viernes, 17 de abril de 2015

CUBA: FALLÓ LA HISTORIA


ANDRÉS HOYOS

Antes que contabilizar en forma minuciosa las ventajas y desventajas de una coyuntura, conviene medir el triunfo o el fracaso del hermano menor del comandante a la luz del futuro probable del régimen cubano y de las ideas en las que se apoya. Si el castrismo encarna el porvenir, entonces los hechos recientes le dan un oxígeno considerable. Si no, la cumbre es otro clavo más para el ataúd.
Una paradoja de nuestra época es que al tiempo que Estados Unidos se ha debilitado en el subcontinente, sus rivales regionales no se están fortaleciendo. Viene, pues, un cambio y ganará la partida quien lo aproveche mejor. Lleva en ello obvia ventaja Estados Unidos, ya que apenas tendrá que alterar una parte de su política, mientras que en Cuba y en aquellos países con economías inviables son las propias estructuras económicas y políticas las que están en juego. Ningún dictador, sobre todo si lleva décadas mandando, cambia por gusto. ¿Qué sentido tiene modificar tu receta si es ganadora? No, el poder cambia cuando no hay de otra.
Fidel Castro dijo famosamente en 1953: “La historia me absolverá”. Pues bien, ha estado 56 años en el poder, ahora representado por Raúl, y en estos días acaba de realizarse la primera encuesta que se conozca sobre las preferencias de los cubanos. En ella los hermanos Castro se rajan. La muestra fue tomada en forma clandestina por la compañía Bendixen & Amandi para Univisión y el Washington Post (ver: http://bit.ly/1FGSPDP) y su base es bastante amplia. Destaquemos un solo dato: entre los menores de 49 años, Fidel Castro tiene una aprobación del 42%, Raúl Castro del 45%, en tanto que Obama llega al 83% en ese mismo grupo de edad y al 80% en la totalidad de los encuestados. De resto, los cubanos jóvenes desaprueban el sistema económico, quieren abrir sus propios negocios o vivir fuera del país, no creen que la dictadura se vaya a ablandar y desean un cambio, casi cualquier cambio. Contradicen, sí, al exilio de Miami en que están abrumadoramente a favor de la apertura de relaciones con Estados Unidos y del fin del bloqueo. La encuesta desnuda la realidad cubana y puede leerse en clave de futuro: viene algo muy distinto, de eso no cabe duda.
Y pensar que todo comenzó como una saga romántica, llena de discursos altisonantes y de machismo lírico, que proponía la creación de un “hombre nuevo”, ni más ni menos. ¿Había que matar por el camino a muchos miles? No le hace. El lema era: “vencer o morir”. Pero según se vio en Panamá con un Raúl Castro envejecido al que su secretario tenía que recordarle tiro por tiro los detalles de su largo memorial de agravios, los héroes románticos de todo tipo terminan atrapados por la historia y envejecen mal, entre otras razones, por narcisos y porque no saben cambiar. La de Cuba es también la historia de las oportunidades perdidas. Pronto el timón caerá en nuevas manos y ni una larga estampida de canciones revolucionarias, salpicada de imprecaciones antiimperialistas, podrá evitar los virajes. La pregunta no es si habrá cambio en la isla, sino si se hará a ritmo de rumba, de mambo o de bolero.

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