REPRESION Y ELECCIONES LIBRES
ELIAS PINO ITURRIETA
EL NACIONAL
Las elecciones, para que tengan un
mínimo de credibilidad, requieren del prólogo de un camino sin
valladares. No solo hace falta que los candidatos se muevan en un
sendero sin escollos, sino también que el ambiente previo permita la
alternativa de una decisión popular que no esté rodeada de presiones.
Dentro de la pugnacidad propia de los procesos electorales, hace falta
la garantía de un movimiento alejado de factores violentos que impidan
las determinaciones nacidas del libre albedrío. La conciencia de un
elector no debe ser perseguida por la amenaza de situaciones que lo
obliguen a decidir sin la consideración de sus intereses particulares,
porque los sofoca una fuerza superior que no puede controlar y que
conduce a la inercia.
Se sabe que las elecciones de hoy
carecen de legitimidad debido a la ilegalidad de su convocatoria. Una
asamblea nacional constituyente que nació de un fraude gigantesco y que
fue pensada como soporte de la dictadura para oponerse a una Asamblea
Nacional nacida de la soberanía popular, no tiene autoridad para meter a
los ciudadanos en un proceso preparado para beneficio del continuismo.
En connivencia con el Consejo Nacional Electoral, para favorecer la
permanencia de Maduro puso fechas al gusto, ilegalizó partidos políticos
y sacó del juego a destacados líderes de la oposición que gozan del
apoyo popular. Además, desoyó la opinión de expertos en la materia y se
burló de las advertencias de la Conferencia Episcopal, para iniciar una
operación de nacimiento espurio que hoy encuentra culminación ante la
alarma abrumadora de la comunidad internacional.
Sobre estos aspectos ha corrido mucha
tinta y solo se recuerdan ahora porque son imprescindibles para la
denuncia y la condena de una farsa. Pero hoy conviene insistir en cómo
la dictadura, después de haber cocinado los ingredientes electorales en
horno hermético y prepotente, ha impedido mediante la violencia que el
pueblo manifieste su opinión sobre las situaciones de estrechez y
miseria que circundan el sainete y que pueden conducir a un alejamiento
masivo de votantes. En la medida en que la ciudadanía expresa su
descontento por la crisis que padece, se reduce el número de sufragantes
mientras aumenta el clamor por una salida realmente efectiva y digna de
la hecatombe. Un ambiente anterior que conduce a manifestaciones de
rechazo del régimen alimenta la frialdad ante una campaña artificial y
aconseja un alejamiento masivo del programa preparado para que las cosas
se muevan al son de la música madurista. De allí la creciente dosis de
terror que el régimen ha diseminado para que una paz obligada se
mantenga en el prefacio de una decisión tomada en una oficina del
Palacio de Miraflores.
Hace poco el chafarote que dirige las
rutinas de la Asamblea Nacional impidió, con la fuerza de las
peinillas, la entrada de la prensa al salón de sesiones. Los diputados
iban a discutir sobre la inminente elección presidencial, pero la
guardia pretoriana tenía la orden de evitar que las críticas que
seguramente se avecinaban llegaran al conocimiento de la opinión
pública. En consecuencia, patadas y dicterios contra los periodistas,
pero también contra los congresistas, al mejor estilo monaguero.
Días antes, en una situación
susceptible de producir general consternación, una escaramuza en la cual
estuvo envuelto un primitivo “protector” del pueblo tachirense, terminó
en el asesinato de un propietario de ganados que se había destacado por
su oposición a la dictadura. A la vista de todos, sin contemplaciones,
sin el menor pudor. También en esos días, un populacho armado arremetió
contra los médicos y los pacientes de un hospital de Maracaibo, que
fueron agredidos sin misericordia, arrastrados por los suelos y
encerrados en jaulas miserables porque denunciaban las carencias del
centro de salud. ¿Por qué no ocultaron la fechoría?
Son muchos los episodios de esta laya
que vienen proliferando, pero los descritos bastan para llamar la
atención sobre el plan de sembrar miedos y de arrinconar a las mayorías
protestantes que la dictadura ha puesto en marcha en la víspera
electoral. Maduro y sus secuaces no se conforman con servir la mesa
“cívica” y con el control de los escrutinios, nos advierten que vienen
con todo tras el objeto de imponer su voluntad. La obligada compañía o
la docilidad que buscan para una tétrica mojiganga no dirán nada
encomiable sobre las virtudes de la sociedad venezolana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario