martes, 21 de abril de 2015

LA MUERTE MAS LENTA

MIGUEL ANGEL SANTOS

Mucha gente por estos días se pregunta en qué anda Maduro, qué tiene en la cabeza. ¿Cómo es posible que haya decidido profundizar en una receta económica que sólo ha traído inflación, desabastecimiento y recesión, cuando esas fuerzas se vuelven hacia él como un boomerang, y amenazan su supervivencia política? Entre las hipótesis que más se han repetido prevalece la idea de que, o bien lo hace a propósito, para destruir aún más la economía y afianzar su control; o bien es presa de grupos de interés que se benefician del status quo, y le son esenciales para su precaria supervivencia. No le tengo mucha fe a la primera. Sí creo que hay algo de la segunda, pero no sé si alcanza para explicar en toda su extensión el disparate. Me gustaría proponer una idea diferente: Maduro ha escogido la muerte más lenta.
A mediados del año pasado, Rafael Ramírez se paseaba por Londres ofreciendo un paquete de ajustes de esos que ellos suelen llamar neoliberales, aunque no tengan nada que ver con el neoliberalismo. Los banqueros de inversión se hacían eco del road show y aconsejaban a los inversionistas llenarse los bolsillos de deuda venezolana. Y he aquí que, en algún momento, Maduro se deshizo de Ramírez y le dio la espalda al paquete. Quizás sospechaba que liberar el cambio, algunos precios, y aumentar la gasolina, lo iba a convertir en un blanco fácil dentro de la propia revolución. Es decir, una vez que él hubiese asumido el costo político, la tentación de obligarlo a dar un paso al costado bajo el argumento de que “ha destruido el legado de Chávez” y proponer un heredero más legítimo, se hacía ya demasiado grande. Esto que ustedes quieren hacer, no lo voy a hacer yo. Ustedes creen que yo soy frágil porque tengo 20% de popularidad, pero la verdad es que detrás de mí vienes tú, que tienes 6%, y tú, que no llegas a 1%. A fin de cuentas, aquí el único que cuenta con algún trazo de institucionalidad soy yo.
Maduro se inclinó por reorganizar la distribución del poder, y hacerle frente al barranco económico en toda su extensión, en un esfuerzo por ganar tiempo. Cada mes que pasa le hace falta un nuevo malabarismo. Primero fue el descuento de la deuda Dominicana, luego la emisión de deuda de Citgo, ahora el swap del oro. Y así. De aquí en adelante habrá que ponerse más creativo. Pero sigue vivo.
Las cifras apuntan hacia una disminución en las importaciones del primer trimestre que podrían estar alrededor de 18% y 32%. Aún así, el déficit de divisas proyectado para el año se mantendría alrededor de 12.000 millones de dólares. Se aproxima septiembre y octubre, con sus colosales pagos de deuda. En esa carrera hacia el abismo, ganar uno, dos o tres meses podría ser fundamental. Y hay maneras de darle la vuelta a los ominosos escenarios que muchos analistas - ya metidos en el agua hasta el cuello - insisten en señalar en caso de una cesación de pagos.
¿El embargo de los envíos de petróleo venezolano? Depende. Si el default se hace sobre los bonos soberanos, la mayoría de los abogados avezados en estas cosas opinan que sería muy difícil interrumpir el flujo comercial de Pdvsa. El problema está en que la mayoría de los vencimientos que se aproximan son precisamente de Pdvsa. ¿Y entonces? Podrían crear una nueva compañía, y traspasarle los activos de Pdvsa. Una vez consumada la operación, el default lo produciría una entidad inerte, ahogada entre sus deudas y sin mayores activos que embargar. Es sólo una posibilidad. Es eso, o recortar las importaciones en una magnitud próxima a 40% o 50%, hasta niveles similares a los del año 2004. El default no tiene sentido a largo plazo, ni siquiera a mediano, pero Maduro cuenta en términos de días, semanas, no sé si llegue a pensar en términos de meses. Es un callejón sin salida, que terminará por destruir la economía, pero prolongaría aún más su vidrioso mandato. Ha preferido esta muerte.

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