domingo, 4 de mayo de 2014

GEOPOLITICA Y ECONOMÍA EN LA HABANA

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ELSA CARDOZO

El Nacional

 


A mediados de la semana pasada coincidieron en La Habana dos visitantes con misiones muy distintas de las que el anfitrión procuró sacar el mejor partido: para mantener viva su beligerancia exterior y para ampliar su reducido margen económico de maniobra interior.
Para Sergei Lavrov, el Canciller de la Federación Rusa, Cuba fue la primera escala en la gira que incluyó también a Nicaragua, Perú y Chile. No pasó por Venezuela: como que ya no se dan por seguros el crédito económico ni los ecos geopolíticos del régimen; quizá también se perciba desde Moscú que para el sucesor parece funcionar lo de Venecuba, capital La Habana, con su cada vez más exhausto Ministerio de Finanzas en Caracas. Lo cierto es que la Cancillería rusa optó esta vez por destinos latinoamericanos de interés en momentos en que su ofensiva diplomática, de amenazas y uso de la fuerza para controlar Ucrania, le ha valido sanciones de Europa y Estados Unidos a personas y empresas cada vez  más cercanas al círculo del poder político y económico del Kremlin. 
Aparte de agradecer a los gobiernos de Cuba y Nicaragua su voto de apoyo en las Naciones Unidas,  Lavrov se ha aproximado a cada uno de los cuatro países en plan de fortalecer las relaciones bilaterales y, muy especialmente, en pública reafirmación de los intereses de su país en socios y foros latinoamericanos. El Canciller que varias veces ha anunciado acuerdos sobre bases militares y para el tránsito de buques rusos de guerra en el Caribe,  dijo en La Habana: “… la situación del mundo es un tanto complicada y es importante que sincronicemos el reloj con nuestros aliados”. No por casualidad fue enfático al fustigar desde Cuba las sanciones de Washington y Bruselas sobre el régimen castrista.
Era previsible que el gobierno de Raúl Castro diera más publicidad  a la visita de Lavrov que a la de Christian Leffler, director general para las Américas del Servicio Europeo de Acción Exterior. Aunque la verdad es que para enfrentar la extrema vulnerabilidad de la economía cubana los europeos son mucho más importantes. La UE es el segundo socio comercial de la isla y origen de la mitad de las inversiones extranjeras, asunto este último de demostrado interés para las reformas introducidas por Castro, como se evidencia en la reciente aprobación de una ley para atraer inversionistas.
Ahora bien, al término de su misión, el representante europeo dejó saber lo que era anticipable a partir del camino andado y las condiciones iniciales del diálogo acordadas hace seis años: primero serán tratados los asuntos políticos y económicos mientras que lo relativo a la garantías de los derechos humanos vendrá después, incorporado a los asuntos políticos y de gobernanza.
Ese ejercicio diplomático, con su arte de lo posible, no deja de ser difícil de comprender a la luz de los principios que sustentan la cooperación europea y de la tremenda vulnerabilidad económica cubana. Se vislumbra un proceso lento de negociaciones en las que el régimen castrista pondrá una y otra vez sobre la mesa el argumento de la no injerencia, mientras busca mayores ventajas económicas.
Con todo, la menos publicitada relación con Europa es la más prometedora para Cuba, no solo con miras a la recuperación económica, sino porque discretamente y  “por carambola” puede contribuir para que en la sociedad cubana se fortalezca la voluntad de defender el ejercicio de las libertades y de las garantías a todos sus derechos.

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