miércoles, 23 de mayo de 2018

Diez notas sobre el 20 de mayo y sus alrededores
 
Socrates Ramirez 
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El poder sigue estando del lado de la gente quien impuso su conciencia a la mentira.
  1. El propio absurdo de las cifras oficiales —producto de un proceso viciado desde su convocatoria y, por lo tanto, con números carentes de validez— deja muy mal parada a la dictadura en su objetivo de imponer una apariencia. Para construir esa cifra jugaron factores como la alta abstención difícil de ser ocultada; un chavismo fiel que votó; otro tanto que burló los mecanismos de control sobre el voto, o que simplemente no se plegó a ellos; el escaso fuelle de unos candidatos de oposición que no lograron captar el interés de un electorado sin liderazgo; la ausencia de testigos que opusiesen resistencia o denunciaran la alteración de registro de votos en máquinas, urnas y cuadernos; y el amedrentamiento, la amenaza y el control social a través de la promesa de comida y dinero.
  2. Henri Falcón y Javier Bertucci, en ningún contexto, tenían manera de conocer realmente la cantidad de sus propios votos y los de Nicolás Maduro. En ese sentido, acudieron a una cita donde, a falta de una ajustada maquinaria de testigos, sólo podían tener votos adjudicados, según los escenarios y planes del chavismo. En las zonas populares urbanas el CNE desagregó grandes centros electorales en pequeños centros muy cercanos entre sí, formados por apenas una o dos mesas. El propósito fue complicar la estructura de una red de testigos, aumentar y facilitar el control de los equipos menesterosos del régimen y desestimular el interés opositor en el marcaje de estos centros que a simple vista no concentraban muchos votos.
La ausencia de una red de testigos refuerza la idea que el Gobierno necesitaba una alta participación general cuya repartición habría manipulado sin mayores costos, pues sus adversarios no tendrían medios para demostrarlo. De haber ganado, Henri Falcón no hubiese tenido medios para saberlo y defenderse.
  1. Quizá por el hecho de que Falcón obtuviese una votación por debajo de las expectativas creadas por su campaña y por los estudios de opinión –y porque se haya negado a una manipulación de las cifras provenientes de los centros (donde habrían sido previamente alteradas)– el CNE le adjudicó casi dos millones de votos con el fin de avergonzarlo.
El Gobierno escogió para sí un escenario peligroso donde terminó privilegiando la diferencia con el contrario más próximo antes que la participación electoral. Esto lo llevará a anclarse en la narrativa de triunfo con una exorbitante mayoría de votos donde por ningún lado aparecerá el porcentaje que tales votos representan en el Registro Electoral.
Cabe entonces preguntarse sobre el objetivo de la mentira oficial respecto a los resultados. La abstención le dificultó al Gobierno barnizar los comicios con resultados típicos de un sistema competitivo caracterizado por cifras no extremas entre candidatos. Al final escogió la fotografía de los sistemas electorales de partido único o de partidos hegemónicos con oposiciones fantasmas, donde usualmente al candidato oficial terminan asignándole una altísima votación y un enorme margen de distancia frente a la oposición, si la hubiere.
  1. El Gobierno queda en una posición de franca debilidad de la que solamente pudiera salir fortalecido si los desaciertos de la oposición siguen su curso. Su mentira no logró calar en el país ni en la comunidad internacional. Ahora se enfrenta a una población que se sabe tiranizada y arruinada por una minoría, a lo que se sumará la escalada de la presión internacional a través de más sanciones. Es probable que el desarrollo general del proceso, la caída numérica del chavismo real, y el temor sobre las consecuencias de la presión internacional, generen grandes tensiones a lo interno del bloque de poder poniendo en riesgo su unidad y el equilibrio del frágil nuevo comienzo de Maduro.
  2. Las oposiciones han encontrado un punto de acuerdo: el desconocimiento de las elecciones y la exigencia de repetición bajo condiciones transparentes. Sin embargo, subsiste un punto de discrepancia: la abstención. Henri Falcón luce convencido de que perdió debido a la abstención estimulada por la MUD y la MUD está a poco de caer en la tentación de sellar con su autoría la decisión tomada por la mayoría de electores que no votaron. Lo cierto es que, si bien la MUD llamó a no participar, la mayoría del electorado no se abstuvo en atención a ese llamado, pues el nivel de credibilidad y movilización de la Unidad es escasísimo. Falcón no puede responsabilizar a la MUD de algo que, debido a su situación maltrecha, ésta no era capaz de provocar y la MUD tampoco puede atribuirse la autoría de esta acción por las mismas razones. Hoy sigue desarticulada, sin mensaje y sin estrategia. Muy probablemente Falcón habría perdido la elección aun cuando una MUD desangelada lo abanderase como candidato. Lo que vimos fue a millones de personas abandonadas tejiendo un mensaje a partir de su conciencia.
