viernes, 18 de febrero de 2011

EL PERIODISMO
avanza a pesar de Soto Rojas

Prohibido que los periodistas cubran con su propia mirada la AN; o sea, prohibido mirar Hay buenas noticias aquí y allá que marcan el avance de un oficio que no se rinde ante la estulticia


SEBASTIÁN DE LA NUEZ



Antes que nada recomiendo y saludo con beneplácito el taller que dictará próximamente la muy profesional Soraya Ospino en el Colegio Nacional de Periodistas. Se trata del módulo II de un ciclo denominado «Los errores gramaticales que todos cometemos», dedicado a quienes ejercen el periodismo desde diversos ámbitos. Ospino es editora en El Nacional y está altamente calificada para esto.

Lo único malo es que el taller dura sólo seis horas.

Hace falta más para cambiar hábitos y tics del facilismo apresurado. Hay un problema cultural de fondo que se arrastra desde bachillerato que no se resuelve en seis horas. Los medios deberían contratar este tipo de talleres, extendiéndolos como una materia semestral, bajo la modalidad outsourcing para obligar a sus trabajadores a tomarlos.

Una vez dicho esto, abordo el tema de la Asamblea Nacional. Es un decir pues en realidad ningún periodista puede abordar en buena ley nada atinente a las sesiones del hemiciclo ya que es zona vedada.

Un buen reportaje sería, por cierto, sintetizar la cantidad de cláusulas, decretos, leyes, edictos y decisiones varias del Gobierno en doce años bajo la sola intención de cercenar alguna libertad individual o colectiva en cualquier terreno o actividad. Sería la crónica de una voluntad sostenida con una cabezonería digna de mejor causa. La voluntad de prohibir, la pasión por el veto.

AHÍ ESTÁ EL DETALLE Como se sabe, los reporteros no tienen acceso al hemiciclo donde sesiona la AN. Su trabajo se limita a un salón en el cual pueden seguir el desarrollo de las sesiones por un televisor.

Como bien dice un comunicado de la organización Expresión Libre, la imagen que observan es la que recoge de manera exclusiva el canal oficial ANTV, controlado absolutamente por el Gobierno nacional, dirigido por un diputado oficialista.

El prólogo del mexicano Juan Villoro al libro de Jon Lee Anderson El dictador, el demonio y otras crónicas es excelente y recoge, en sí mismo, un perfil del propio Anderson, autor a su vez de varios de los mejores perfiles que se han hecho -originalmente para publicar en The New Yorkersobre personajes latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Augusto Pinochet y Hugo Chávez (sin orden de prelación).

Entre otras cosas, Villoro destaca la virtud del cronista ante el hecho que recoge: la capacidad de asombrarse. El asombro siempre moviliza la inquietud y permite mirar como si fuera por primera vez.

Lo otro es la obsesión por el detalle, amiga de la precisión que da verosimilitud y originalidad al relato.

La curiosidad es hermana del asombro y del detalle.

¿Qué posibilidades de satisfacer alguna clase de curiosidad abre un monitor de TV en una sala alejada del lugar de los hechos? ¿Entenderán estas cosas del asombro y del detalle los señores Fernando Soto Rojas y Ricardo Durán? El presidente de la AN dijo que los periodistas sólo quieren entrar al hemiciclo para intrigar o fotografiar a los que se quedan dormidos.

Y uno, mientras observa ya sin asombro al señor Soto Rojas manotear el micrófono a través de la señal unívoca de ANTV, pone en duda la teoría de Darwin sobre la evolución de las especies.


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