de vida democrática del país. El servicio exterior está hoy día totalmente desmantelado. Los pocos funcionarios de carrera que todavía permanecen en el servicio son objeto de tratamientos denigrantes y medidas humillantes para desmoralizarlos y forzarlos a renunciar o solicitar la jubilación. La Cancillería ha sido poblada con elementos que no cuentan ni con la formación ni con las cualidades necesarias para ejercer la función diplomática ni la representación del país. Para muestra un botón: recientemente una joven sin la formación necesaria y sin otro idioma que el español, de golpe y porrazo fue nombrada en una embajada en un país de Asia con el cargo de primer secretario, lo que a un funcionario de carrera le habría tomado no menos de ocho años de permanencia ininterrumpida en el servicio.

¿Qué se puede esperar de una Cancillería conducida por un chofer de metrobuses en un gobierno al cual la excelencia le produce escozor? Lo que falta es pintar de rojo la Casa Amarilla.


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