ANDRES HOYOS
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La mayor dificultad que desde siempre existe en el trato con las Farc
es meterse en los zapatos de sus militantes y, sobre todo, de sus
comandantes. Porque, aunque no nacieron así, la larga degradación del
conflicto los convirtió en mitómanos —uno sospecha que ni siquiera entre
ellos se dicen la verdad— y en psicópatas, es decir, personas a las que
únicamente les importan sus propios deseos, sus propias explicaciones,
sus propios intereses. Para ellos, el resto del mundo vale lo mismo que
una piedra de río. Les da igual lo que piensen Cuba, Venezuela, el
gobierno y el establecimiento colombianos, los campesinos, los obreros,
las madres, las viudas, los niños. Solo les importa justificar su vieja
lucha de cara al sesentón que les sale al espejo por las mañanas y ser
“bien” vistos, admirados y temidos por el pequeño contingente de
guerrilleros y milicianos que aún cree en ellos. ¿Qué los frena? El
miedo, pues no se puede olvidar que no negocian por gusto, sino porque
estaban —y están— perdiendo la guerra.
El presidente Santos,
haciendo caso omiso de lo anterior, empezó a hacer concesiones militares
antes de tiempo. Ahora esa alternativa desapareció: o las Farc ceden ya
en algo muy importante o tendrá que propinarles una serie de golpes
contundentes. A su favor tiene que el poder militar del Estado
colombiano sigue siendo de lejos superior al de las Farc. ¿Que hay un
riesgo en jugar la carta de la fuerza? Lo hay, pero es un riesgo
necesario. Pronto se verá si estos ataques fortalecen al ala militar de
las Farc o la arrinconan. Dicho de otro modo, si lo que al final quieren
los comandantes de las Farc es dejar de tomar mojitos en Cuba y volver a
la guerra, no hay modo de evitarlo. ¿Es eso? Ya lo sabremos.
Hará
bien, pues, el presidente en fijar un plazo para la firma del acuerdo,
plazo que, algo me dice, tendrá que vencerse a comienzos del año
entrante. Poner plazos en este tipo no es nada exótico. La negociación
nuclear entre Irán y P5+1 los tiene. Claro, una vez definida la fecha,
si el país quiere la paz tendrá que prepararse para la guerra, como
sugiere el dicho latino. No se puede perder de vista que el propósito
final es desarmar a las Farc de una forma u otra para que atrocidades
como la de la semana pasada no sigan ocurriendo.
Ahora bien, no
creo que la orden del ataque haya salido de La Habana. No porque el
secretariado sea incapaz de darla, sino porque no estaban preparados
para lo que pasó. Lo más probable es que la muy narcotizada columna
móvil Miller Perdomo haya decidido actuar por su cuenta para calmar el
hambre del caimán. Sucede que las Farc son por encima de todo una
organización armada, y un aparato militar que no se desarma, se
desmadra. Esta clase de estructuras hace inevitable que surjan Farcrim
tras la firma de la paz. La pregunta pertinente es si ya son dominantes
y/o en qué partes del país lo son.
Lo que se volvió imposible tras
el ataque del Cauca es un cese bilateral del fuego sin que las Farc se
concentren en zonas específicas, bajo estricta supervisión
internacional. El tiempo cada vez juega más en contra del proceso de
paz. Yo sigo siendo partidario del mismo, pero creo que es hora de
aplicar presión, mucha presión.
andreshoyos@elmalpensante.com, @andrewholes
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