OSCAR HERNANDEZ BERNALETTE
No son pocas las razones para
estar alarmados. Entre tantos problemas en América Latina, descubrimos
que no superamos el epicentro de nuestra tragedia mayor que no es la
pobreza sino la el nivel bochornoso de corrupción que existe en nuestra
región. Los escándalos están a la orden del día. Brasil y Petrobras,
Chile y el hijo de la Bachelet, Guatemala y la vicepresidencia, México y
la esposa del presidente, Argentina y los Kirchner, Panamá y el
expresidente Micheletti. El más asombroso de todos, la gran corrupción
que se ha generado en la Venezuela petrolera y revolucionaria.
Las
corruptelas del pasado se quedaron como bebé de pecho con lo que aquí
en la tierra de Bolívar esta pasando. Un general patria o muerte contra
el capitalismo, recordado por el famoso “Dakazo”, hoy imputado por
corrupción en la adquisición de unos barcos a España; el cuestionado
gobernador chavista de Aragua confirma que su antecesor era un corrupto,
y, por el otro lado, la gran mayoría del país sospecha de la poca
transparencia de la clase política. La población distingue que la nación
está sumergida en tamañas corrupciones que son lavadas en múltiples
paraísos fiscales o en adquisición de propiedades alrededor del mundo.
Los
más perjudicados por las avaricias de unos pocos son nuestros pueblos.
Cuántos hospitales, carreteras, escuelas se dejan de hacer porque unos
cuantos le meten la mano a los dineros que no les pertenecen, que no los
han trabajado. Cómo esperar que los más necesitados no sigan el ejemplo
que les dan sus líderes. Que se rebusquen como raspacupos o
“bachaqueros”.
Se necesita una cruzada nacional e internacional para frenar y recuperar parte de lo mal habido.
Sí
se requiere cooperación internacional y aplicación de las normas que
existen para combatir la corrupción y el lavado de capitales. No serán
pocos en los gobiernos los que se abrasen a las banderas y a la retórica
de la soberanía para al final, igual que con la violación de los
derechos humanos, no aceptar injerencia externa.
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