EMILIO NOUEL V.
Lo dicho. Más que en lo sustantivo, en lo permanente que
estaba en la agenda oficial, la Cumbre se concentró en el asunto que más centimetraje
mediático iba a producir: la “bendición” multilateral de la reconciliación entre
EEUU y Cuba, asunto que, por lo demás, no es de poca monta, y su trascendencia
es evidente para el vecindario hemisférico, aunque haya que esperar todavía sus
resultados concretos.
No obstante, deseo más bien referirme, más allá de los
discursos que pudimos presenciar por tv, del lamentable y fracasado papel del
gobierno venezolano y de los efectos que pueda tener esta reunión en lo
sucesivo, a un tema que me luce de honda significación para las relaciones
políticas y económicas de nuestro continente.
“We are all americans”
ha dicho el señor Obama a propósito del inicio del reencuentro con Cuba.
A pesar de que el presidente norteamericano, al comienzo de su
primer mandato, era poco lo que conocía de sus vecinos del hemisferio -nunca
pisó en su vida país alguno al sur del Rio Bravo- esta frase, 6 años después,
denota un cambio importante de su visión, lo cual en un norteamericano típico
ya es decir mucho.
Con este “Todos somos
americanos”, Obama retoma el discurso que desde finales del siglo XVIII y
arranques del XIX, los founding fathers
del Norte, Centro y Suramérica enarbolaron al lanzarse a la aventura independentista
y enfrentar a los imperios europeos.
En aquellos años se oían las expresiones: “El nuevo mundo es nuestra patria”, “la causa de América”, “americanidad”, “los pueblos del continente americano” y el
estigmatizado “América para los
americanos”. El “Todos somos americanos”, lo asumieron
entonces Jefferson, Viscardo, Madison, Miranda, Clay, Bolivar, Nariño, Hamilton,
Martins, Adams, entre otros.
La idea de unión de nuestro
hemisferio estaba en semilla mucho antes de la independencia. Cuando se lee a
los hombres públicos de la época, se identifica un sentimiento, pensamientos y
aspiraciones compartidos, más allá de las diferencias entre “anglos” e hispanos. A Pensilvania iban
los revolucionarios hispanos a conspirar contra España. Un venezolano, García
de Sena, traduce a Thomas Paine al español. Miranda busca apoyo en EEUU y lo
consigue, e invade a Venezuela; un hijo de John Adams es capturado en esta
acción.
Luego vinieron los desencuentros,
no solo los de hispanoamérica con EEUU sino también, y sobre todo, entre los
mismos latinoamericanos, hasta que a mediados del siglo XX se comenzaron a enderezar
las cargas.
Luego de la guerra que había ganado
EEUU con los aliados, se abrían nuevos horizontes. Aparece la OEA y otras
instituciones regionales.
Muchos pensadores del hemisferio,
apartando resentimientos históricos sobre anteriores conductas de gobiernos
estadounidenses, recordaban, como Picón Salas, “la común misión de América, la
teoría de la concordia y esperanza del Nuevo Mundo, que antes aproximara el pensamiento emancipador y americanista de las dos
zonas e hiciera dialogar a Jefferson y Francisco de Miranda”.
Pero nunca faltaron los que se
mantenían en sus trece, obsesionados con lo que representaba EEUU para el
continente y el mundo, particularmente, la izquierda anacrónica latinoamericana,
sin olvidar factores ubicados en la derecha política. Carlos Rangel lo decía,
EEUU representaba un escándalo humillante para Latinoamérica, la cual no daba
al mundo ni se daba a sí misma una explicación aceptable de su fracaso
relativo; de allí que con el tiempo comenzara a racionalizar y atribuir la
situación de atraso, las carencias y los diversos problemas de América Latina,
al país triunfador convertido en potencia.
Sin
olvidar otras conductas reprochables
del gobierno de EEUU, en la actualidad estamos frente a otra realidad.
Ese
país, aunque siga siendo el más poderoso de la tierra, ya no es único
poder, pero
es nuestro vecino y principal socio económico, además, es una gran
nación con la que podemos tener vínculos de gran provecho mutuo.
La visión hemisférica de Obama,
sin duda, representa un cambio sustantivo y una autocrítica sobre el manejo de las
relaciones exteriores de su país. Hasta no hace muchas décadas, éstas, en el
fondo, han sido producto del desconocimiento recíproco y una incomprensión
mutua entre Latinoamericanos y estadounidenses. Los que viven del resentimiento
histórico y machaconamente recuerdan agravios pasados, con esta actitud se
cierran no solo al presente, sino también al futuro que necesariamente debemos
compartir con todos los países del continente, sin excepción.
El mexicano Enrique Krauze lo ha
subrayado muy bien para el caso EEUU-México, observación que puede ser
trasladada a toda América: “conocernos
antes que condenarnos”. No nos conocemos, nos ignoramos y hasta nos hemos despreciado
mutuamente.
Porque no es verdad que los males
de los latinoamericanos tengan como causa EEUU. Es una gran mentira que gustan
repetir los demagogos de todo pelaje, para ganar adeptos en sus electorados.
Como tampoco es verdad que algunos gobiernos de EEUU no hayan cometido significativos
errores en su conducta internacional.
La Cumbre de las Américas dejó
claro que EEUU comienza a recuperar gran parte del liderazgo perdido en los
últimos tiempos. Aun está por verse si los próximos gobiernos en ese país
continúan por esa senda.
Esta Cumbre también mostró que
los liderazgos obsoletos, mediocres y fracasados, como el del gobierno
venezolano, están en franco declive.
Países grandes, medianos y
pequeños del hemisferio formamos un bloque cuya potencialidad política y
económica es enorme; de allí la necesidad del entendimiento respetuoso, la estrecha
cooperación y una integración que a todos traiga beneficios.
Una sola es América en su
diversidad. La historia, la política, la economía y los valores compartidos nos
unen en un gran conglomerado. Todos somos americanos, sin duda.
@ENouelV
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