RICHARD CASANOVA
Aunque algunos no lo reconozcan, el pasado domingo 20 sucedió lo que
todos esperaban: un proceso ilegítimo, viciado, centros electorales
desolados, cifras infladas, en fin, una nueva estafa a los venezolanos.
Lo importante ahora no es evaluar los resultados sino fortalecer la
unidad y recomponer a las fuerzas opositoras: hay que “pasar la página”,
algo que no puede ser un acto de hipocresía, ni debe asumirse con
ligereza. Al contrario, exige una profunda reflexión de todos y una
actitud responsable, mesurada y respetuosa.
Es una insensatez que algunos opositores que no participaron por
considerar fraudulento el proceso y desde su convocatoria lo desconocen,
ahora cuestionen a Falcón por pensar exactamente lo mismo. Es
infructuoso decirle “tarde piaste, pajarito” porque no es tarde, estamos
a tiempo y en la etapa que viene todos somos necesarios. No es hora del
“te lo dije”. Más bien, debemos valorar esa postura como un punto de
encuentro: ahora todos desconocemos esta farsa. Además hay que valorarla
porque Falcón la asume luego de confrontar internamente a grupos e
individualidades que presionaban para que se reconociera la “victoria”
de Maduro. Los mismos que conspiraron para impedir el oportuno retiro de
su candidatura, aspiraban que finalmente jugara el rol de Bertucci.
Lo sensato ahora es sumar fuerzas y Henri Falcón posee un liderazgo
que vale la pena preservar en el campo opositor. También hay que abrir
los brazos a mucha gente que lo apoyó pensando que realmente había
oportunidad de derrotar al gobierno. Ciertamente, tras esa candidatura
había gente con intereses oscuros y haciéndole comparsa al régimen pero
son más los venezolanos decentes que abrazaban la esperanza de ganar.
Junto a ellos debemos transitar la ruta del cambio. Pasar la página no
es simple retórica, es una exigencia de la realidad. Hoy más que nunca,
la unidad es el valor esencial de nuestra lucha por recuperar la
democracia.
Pero pasar la página también sugiere una reflexión por parte de los
que decidieron participar en estas “elecciones”. Poco ayudan a la unidad
si culpan a la abstención o a los abstencionistas del revés electoral.
Quienes lanzaron una candidatura -pese a la opinión de la mayoría de los
partidos, los gremios profesionales, sindicales y empresariales; la
iglesia, las universidades, el movimiento estudiantil, la comunidad
internacional, etc, etc- no pueden decir ahora que perdieron por culpa
de los que no votaron. Muy diferente es la opinión de otro miembro del
comando de campaña -Francisco Rodríguez- quien hablaba de “asumir ante
el país la responsabilidad por no haber logrado nuestro objetivo. No
debemos buscar otros culpables de nuestra derrota, ni entre los que nos
adversaron ni entre los que no nos acompañaron”. Es una postura seria e
inteligente que merece reconocimiento.
La inmensa abstención no es indiferencia, es una expresión política.
Tampoco fue una manifestación espontánea sino una línea política
claramente expresada por buena parte del liderazgo opositor.
Desconocerlo es una mezquindad que sólo beneficia al gobierno. Así las
cosas, fortalecer la unidad supone respetar también a esa mayoría que
-en ejercicio de su derecho- decidió no votar. Cuando alguien
responsabiliza a terceros de sus acciones y se cree dueño de la razón,
sin importarle la opinión de la mayoría, deja en evidencia su escaso
talante democrático. Si algo hace falta hoy en Venezuela es un liderazgo
que sea capaz de asumir la responsabilidad de sus actos y se diferencie
así del chavismo que tiene casi dos décadas en el poder, siempre
culpando a otros del desastre.
Preocupa la miopía política de quienes -sin entender que la realidad
del país exige la unidad de las fuerzas democráticas- se propongan la
construcción de “una nueva referencia política” a partir de los 2
millones de votos que sacó Falcón y pretendan constituirse en “la nueva
oposición”. Sorprende que se creen las cifras infladas por el CNE, pero
lo alarmante es la inmadurez, arrogancia e irresponsabilidad de
plantearse un propósito tan sectario en medio de la espantosa tragedia
que sufre el país. Francamente ¿Qué clase de “liderazgo” es ese?
Confieso que tampoco entiendo a Eduardo Fernández y a otros
dirigentes que se empeñan en hablar de “ganadores” en unas elecciones
que nadie reconoce como tal. Nadie, excepto el oficialismo. ¿Cómo
entender un insistente esfuerzo en coincidir con el gobierno o
favorecerlo con sus opiniones? Presentar a los que se abstuvieron como
“ganadores” y colocar a los que participaron en el terreno de los
“derrotados”, es absurdo y lejos de contribuir con la unidad, prolonga
la controversia y la división en el campo opositor. Si todos desconocen
estas elecciones, no hay ganadores, ni perdedores en esta trinchera. El
único derrotado es Nicolás Maduro. En efecto, este circo electoral no
podía conducir a una victoria opositora pero tampoco resolvió el
problema de gobernabilidad del régimen. ¡El gran perdedor es el
gobierno! Ahora la crisis avanza, se profundiza aceleradamente y el
cambio se hace inevitable. La dictadura tiene el sol en la espalda. Es
tiempo de abandonar la retórica fatalista, dejar atrás los insultos y
descalificaciones para levantar el espíritu, tender la mano franca y
abrazarnos en una sola lucha. Lo contrario sería una estupidez
imperdonable. ¡Venezuela no se rinde!
Twitter: @richcasanova
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