lunes, 29 de agosto de 2016

HABLEMOS DE LA MUD


Pedro Luis Echeverria

Una familia disfuncional es una familia en la que los conflictos, la mala conducta, y muchas veces el abuso por parte de los miembros individuales se producen continua y regularmente, lo que lleva a otros miembros a acomodarse o incomodarse con tales acciones.(Wikipedia)

Según los expertos, en las familias disfuncionales hay falta de empatía, comprensión y sensibilidad hacia ciertos miembros de la misma; la negativa a reconocer el comportamiento abusivo de algunos miembros; inadecuados o inexistentes límites para acotar la acción de cada quién; falta de respeto a los límites de otros; intensas luchas internas con argumentaciones insuficientes o no bien sustentadas; desigualdad o trato injusto en la observancia de las normas comunes. Esta situación, generalmente determina que la sumatoria de las capacidades individuales de los miembros, no genere la suficiente sinergia que maximice la disposición y efectividad  para la  acción de la familia como un todo.
Esa condición de disfuncionalidad interna parece ser el mal que aqueja a la forma de organización unitaria que las variadas visiones opositoras al gobierno han constituido y que muchos critican por las insuficiencias de su accionar  y/o  por las erráticas opciones estratégicas que ha tratado de establecer. Son poderosas, y podríamos decir que hasta legítimas, las razones que esgrimen sus detractores para cuestionarla. Todos, alguna vez, hemos escudriñado en los planteamientos de la MUD y hemos formulado acerbas críticas. Pero, si nos proponemos objetivamente a  analizar la trayectoria de la MUD desde su creación y tomando en consideración las diversas causas de su presunta disfuncionalidad, debemos, por una parte, concluir que son más los logros alcanzados que los fracasos o errores cometidos y por la otra, que la experiencia transitada le ha provisto a la sociedad civil venezolana de una mayor capacidad política para la movilización y para la organización. El no haber podido alcanzado ciertos objetivos, por las razones que sean, no significa que la motivación fundacional de la MUD haya sido un principio equivocado al que hay ahora que sustituir sin disponer de un claro conocimiento de cuál habría de ser la figura alternativa.
Lo que corresponde ahora es nuclearse alrededor de la organización existente, fortalecerla y propiciar, dentro de su seno, los entendimientos que sean necesarios. Lo que ha ocurrido y ocurre en el país plantea una ruptura y deslinde definitivos con el régimen, que  no admite marcha atrás. Hay que retomar los valores que nos unen como la familia que somos y que tiene como objetivos comunes la búsqueda del progreso y bienestar de sus miembros, la consolidación de la república, garantizar la paz, generar crecimiento y  sentar las bases para una sociedad democrática y liberal. Estas motivaciones necesitan para concretarse de la unidad; del diálogo fecundo al interior de la familia y no la diatriba, el odio mellizal, ni la descalificación. Necesita del impulso creador y unitario de sus miembros y no de las iniciativas individuales por justas y necesarias que éstas se consideren. Los problemas y disentimientos  deben convertirse en las esperanzas del porvenir si es que queremos cambiar el estado actual de la Venezuela de hoy. El régimen existente ha perdido toda legitimidad, no pudo garantizar una vida tranquila y próspera a los venezolanos; ha defraudado las expectativas creadas con la bonanza de la que dispuso y es nuestro derecho y deber ciudadano propiciar democráticamente el término de su mandato.
La oposición, renovada en sus valores, conceptos y formas de organización internas y nucleada unitariamente debe decirle y hacerle entender al país por qué se ha llegado a esta situación y qué debemos hacer para revertirla y de este modo poder reinventarnos para el futuro. Todo ello con  actitudes y señales claras de modernización, de vocación verdaderamente unitaria y de inclusión y participación a todos los que queremos una Venezuela distinta con un orden de institucionalidad y legalidad donde predominen las ideas para avanzar y no las improntas de un advenedizo que se pretenda erigir en otro “salvador de la patria”. Sin una férrea unidad opositora no será posible concretar las expectativas de una sociedad que reclama el cambio de las autoridades que desgobiernan y de su estilo de gobernar.  En consecuencia, se hace perentorio, impostergable y obligante para  las organizaciones políticas y sus dirigentes, nucleados en la MUD, arbitrar y desarrollar una adecuada y mejor sintonía con las necesidades y urgencias del sufrido pueblo venezolano.


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