¿Qué le espera al gobierno de Nicolás Maduro después de las elecciones del 20 de mayo?
Pedro Benítez
(ALN).- El agravamiento del caos económico, la migración
masiva, el descontento social interno y el cerco internacional serán el
escenario más probable con que amanecerá Venezuela el día siguiente a
los comicios presidenciales convocados para este domingo 20 de mayo. No
obstante, Nicolás Maduro, una vez consagrada su reelección por el
Consejo Nacional Electoral, podría intentar crear un ambiente de
distensión con los candidatos disidentes que avalaron el proceso con su
participación, pero para eso deberá valerse de un talento político que
hasta ahora no ha demostrado poseer.
Un común denominador de casi todas las elecciones realizadas en Venezuela
en las dos décadas de hegemonía chavista es la agudización de los
conflictos políticos. Es decir, todo lo contrario de lo que se espera de
una consulta popular en democracia.
Nada indica que con la elección presidencial convocada para el próximo domingo 20 de mayo ocurra lo contrario.
Según revelan las cuatro encuestadoras más reconocidas del país, Datanálisis, Datincorp, Consultores 21 y Delphos,
el 93% de los electores venezolanos que se identifican como chavistas
afirman estar “muy seguros” de sufragar por la reelección de Nicolás Maduro. Es el 27% del registro electoral del país, que según el director de Delphos, Félix Seijas, equivale a 5,2 millones de electores.
Esos son 400.000 votos menos que los obtenidos por la coalición
oficialista en diciembre de 2015, cuando fue ampliamente derrotada en
las elecciones parlamentarias de ese año, y 600.000 menos que los
alcanzados por los candidatos de Maduro en agosto de 2017 cuando se
adjudicaron la mayoría de las gobernaciones de estado en las elecciones
regionales.
Esta es la base dura que respalda a Maduro. El lecho rocoso del
chavismo. La clientela política a la cual van dirigidos de manera
preferencial los subsidios, las bolsas y cajas de alimentos CLAP y el discurso radical.
Pero además, esas mismas empresas de estudios de opinión pública
señalan que si la oposición presentara un candidato unitario en
condiciones de competencia electoral similares a diciembre de 2015,
lograría reunir 10 millones de votos. Este es el otro país que adversa a
Maduro, pero que la estrategia oficialista ha conseguido dividir y
desmovilizar.
En ese sentido los partidos opositores congregados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), respaldados por la mayoría de la comunidad democrática de América y Europa,
optaron por abstenerse de participar en los comicios, protestando por
las condiciones de participación electoral que incluyen la
inhabilitación de partidos y potenciales candidatos.
Desafiando esa línea se han presentado en la campaña presidencial más
corta de la historia venezolana dos candidatos: el exgobernador del
estado Lara Henri Falcón y el pastor evangélico Javier Bertucci, que intentan recoger el voto de descontento con el gobierno de Maduro.
Tanto Datanálisis como Datincorp y Consultores 21 indican que pese al
llamado a la abstención y la división opositora, la intención del voto
es favorable a Falcón por escaso margen sobre Maduro, e incluso le dan
un resultado por encima del 10% a Bertucci, que ha logrado atraer a los
exvotantes chavistas en los sectores más empobrecidos.
Si este resultado se llegara a concretar, y el Consejo Nacional Electoral (CNE)
proclamara la victoria de Falcón, se abriría un escenario político
totalmente imprevisto, con un presidente electo opositor (el periodo
constitucional de Maduro culmina el 5 de enero de 2019) y una Asamblea Nacional también opositora. Se iniciaría así una complicada transición a la democracia.
El problema para Falcón y Bertucci es que no tienen la estructura
política nacional que les permita defender sus votos la noche del 20 de
mayo y conocer a ciencia cierta si ganaron o perdieron. Con lo que se
repetiría el escenario ya conocido en las pasadas elecciones de
gobernadores de estado donde las mismas encuestas citadas arriba le
atribuían a la oposición entre 15 y 18 de las 23 gobernaciones. Sólo
lograron obtener cinco y demostrar con las actas de totalización
electoral en la mano la victoria en otra, el estado Bolívar (al sur del país), pero el CNE proclamó al candidato oficialista.
De modo que esto plantea una pregunta central: ¿Qué actitud tendrán
Falcón y Bertucci ante los resultados que anuncie el Consejo Nacional
Electoral? ¿Desconocerán el proceso o reconocerán la reelección de
Maduro?
En el primer caso darían la razón a los partidos de la MUD y los
gobiernos extranjeros que han calificado de farsa los comicios. Eso
reunificaría a la oposición y reiniciaría la conflictividad política,
socavando todavía más la legitimidad de Maduro.
El escenario Zimbabue
En el segundo caso, Falcón y Bertucci intentarían cohabitar con el
régimen y cumplir el papel de la oposición tolerada. En este caso Maduro
podría intentar crear un ambiente de distención con ellos y repetir la
jugada de Robert Mugabe en Zimbabue en
2009, cuando pactó un gobierno de coalición con la oposición y procedió
a dolarizar la economía para sacarla de la hiperinflación. Pero para
eso Maduro deberá valerse de un talento político que hasta ahora no ha
demostrado poseer.
Falcón y Bertucci también podrían optar por mantenerse a distancia de
Maduro en espera de una oportunidad que les permita capitalizar las
dificultades que este seguirá teniendo.
¿Un callejón sin salida?
Sin embargo, en todos estos escenarios habrá sin lugar a dudas el mismo telón de fondo: el agravamiento del caos económico, de la migración masiva y del descontento social interno. A lo que habrá que adicionar el desconocimiento de los comicios por parte de la mayoría de la comunidad democrática internacional en caso de que se concrete la reelección de Maduro.Este ingresaría en una etapa de turbulencias que sólo podrá superar si estabiliza la economía, revirtiendo las políticas que ha venido aplicado. Pero para eso necesitará el apoyo internacional… de los gobiernos a los que ha desafiado con su reelección.
Esto pareciera llevar a Venezuela a un callejón sin salida. Pero la historia demuestra que no hay callejones sin salida.
La clave de lo que ocurrirá luego del 20 de mayo es el impacto que las consecuencias de esos resultados electorales tendrán dentro del régimen. Un resultado cerrado, en el que Maduro alegue que se impuso por la división opositora, sería admitir que el suyo es un gobierno en minoría pero armado, en medio de una pavorosa crisis.
Por este motivo, para Maduro, reelegirse con menos de seis millones de votos es insuficiente y eso lo podría inclinar a oír las voces más radicales dentro del bloque de poder chavista, que pretenden atribuirse al menos ocho millones de votos. Pero esto a su vez haría demasiado evidente lo burdo del proceso electoral y arreciaría el cerco diplomático en medio de la debacle de la industria petrolera nacional, fuente de recursos que mantiene su clientela política y la cohesión de la coalición gobernante.
Por lo tanto, el escenario más probable en Venezuela en los próximos meses es una fractura dentro del régimen. Las divisiones dentro de la oposición hacen creer que el poder de Maduro se está consolidando, cuando hay evidencias que señalan lo contrario. ¿Una de ellas? La crisis militar (Leer más: Entra en crisis la unidad cívico-militar que sostiene al gobierno de Nicolás Maduro).
Así las cosas, podría hacerse realidad el pronóstico en el cual han coincidido tanto el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, como el expresidente español Felipe González: Maduro se va a derrumbar.
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