SILVIA AYUSO
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha notificado este martes al Congreso su intención de sacar a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, un paso clave -y largamente esperado- en el proceso de normalización de relaciones con la isla iniciado el 17 de diciembre.
La decisión tiene lugar tres días después de la histórica reunión de Obama
con el presidente cubano, Raúl Castro, en Panamá, durante la Cumbre de
las Américas. La cita, el primer encuentro formal entre un presidente
estadounidense y uno cubano en más de medio siglo, escenificó un cambio
radical de política bilateral apuntalado ahora con la decisión de Obama.
La Habana no ha tardado en saludar el anuncio de Obama como una decisión "justa".
"El Gobierno de Cuba reconoce la justa decisión tomada por el
Presidente de los Estados Unidos de eliminar a Cuba de una lista en la
que nunca debió ser incluida", ha declarado la jefa de las negociaciones
con Washington, Josefina Vidal. "Cuba rechaza y condena todos los actos
de terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, así como cualquier
acción que tenga por objeto alentar, apoyar, financiar o encubrir actos
terroristas", ha agregado en un comunicado.
Cuba ingresó en la lista negra elaborada por el Departamento de
Estado en 1982 por lo que Washington consideraba un apoyo probado a
grupos armados marxistas en América Latina, así como a elementos de ETA y
de las FARC a los que proporcionaba refugio en su territorio. Desde el
comienzo, La Habana condenó como “injustificable” su presencia en un
informe que implica la imposición de sanciones económicas y políticas a
los señalados.
En el caso cubano, debido al embargo que pesa sobre la isla -y que
solo puede derogar, en última instancia, el Congreso norteamericano- la
salida de la isla tendrá pocos efectos prácticos en materia de
eliminación de sanciones. Pero sí podría ayudar, entre otros, a que la Sección de Intereses cubana en Washington encuentre por fin un banco que lleve sus operaciones bancarias,
algo que no ha logrado desde que hace más de un año la institución con
la que trabajaba dejó de realizar estas transacciones. Para La Habana
además, no figurar en esa lista era una cuestión de prestigio político.
Según la notificación de Obama al Congreso,
el presidente estadounidense “certifica” ahora que el Gobierno cubano,
en los últimos seis meses, “no ha proporcionado ningún apoyo al
terrorismo internacional y que, además, “ha proporcionado garantías de
que no apoyará actos de terrorismo internacional en el futuro”.
Esos eran los dos requisitos que exige la ley para sacar a Cuba de la
denostada lista, un proceso que entrará en vigor 45 días después de la
notificación de este martes. Entretanto, el Congreso puede intentar
revocar la decisión mediante una resolución conjunta. Pero para que
Obama no vete a su vez esa resolución, necesitaría unas mayorías
contundentes más que difíciles de conseguir en este caso, ya que hay un
buen número de legisladores, tanto demócratas como republicanos, que
apoyan la normalización de relaciones con Cuba, una larga demanda de toda América Latina.
Lo único que faltaba era el visto bueno presidencial. El secretario
de Estado, John Kerry, que había sido encargado de la revisión del caso
cubano el mismo día en que Obama y Castro anunciaron la normalización de
relaciones en diciembre, ya le había informado al mandatario la semana pasada de su recomendación de sacar a Cuba de la lista negra de terrorismo.
De hecho, se esperaba que Obama anunciara su decisión en algún momento
en Panamá, aprovechando el impulso que supuso la primera cita bilateral
que se llevó toda la atención de la primera Cumbre de las Américas a la
que había sido invitado el Gobierno de la isla.
La salida de Cuba de la lista negra donde también figuran Irán, Sudán
y Siria se daba prácticamente por descontada, en vista de que el
Departamento de Estado hacía tiempo que había reconocido entre otros la
cooperación de La Habana con Madrid y Bogotá. Cuba alberga de hecho las
negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las
FARC.
“Seguiremos teniendo diferencias con el Gobierno cubano, pero
nuestras inquietudes respecto a un amplio espectro de políticas y
acciones cubanas no forman parte de los criterios relevantes para
mantener a Cuba en la lista” negra, dijo el portavoz de Obama, Josh
Earnest, en un comunicado.
“Las circunstancias han cambiado desde 1982, cuando Cuba fue incluida
por sus esfuerzos por promover una revolución armada por fuerzas en
América Latina”, recordó por su parte Kerry. “Nuestro hemisferio, y el
mundo, es muy diferente de como era hace 33 años”, agregó en una
declaración.
El siguiente paso en el proceso de normalización debería ser la reapertura de sendas embajadas
tanto en Washington como en La Habana, otro de los procesos que parecen
resistirse, sin que ninguna de las partes explique el porqué de la
tardanza. Ambos gobiernos han advertido además de que la salida de Cuba
de la lista negra ahora anunciada y la reapertura de las embajadas son
la parte relativamente más fácil de un proceso de normalización de relaciones que será largo y difícil.
Aplausos y críticas a la salida de Cuba de la lista negra
S. Ayuso
Por muy esperada que fuera, la decisión del presidente
estadounidense, Barack Obama, de sacar a Cuba de la lista negra de
Estados patrocinadores del terrorismo ha sido recibida con un aluvión de
reacciones, tanto positivas como altamente críticas, de un Congreso que
ahora tiene 45 días para intentar revertir la medida, algo considerado
muy difícil.
Entre este último grupo destaca la respuesta del senador republicano
por Florida y, desde el lunes, candidato presidencial Marco Rubio, quien
ha tachado de “lamentable” la decisión de Obama.
“Cuba, sin duda, es un país que apoya el terrorismo”, ha declarado
Rubio, de origen cubano y para quien la decisión de la Casa Blanca “va a
mandar un mensaje muy peligroso a los enemigos y a los terroristas”.
También los congresistas republicanos de Florida de origen cubano
Mario Díaz Balart e Ileana Ros-Lehtinen han puesto el grito en el cielo
con una “vergonzosa” decisión que, sostienen, no solo pone en juego la
seguridad nacional sino que significa “ceder a las demandas” del
Gobierno cubano.
Más que una cuestión de republicanos-demócratas, el rechazo o
aprobación a la decisión de Obama obedece a ideales que trascienden
partidos, como lo demuestra el hecho de que el senador demócrata -pero
también de origen cubano- Bob Menéndez se haya unido a las críticas al
presidente demócrata.
“Sacar a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo
envía el mensaje equivocado a Cuba y a los otros Estados patrocinadores
del terrorismo”, lamentó.
Por el contrario, el senador republicano Jeff Flake, que ha apoyado
activamente l proceso de normalización de relaciones con Cuba, saludó un
paso “positivo” que debería haberse dado “hace mucho tiempo”.
También la líder de la minoría demócrata de la Cámara de
Representantes, Nancy Pelosi, ha felicitado a Obama por un paso que
“avanza la histórica normalización de relaciones entre nuestros países” y
facilitará, entre otros “la apertura de nuevos mercados para bancos y
negocios estadounidenses, y nuevas oportunidades para el pueblo cubano”.
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