Todo parece indicar que una recomposición inmediata de las fuerzas democráticas pasa por el fortalecimiento del punto de coincidencia y por el tratamiento que logren darle al punto de desencuentro. Existe un gran riesgo que la narrativa en torno a lo segundo imposibilite acercamientos y acuerdos en el corto plazo, lo que constituiría una veta para el avance de la dictadura.
  1. Falcón no logró convertirse en líder de la oposición, lo que se atribuye al escaso alcance de su figura y su campaña, pero tampoco se convirtió en el líder de la oposición a la medida del Gobierno, con quien potencialmente hubiera llegado a acuerdos mediante la instalación de un nuevo diálogo ficcional. Precisamente esto, materializado en el desconocimiento de las elecciones, es su gran ganancia y su aval de sobrevivencia política, asegurada sólo en caso de que nuevamente vuelva a jugar a la unidad concertada y no a una unidad forzada en torno a él.
  2. El nivel de abstención indicado de forma oficial, pero sobremanera, el que pudieron registrar los países democráticos con sus veedores y sistemas de información, fortalece el argumento de la comunidad internacional sobre el desconocimiento de lo actuado el 20M. Unas elecciones visiblemente concurridas habrían puesto en aprietos la ayuda internacional prodemocracia, aun cuando anticipadamente se hubiese desconocido el proceso debido a sus condiciones.
  3. La Fuerza Armada Nacional fue testigo de la abstención y de todas las irregularidades electorales que transcurrieron ante la pasividad y colaboración de los efectivos del Plan República. Desde su posición en las puertas de los centros de votación siguieron la instalación y las actividades de proselitismo y control en los denominados “Puntos Rojos”. Hoy tienen un Comandante en Jefe impuesto fraudulentamente por una minoría electoral en un proceso viciado que han encubierto. Con estas actuaciones los cuarteles reafirman su convicción de que un resquebrajamiento del régimen o un cambio político supondría para ellos un alto costo que no están dispuestos a pagar o negociar. Al menos, por ahora.
  4. La oposición sigue en una situación de mucha debilidad. La única novedad es que el contexto vuelve a favorecerle en la medida en que trabaje y no deje pasar la oportunidad que plantea la mayor fragilidad del régimen y la permanencia del apoyo internacional. Sus opciones hubiesen sido muy reducidas en el caso de una participación abrumadora, o con Falcón reconociendo los resultados convertido entonces en el líder de la oposición oficial al chavismo.
  5. El principal reto de la oposición es la unidad, pero el tiempo de demora para lograrla supone una ventaja a favor de la dictadura. Su objetivo ha de ser contribuir a la ruptura de la cohesión interna del chavismo y presionar (¡presionar!) por una negociación creíble que pudiera conducir a unas elecciones limpias que el chavismo perdería estrepitosamente. La presión interna y externa puede derivar en que el Gobierno sienta que no tiene escapatoria a la negociación o que la dictadura se quiebre antes de sentarse. La exigencia electoral no puede ser únicamente una rueda de prensa. Sin presión, sobre todo sin presión interna, el deslave del chavismo será muy lento, e incluso, pudiera ser contenido.
Para lograr la unidad la oposición debe salvar distancias, determinar responsabilidades, corregir y seguir. Sincerarse
Foto Reuters
en las opciones de un liderazgo real y movilizador. Debe vencer al fantasma del inmediatismo y acompañar su lucha de una narrativa de largo aliento en términos temporales, lo cual es harto costoso en medio del clima de padecimiento y destrucción que hoy vive Venezuela. Pero no hay otra manera, lo contrario es mentir.
Luego de la unidad la tarea más ingente es la organización. La mayoría de los venezolanos hoy resisten aislados y en silencio ante el avance de un proyecto de destrucción sin precedentes en nuestro país. La unidad debe darle contenido y forma a esa resistencia, movilizarla, dotarla de mensajes, de actos y, evidentemente, de conquistas. La oposición debe poner de lado el autoengaño que la ha llevado a creer que está organizada y que cuenta con un apoyo inexpugnable.
No debe caerse en el error fantasioso de pensar que la respuesta de la mayoría de los venezolanos ante el desafío del 20 de mayo puede sostenerse en el tiempo a fuerza de puro acto de conciencia, sin organización y sin estímulos. El Gobierno trabajó y seguirá trabajando por hacerse cada vez más imprescindible en la vida de la gente, por representar una solución miserable ante necesidades y deseos apocados, por ello, el gran riesgo que se corre en ausencia de un trabajo político de unidad, organización, presión y resistencia, es que la necesidad termine superando a la conciencia.

El autor es Coordinador de Investigación del CEP. Licenciado en Historia (ULA), magíster en Ciencia Política (USB). Profesor e investigador del Departamento de Ciencias Sociales y del Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium.

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