ANDRES OPPEMHEIMER
EL NUEVO HERALD
El apretón de manos entre el presidente
Obama y el gobernante cubano general Raúl Castro no fue el único síntoma
de un cambio de vientos políticos en la Cumbre de las Américas: gran
parte de la región dio muestras de una creciente fatiga ideológica, y de
un anhelo de pragmatismo.
Claro que hubo los discursos habituales
de Cuba, Venezuela, Ecuador y otros países autoritarios culpando al
“imperialismo” estadounidense de sus problemas internos, pero la mayor
parte de lo que ocurrió en la cumbre mostro una clara pérdida de
influencia de Venezuela en la región, y un deseo por la mayoría de los
países de no antagonizar a los Estados Unidos.
La economía latinoamericana está pasando
por uno de sus peores momentos de los últimos 15 años tras el desplome
de los precios de las materias primas, según datos de las Naciones
Unidas. Y con China pasando por una desaceleración económica, Rusia en
bancarrota y Europa estancada, muchos países latinoamericanos ven el
crecimiento de la economía estadounidense como su mejor apuesta para
aumentar sus exportaciones y buscar nuevas inversiones.
Entre los síntomas de los cambios políticos que vi en la cumbre:
En primer lugar, Venezuela no logró un
consenso para una declaración final de la cumbre que condenara el
reciente decreto ejecutivo de Obama negando visas de entrada a Estados
Unidos y congelando los depósitos bancarios de siete figuras del
gobierno venezolano acusados de violaciones de derechos humanos y
corrupción, según dijeron funcionarios panameños horas antes de
finalizar el evento.
El presidente venezolano, Nicolás
Maduro, había propuesto tres párrafos en el borrador de la declaración
final de la cumbre en la que todos los países participantes rechazaban
las “medidas unilaterales coercitivas” de Estados Unidos.
Sin embargo, Maduro no consiguió un
apoyo masivo para esa declaración, ni siquiera para una versión más
aguada de la misma que no mencionara a Estados Unidos por su nombre. En
cambio, la cumbre decidió no emitir una declaración final, y solo
acordar algunos mandatos concretos, como la creación de una Red
Panamericana de la Calidad de la Educación, según los funcionarios
panameños.
En segundo lugar, tras una declaración
conjunta de 26 ex presidentes latinoamericanos y españoles que
criticaron a los gobiernos de la región por su silencio cómplice ante el
encarcelamiento de líderes de la oposición en Venezuela, varios jefes
de Estado tomaron cierta distancia de Maduro en materia de derechos
humanos.
La presidente de Brasil, Dilma Rousseff,
dijo en una entrevista con Patricia Janiot de CNN en Español que
“Nosotros no creemos que la oposición debe ser encarcelada, a menos que
haya cometido un delito,” en Venezuela.
Del mismo modo, el nuevo presidente de
Uruguay, Tabaré Vázquez participó junto a Obama en un Foro de la
Sociedad Civil, que incluyó a líderes de la oposición cubana y
activistas de la sociedad civil venezolana. El predecesor de Vásquez,
José Mujica había sido mucho más cercano a Venezuela y Cuba.
En tercer lugar, los presidentes del
Caribe y Centroamérica, la mayoría de cuyos países dependen en gran
medida de los subsidios petroleros de Venezuela, se reunieron
separadamente con Obama durante el viaje del presidente de Estados
Unidos a Jamaica y Panamá, en las que solicitaron ayuda estadounidense
para resolver sus problemas energéticos.
Muchos países de la Cuenca del Caribe
temen que Venezuela recorte aún más sus subsidios petroleros de
Petrocaribe. La economía de Venezuela caerá un siete por ciento este
año, lo que equivaldría a la crisis económica más dramática en América
Latina, según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional.
Muchos diplomáticos coinciden en que el
temor a un desplome económico y político en Venezuela fue una de las
principales motivaciones que llevaron a Cuba a negociar una
normalización de las relaciones con Estados Unidos.
Finalmente, los líderes de Brasil,
Argentina, Chile y varios otros países latinoamericanos están
políticamente debilitados por problemas internos, incluyendo escándalos
de corrupción, y no tienen mucha fuerza para iniciar batallas políticas
contra Estados Unidos.
“Por primera vez en los últimos años,
Washington está llevando a cabo una diplomacia inteligente, que comenzó
con el anuncio de una normalización de las relaciones con Cuba”, dice
José Miguel Vivanco, del grupo de derechos humanos Human Rights Watch.
“Eso ayudó a desarmar el clima antiestadounidense que habíamos visto en
cumbres anteriores”.
Mi opinión: Hay un cambio de los vientos
económicos en América Latina, que se está traduciendo — de manera
lenta, pero segura — en un cambio de los vientos políticos.
Antes de la cumbre, muchos pensaban que
Maduro se robaría el show obteniendo un respaldo masivo para una
declaración final que rechazaría las sanciones de Estado Unidos a los
siete funcionarios venezolanos. Pero Maduro no lo logró.
En cambio, el apretón de manos entre
Obama y Castro en la noche de apertura de la cumbre — aunque signado por
la frialdad y la desconfianza — fue el centro de atención de todos.
Puede ser el símbolo de un nuevo pragmatismo en las relaciones
interamericanas, forzado por la nueva realidad económica mundial.
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