miércoles, 9 de febrero de 2011

BALSEROS DEL ESPÍRITU

“El amor y el interés se fueron al campo un día y más pudo el interés que el amor que le tenía”. Esta verdad es la que mejor dibuja la conducta política, no sólo de nuestros mandatarios bananeros, cafeteros, cocaleros o petrolíferos, sino también y cómo, a toda la dirigencia mundial que nos gobierna y que nos tiene al borde de un precipicio. Excepciones habrá, pero a usted toca encontrarlas con lupa.

Además la ética ha perdido entendimiento, filo, utilidad y eco colectivo. Si Usted dice justicia, o libertad o igualdad, con qué versión se queda, quién se la compra sino es capaz de ver la mercancía. Y por favor no incluyamos aquí el tema de la “guerra entre civilizaciones” pues correríamos el placentero pero perverso riesgo de perdernos interminablemente, a lo Borges, en los jardines de La Alhambra. El diccionario de la ética anda descocado e inmerso en el mar de lo desconocido, es un artículo para coleccionistas o dueños de galería de objetos raros como los unicornios, comercio de iniciados románticos, tipos estrambóticos que visten de escafandra y descienden en batiscafo a los bajos fondos submarinos, y pertenecen a clubes secretos que duermen en las simas del mar. Julio Verne conoce su dirección y demás detalles. Si se tropiezan con él favor me avisan.

Podríamos coincidir a estas alturas en que la pobreza, la desigualdad, la corrupción, el narcotráfico, la violencia, el escupitajo diario a los derechos humanos, el irrespeto suicida al medio ambiente, animales incluidos, o a la libertad de expresión, son algunos de los problemas claves con los que tiene que lidiar la política y por ende los políticos. Esos son los enemigos comunes de los objetivos que toda política debe perseguir, que son en principio, la paz, la justicia y la prosperidad, no de uno, ojo, sino la de los demás, pero lamentablemente el zoológico político no da muestras de entenderlo, ponerse de acuerdo, dejar el “yo-centrismo”, cuya discusión, por razones variadas y profundas, no cabe en este espacio.

Pero con todo, la política es, ha sido y será el barco de nuestro destino. En él andamos, y de cada uno depende que lleguemos a buen puerto. Por eso tan deleznable y aborrecible es la actitud de los que quieren echar a los otros por la borda para convertirlos en alimento de pirañas, o en balseros del espíritu, o en náufragos del destino, creando las condiciones para multiplicar, más aún, la pobreza, la violencia, la desigualdad, la corrupción, la injusticia y la ira. El fin de la política será el epitafio de la humanidad que nadie podrá leer. Y la política, apreciado lector, se cocina con discusión, salivita, tolerancia, paciencia respeto, acuerdo, humildad y alternancia en el ejercicio del poder. Porque el poder es la droga preferida de los políticos, y de otros, que como simios enloquecidos saltan entre los árboles en su búsqueda. Por eso es que el poder mal habido o eternizado y sin control provoca locura y dependencia, y ésta tiene un nombre específico: Dictadura.

Leandro Area

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