viernes, 11 de febrero de 2011


¿TARJETA ÚNICA?


El Impulso
Publicación: 11/02/2011 01:00:00 a.m.
En 1957 el autor Anthony Down publicó su “teoría económica de la democracia” en la que advertía que la gran mayoría de los votantes en una sociedad se encontraban en el centro del espectro ideológico aislados de los extremos políticos. Esta premisa ha fundamentado durante décadas la estrategia electoral de captación de votos independientes. Es así como en ningún país democrático normal un movimiento político gana exclusivamente con sus votos duros, razón por la cual deben convocar en sus campañas a indecisos o independiente quienes usualmente deciden las elecciones. En Venezuela esto es una perogrullada hasta el punto que ha sido una practica recurrente, en el medio siglo de elecciones democráticas, la creación de comités de independientes en el marco de una campaña electoral, sobretodo de corte presidencial.
Sin embargo, cincuenta años después de la famosa teoría de Down, en Venezuela unos sesudos analistas descubrieron el “agua tibia” con la tesis refrita de los “ni-ni” o “no alineados”, que ha servido de argumentación para revivir la antipolítica radical que hoy pretende eliminar del tarjetón electoral a las organizaciones partidistas, con lo cual se enterraría el ultimo vestigio de institucionalidad democrática en el país. Nadie niega el dato estadístico que revela que casi la mitad del electorado se rehúsa a predeterminar su identidad política bajo los parámetros polarizantes de “chavista” y “oposición”. Ambos extremos políticos tienen un alto voto duro o militante, pero la mayoría electoral se encuentra el centro del espectro como es lo normal, según advirtió Down medio siglo atrás. Estos independientes, o “no alineados” como lo llaman ahora los patentadotes del “agua tibia”, siempre terminan votando por una de las opciones polarizantes, lo que equivale a decir que el día de las elecciones no hay “ni-ni”.
El deber de un candidato es convocar y captar a la mayor cantidad de indecisos durante su campaña electoral con estrategias igualmente milenarias que se basan en propuestas concretas y mensajes centristas que trasciendan del posicionamiento extremista original, mucho mas tratándose de una elección presidencial en la que el elector vota por el nombre del candidato más que por las organizaciones que lo postulan. En una campaña los partidos políticos que apoyan a un candidato garantizan el voto duro ideológico y la maquinaria política imprescindible en una elección, mientras que el perfil del candidato y su estrategia de campaña es lo que determina su votación definitiva.
Es lamentable que a estas alturas tengamos que gastar tinta para recordar el ABC de la política electoral, pero no queda alternativa ante este resurgir de la antipolítica que ahora pretende asegurar la falacia de que para ganarle a Chávez en 2012 se requiere eliminar las tarjetas partidistas históricas del tarjetón electoral para sustituirlas por una “tarjeta única” cuya identidad nadie conoce. Una cosa es crear una nueva tarjeta electoral de corte independiente con el objetivo de canalizar el voto “no alineado”, y otra muy distinta es decretar la muerte de los partidos políticos que son los que han consolidado ya ese 52% de intención de voto a través de una alianza perfecta que garantiza la unidad en cuanto al candidato que es lo realmente relevante. El problema no es lo que ya existe sino lo que hace falta. Ojala se creen más partidos y tarjetas que sean capaces de representar sectores importantes de la sociedad y que vayan más allá de los partidos preexistentes. En todo caso, si de ganar se trata, en Venezuela siempre ha sido un objetivo clave en las elecciones presidenciales, procurar que la mayor cantidad de organizaciones postulen al candidato. Basta con remontarnos a los dos últimos presidentes electos en el país, Hugo Chávez y Rafael Caldera, quienes se montaron ambos en alianzas perfectas proliferas llamadas coloquialmente “chiripero”. De hecho, ya el propio Chávez está retrocediendo en eso del “partido único” para volver hablar del “polo patriótico”. Lo cierto es que nadie en su sano juicio puede sostener que es beneficioso prescindir en las próximas elecciones presidenciales de tarjetas de partidos como AD, COPEI, MPJ, UNT, entre otros. Lo que sí es relevante es la elección en primarias de un candidato único.
En todo el mundo, igual que en Venezuela, el voto de los “no alineados” terminan siendo captados por alguno de los extremos en contienda. Esa moda de mitificar a los “ni-ni” con tesis que sugieren que para captarlos se requiere ser químicamente puro, han dejado a más de un incauto en la estocada. Y si no pregúntenle al PPT. En una campaña el voto duro ideológico y la militancia son tan importantes como el voto de los independientes. Dejemos el complejo, entandamos de una vez por todas que no hay democracia sin partidos y reconozcamos el inmenso avance obtenido por la MUD. Como decía Maneiro, si el problema es la democracia entonces la solución es la democracia. Reivindiquemos a los partidos, eso sí dentro de la unidad. En todo caso la “tarjeta única” no es unidad, sino es exclusión.

JOSÉ IGNACIO GUEDEZ

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