sábado, 19 de febrero de 2011

La clase obrera contraataca
CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
19 de febrero de 2011

Algunos dicen que esto "no es una revolución" porque posiblemente para ellos esa sea una palabra mágica, de resonancias positivas, que no asocian con el resultado de todas las revoluciones: arruinar, aniquilar, desangrar y desecar lo que tocan. Pacífica pero armada o armada pero pacífica, es una "de a de veras". A no ser por cacofónica, jaquetona y vulgar, sería además bienhablada y bienescrita como las de Lenin y Trotsky, Mao y Chou En Lai. Lo es en sentido estricto y hace a su ritmo y estilo lo mismo que hicieron todas, desquicia las instituciones, las organizaciones sociales autónomas, los partidos políticos, y roba la propiedad de la gente. Según Arendt las de los siglos XVIII y XIX liquidaron el absolutismo para cimentar los Derechos Humanos, la separación de poderes y el camino de la prosperidad, mientras las del siglo XX arrasaron los Derechos Humanos, volvieron al Absolutismo e implantaron la miseria. Durante la luna de miel adulan a obreros, campesinos e intelectuales. Cumplido su papel viene el paredón o la segregación.

La Misión Mengele-Giordani arrasó deliberadamente, -en medio del enigmático silencio de la CTV-, cincuenta por ciento de la capacidad industrial instalada, convirtiendo a más de la mitad de la mano de obra activa en informales y a otros cuatro millones de personas en dependientes de un gasto público impagable y vicioso. El Seguro Social está desmantelado.

Venezuela llegó a tener en la CTV, con sus defectos leninianos, uno de los movimientos obreros más institucionalizados y poderosos del mundo, sembrado en una larga y heroica tradición de luchas contra las dictaduras por la democracia, y en la democracia por avances sociales. El gap se abrió cuando algunos de sus líderes no entendieron el profundo cambio que comenzaba con la reforma de 1989, que prescribía la independencia de las organizaciones sociales con respecto a los partidos, y rompieron con el cambio en vez de asociarse críticamente a él.

Cuando la revolución chavista estaba en su etapa "plebeya", para utilizar la expresión de Nolte sobre las grandes movilizaciones de Mussolini, intentó asaltar el sindicalismo. Con cautela y densidad Jesús Urbieta al mando de la Junta de Conducción Sindical, le encajó magistralmente la primera derrota electoral el día de 2000 que a Istúriz lo tiraron en paracaídas en la CTV, y ganó Ortega. Pero luego derivó en el partido político de la descabellada huelga petrolera y de las -no menos- incidencias del 11 al 13 de abril. Después del fracaso, desmirriada por los errores, devorada por el burocratismo, la CTV se hizo insólitamente afónica mientras el Gobierno intentó UNETE, luego la Central Socialista Bolivariana, y ahora eliminar la contratación colectiva y el sindicalismo en un misterioso proyecto de Ley del Trabajo que quiere sustituir éste por unos parapetos llamados "consejos de trabajadores".

Poco o nada ha hecho la CTV sobre la situación terminal de las empresas de Guayana, esa enorme masa de capital acumulado, otrora punto de partida para un gran salto industrial con capitales nacionales y extranjeros, cuya ruina arrastra al degredo los avances en cogestión y copropiedad producidos por el país.

El Gobierno había logrado coserle los labios al descontento obrero. Entonces detonó por todas partes la disidencia de dirigentes reales -Orlando Chirinos, Frank Quijada (Polar) Henry Arias (Alcasa), entre muchos- que en Guayana, Caracas, Valencia, Maracay, Zulia, y muchas otras partes del país, emergieron y se rebelaron contra las iniquidades. El 5 de febrero 2011, veinticuatro horas después de la fecha espantosa, la manifestación convocada por los líderes emergentes recuperó el optimismo de gran parte del país sobre las posibilidades de arrancarle la CTV a la abulia y la complicidad.

Vendrá una gran discusión sobre el papel que el movimiento debe jugar en la causa de restaurar el país, su programa para la modernización. El diálogo social, la reconstrucción de la economía en el mundo global, el impulso a las inversiones nacional y extranjera, la gran revolución cultural y tecnocientífica, y la integración latinoamericana, son debates que deberán protagonizar los trabajadores como en Chile, Brasil, Perú, México, Centroamérica, para poner el hombro al crecimiento y el bienestar. El Pacto de Gobernabilidad para consolidar y fortalecer la democracia después de la enfermedad autocrática. La transformación del Estado para descentralizar el poder, democratizarlo y profundizar el Estado de Derecho y la libertad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario