Carlos Raul Hernandez
El dramático rescate de las democracias latinoamericanas durante los 80s y 90s, y en las pétreas dictaduras comunistas, fue posible con mínimas excepciones gracias a procesos electorales, además estrechamente controlados por las autocracias que no pudieron con los desbordamientos populares en las urnas. No será fácil conseguir ejemplo de tiranías que hayan caído por barricadas en las que inocentes sirven de proteína a las armas fuego. La historia enseña que mientras el radicalismo, las emociones y la ingenuidad dominaron en la lucha anti dictatorial, los factores políticos consistentes, pragmáticos no pudieron golpear con racionalidad en las debilidades de las dictaduras y ellas permanecieron.
Principales aliados para su consolidación y permanencia son las ensoñaciones, las apuestas irresponsables. ¿Cuánto contribuyó a abroquelar el castrismo la descerrajada invasión de Bahía de Cochinos? ¿Cuánto las operaciones terroristas del MIR, el VOP y la izquierda del PSCH para propiciar el golpe y mantener a Pinochet? ¿Cuánto los Montoneros y otros grupos del peronismo duro para fortalecer el feroz despotismo argentino? Parece una ley que para hacer caer las tiranías es necesario derrotar primero el quijotismo, el voluntarismo, las alucinaciones heroicas y los delirios de grandeza. Los líderes que hacen posible la reconquista democrática no suelen ser desmelenados “tiradores de paradas”.
Solo triunfan los sensatos
Son políticos sensatos, moderados, y es una constante que se repite con pocas excepciones. En Latinoamérica, como en muchas otras partes, recuperaron la libertad liderazgos políticos no improvisados, curtidos en luchas duras, que aprendieron el enorme valor de conquistar ventanas para el combate y gracias a ello hicieron confluir otros elementos en su estrategia, como naufragios económicos, cuarteaduras militares y presión directa de las potencias democráticas. Así acorralaron a los autócratas para la acción decisiva, el leñazo en las urnas. Fue por elecciones como el mundo recuperó la democracia, comenzando nada menos y nada más que por la Unión Soviética, cuya disolución la declaró Yeltsin, presidente electo de Rusia por el voto popular.
Las fuerzas opositoras ganaron claramente en muchos casos. En otros, los dictadores quisieron hacer fraude y esto los hundió, pero en cualquier caso la crisis de dominación tiene su punto de ruptura en las elecciones. Existen excepciones que confirman la regla, como el caso de esa versión de Drácula que se llamó Ceucescou en Rumania y algunas otras en las que fueron golpes militares o guerras civiles. El 18 de mayo 1980 la voluntad popular se expresó en elecciones generales después de 18 años, con el triunfo de Fernando Belaúnde Terry en Perú, quien derrota la dictadura con 46% de los votos. Los gobiernos civiles no pudieron con la crisis económica y el terrorismo, y luego de perderla en manos de la autocracia de Fujimori, la democracia regresa en 2000 cuando el Congreso destituye al dictador colapsado por el fraude que pretende hacerle a Alejandro Toledo, quien pasa a ser presidente.
Elección tras elección
En 1981 Ecuador se sacude las polainas y las charreteras gracias al proceso denominado “reestructuración jurídica del Estado” del general Rodríguez Lara, quien convocó un referéndum para escoger entre dos proyectos de constitución. Luego en los sufragios triunfó el líder del bloque democrático Jaime Roldós. La democracia se reinstala en Bolivia en 1982 después de casi 20 años de dictaduras militares cuando entregan el poder al presidente Hernán Siles Zuazo, ganador de las elecciones de 1980. El 30 de octubre de 1983 Raúl Alfonsín gana en Argentina con 51.7 % de los votos. El país venía de casi 8 años de dictaduras militares, entre las más sanguinarias de América Latina.
El dictador brasilero, general Ernesto Geisel inicia en 1974 una apertura controlada en la que suponía iba a burlarse de la oposición. La culminó su sucesor el general Joao Figuereido. Los líderes democráticos emprendieron una campaña por elecciones directas, a las que él se opuso. Los acuerdos Gobierno-oposición habían comenzado por la convocatoria a comicios regionales en los que ésta ganó las principales ciudades, pero el año siguiente se impuso el Gobierno en un final de fotografía, 43.20% a 43%. No faltó la consabida prédica de los duros, varios también consabidos teólogos de la liberación, y radicales de verdad, torturados y presos, que adujeran fraude para reclamar abstenerse y “no participar en la farsa”.
Diléctica de duros y blandos
Pero en 1984 el jefe opositor Tancredo Neves ganó las elecciones de segundo grado en el Congreso a Figuereido, quien cuando mordió el polvo, dijo a los opositores “espero que me olviden”, cosa que sabiamente hicieron. Los intentos de Carlos Marighella y otros “duros” entre ellos Dilma Rousseff, Rubens Tucunduva, Friederich Rohmann, Estela Borges, de derrotar la dictadura a tiros de pistola y niples, quedaron para la épica. En 1990 Rusia elige a Boris Yeltsin Presidente de la República con 57% de la votación. Un año después con los presidentes de Ucrania y Bielorusia, declaran la disolución de la Unión Soviética y crean la Comunidad de Estados Independientes. Argentina sale de la opresión una vez que la debacle de la Guerra de las Malvinas agrieta la hegemonía militar y en 1983 Raúl Alfonsín gana las elecciones.
De Nicaragua a Polonia
En Nicaragua Violeta, ama de casa destrozada que juró vengarse por el ruin asesinato de su inseparable marido Pedro Joaquín Chamorro, con el apoyo de Carlos Andrés Pérez propinó una paliza en 1990 a Daniel Ortega y sus nueve rudos comandantes de verdad, no galácticos ¿El despotismo chileno se derruye con el triunfo del NO en el plebiscito de 1988 o esa es una fantasía electorera? En México setenta años de “dictadura perfecta”, como la bautizó Vargas Llosa, implotaron cuando el PAN, la ridícula minoría de siempre, le da el varapalo electoral con Vicente Fox en 2000 y pone al país en la ruta del éxito. Calificadísimos filósofos políticos imaginaban eternos los totalitarismos comunistas.
Pero en Hungría el Partido Comunista, siempre heterodoxo por la dirección de Janos Kadar decide disolverse a instancias de su camarada Imre Poszgay, y cambian el nombre al país, de República Socialista, a República de Hungría, hasta las elecciones de 1990 en las que barren las fuerzas renovadoras. En Polonia de 1980 Lech Walesa funda el sindicato luego partido Solidaridad que aplasta en las elecciones de 1988 al general Jaruzelski, y la oposición obtiene 100 de los 100 escaños del Senado y 160 de los 161 diputados. La dictadura de Jaruzelski controlaba los poderes, los medios de comunicación y naturalmente el organismo electoral, pero no pudo con la insurrección electoral, y el líder democrático Tadeusz Mazowiecki se hace primer ministro.
tomado de Dossier 33
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