martes, 15 de febrero de 2011

EDITORIAL: MEJORA EL PULSO GLOBAL


El País


Los indicadores relativos al comportamiento de las economías avanzadas, así como los que tratan de anticipar dichos comportamientos, como el compuesto de indicadores adelantados que acaba de difundir la OCDE, coinciden en ratificar el afianzamiento de la recuperación económica global. Que las economías avanzadas hayan abandonado todas ellas la zona recesiva es una buena señal; y, mejor todavía, que en 2011 el crecimiento de las economías más desarrolladas estará en torno al 2%. El optimismo de la OCDE coincide con el del Fondo Monetario Internacional (FMI), que en su actualización reciente del World Economic Outlook sostenía la hipótesis de una recuperación modesta durante este año en los países avanzados.

Pero, de nuevo, hay que recordar una distinción capital. Que lo peor de la recesión mundial haya pasado no significa que el crecimiento sea suficientemente intenso para crear empleo de forma significativa. Todas las economías mundiales se resienten de las cautelas con que las empresas deciden aumentar capacidad. En su lugar, las decisiones empresariales en la mayor parte de los países convencionalmente conocidos como desarrollados se orienta a generar ganancias de eficiencia y de productividad, con el fin de salir más competitivos de la crisis. Además, en algunos países avanzados, las restricciones crediticias siguen limitando de forma muy significativa el crecimiento de la inversión empresarial y el del consumo de las familias en bienes duraderos.

El otro rasgo que conviene tener en cuenta es que la recuperación de las economías avanzadas coexiste con el liderazgo en el impulso económico mundial de las consideradas economías emergentes. China, India y Brasil seguirán siendo las locomotoras globales, con ritmos de crecimiento superiores al 7% y con una marcada sostenibilidad, derivada de su gestión de las políticas macroeconómicas, hoy más rigurosa y prudente que antaño. Será a partir de este año, por primera vez en la historia, cuando el conjunto de las economías emergentes, las no pertenecientes a la OCDE, contribuyan al PIB global en mayor proporción que las convencionalmente desarrolladas. Lejos de contenerse, esa tendencia se agudizará en los próximos años, según pronostica la propia OCDE.

Tanto las previsiones del FMI como los indicadores adelantados de la OCDE ponen de manifiesto el retraso en la economía española. La recuperación será más lenta y el lastre del desempleo más pesado. A eso se añade un sistema bancario cuya reforma y recapitalización han sido más lentos de lo debido. Las regulaciones que las autoridades pretenden aplicar, cuyo objetivo es ganar la confianza de los inversores en la solvencia de las entidades, agudizarán la sequía de crédito y la mortalidad empresarial, al menos en el corto plazo. Menos inversión y menos empleo significarán menor capacidad para atender los pasivos privados. Y, en consecuencia, una prolongación de la rezagada y poco intensa recuperación española.


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