SANTIAGO CANTÓN
En la noche del 23 de agosto de 1572, comenzó en París la Matanza de
San Bartolomé, donde el fanatismo católico asesinó a miles de hugonotes.
El pensador y jurista Jean Bodin, impactado por la matanza y los
debates en torno al futuro de Francia, publicó el tratado de filosofía
política Los Seis Libros de la República. En esa obra, se define por primera vez la palabra soberanía como el “poder absoluto y perpetuo de una República”.
A partir de ese momento, el concepto de soberanía ocupó el centro de
las relaciones internacionales. El muro de la soberanía absoluta de
Bodin, fue lentamente cediendo algunos pequeños espacios gracias al
avance del constitucionalismo y los derechos individuales. Los
tribunales internacionales para condenar la esclavitud, los convenios de
Ginebra, los juicios de Núremberg y las Naciones Unidas, son algunos de
los hitos que fueron limitando el concepto de soberanía absoluta.
Sin embargo, a pesar de esas limitaciones, muchos gobiernos,
escondidos detrás de la soberanía, continuaban asesinando y torturando,
sin que otras naciones pudieran hacer nada para evitarlo. El gran golpe a
ese muro infranqueable de la soberanía, se dio el 10 de diciembre de
1948, con la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos y la creación de mecanismos de supervisión. A partir de ese
momento, al muro de la soberanía se le abrió una puerta para que pasen
los Estados y colectivamente protejan los derechos humanos.
En nuestra región, ese paso se dio con la aprobación de la
Declaración Americana, y la creación de la Comisión y Corte
Interamericanas. Asimismo, otras organizaciones intergubernamentales
como la OEA, Mercosur y Unasur, también desarrollaron mecanismos de
protección colectiva.
Sin perjuicio de estos avances, a juzgar por el silencio de nuestros
gobiernos y organizaciones intergubernamentales, frente a las
violaciones a los derechos humanos en Venezuela, pareciera que aun no se
han enterado que la definición de soberanía de hace 400 años cambió
drásticamente en 1948 y que están obligados a cumplir una función de
garantes colectivos de los derechos humanos.
Frente a las denuncias de violaciones a los derechos humanos, tanto
Maduro como Chávez se escondieron detrás del escudo de la soberanía para
rechazar las acusaciones. Usaron el mismo argumento que las dictaduras y
autoritarismos de décadas pasadas, o más recientemente Fujimori en Perú
y Martinelli en la Honduras del golpe de estado.
La abrumadora lista de violaciones en Venezuela, se resume en lo
expresado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 2009:
“la intolerancia política, la falta de independencia de los poderes del
Estado, las restricciones a la libertad de expresión y a la protesta
pacífica, la existencia de un ambiente hostil para el libre ejercicio de
la participación política en disenso y para la actividad de monitoreo
por parte de las organizaciones de derechos humanos, la inseguridad
ciudadana, la violencia que afecta a las personas privadas de su
libertad, a sindicalistas, a mujeres y a campesinos, y sobre todo la
impunidad en la que se encuentran los casos de violaciones a los
derechos humanos, son factores que contribuyen al debilitamiento del
Estado de Derecho y la democracia en Venezuela y han tenido como
consecuencia serias restricciones al pleno goce de los derechos humanos
reconocidos en la Convención Americana”.
A esta alarmante lista, se le deben agregar los presos políticos y
las ejecuciones extrajudiciales. ¿Cuantas violaciones más hacen falta
para que América Latina reaccione? Los gritos de dolor de las personas
torturadas en La Tumba, la cárcel oculta cinco pisos por debajo de Caracas, son respondidos con el silencio sepulcral de nuestros gobernantes.
Los gobiernos auto etiquetados progresistas ignoran las
violaciones a los derechos humanos con el argumento de que es una
conspiración de la derecha internacional. La reciente incorporación del
ex presidente del gobierno español, Felipe González, del Partido
Socialista Obrero Español, para defender a los presos políticos, los
dejó sin argumentos. Después de todo, Felipe, junto a Olof Palme y
François Mitterrand, son los europeos que más han hecho por la
democracia, los derechos humanos, y el progresismo en la América Latina
del Siglo XX. Coherente con la soberanía absoluta de monarca medieval,
el Presidente Maduro, por medio de sus pusilánimes parlamentarios, no
demoró en declararlo persona non grata. Vergonzosamente, aún se están esperando las voces del progresismo latinoamericano en defensa de Felipe.
Además de acuñar la palabra soberanía y de escribir uno de los tratados de filosofía política mas influyentes en la era moderna, Jean Bodin también escribió la Demonomanía de las Brujas,
tratado por el cual no es tan conocido, en donde Bodin explica como
enjuiciar a las brujas y demonios, para quemarlos en la hoguera y evitar
que propaguen el mal sobre la tierra. Considerando la habilidad del
Presidente Maduro de recibir instrucciones del mas allá, mediante los
mensajes que le envía un pajarito chiquitico, puede ser que sea necesario que nuestros gobernantes envíen a los archivos los Seis Libros de la República y desempolven la Demonomanía de las Brujas. Tal vez con brujas y demonios, puedan evitar que continúen violando los derechos humanos en Venezuela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario