LUIS VICENTE LEON
EL UNIVERSAL
Habíamos escrito en este espacio sobre los posibles escenarios
electorales para Venezuela, las incertidumbres críticas que los
definían, así como sus predeterminados. Ocurrió en fecha, la variable
definitoria fue la participación y el escenario al que dimos mayor
probabilidad de ocurrencia se cumplió: Maduro retuvo el poder, empujado
por una fuerte abstención y por el control institucional del Estado, en
medio de una elección llena de vicios, miedo y ventajismo.
Aún
sí, el resultado anunciado por el CNE para Maduro es muy pobre en
términos de la participación de su propia base de soporte. Ni siquiera
el chavismo, con toda su maquinaria, los recursos del Estado y la
presión social fue capaz de mover una cantidad de electores chavistas
similar a los eventos electorales previos. Se vanagloria de obtener 68%
de los votos, en una elección que presenta la más alta tasa de
abstención de un evento presidencial en Venezuela y en el que obtiene
menos de un tercio de los votos potenciales del país. Esta elección
adelantada no logró el objetivo de legitimación que buscaba. Todo lo
contrario, se multiplican y refuerzan las denuncias de fraude y abuso de
poder, se reunifica puntualmente la oposición, al menos en el aspecto
de desconocimiento electoral y de legitimidad de origen, y la comunidad
internacional reacciona en negativo, como era de esperar, agudizando
sanciones y restringiendo, incluso en el caso de países de América
Latina, las relaciones diplomáticas con Venezuela.
Las
probabilidades de que el gobierno logre salir de la crisis de
legitimidad por medio de una negociación política que distienda la
situación interna son muy bajas y los escenarios que se plantean para el
futuro cercano son negativos. Más sanciones, más crisis económica, más
tensión interna e internacional y más represión del gobierno para evitar
los riesgos inherentes a un país en crisis. El discurso de Maduro hacia
el sector privado es amenazante, por lo que la posibilidad de un
acuerdo por esa vía, se ve limitada. Y las amenazas y la represión,
tampoco servirán -nunca han servido- para controlar el desborde
cambiario y de precios, que hace la situación económica del país
insostenible. La hiperinflación, por otra parte, hará lo que siempre ha
hecho: incrementar sus costos exponencialmente y obligar a cambiar el
modelo, quieran o no.
Las sanciones
internacionales económicas, financieras y petroleras que se disparan
contra la economía en general, afectarán a todos los actores internos,
no sólo al gobierno. Este último probablemente intentará construir un
nuevo mapa de relaciones económicas internacionales, una estrategia
clásica en países bajo sanciones. Aliados económicos no convencionales,
pagos por compensación de deudas (para evitar transferencias),
reorientación de clientes y proveedores, y primitivización de la
economía. Pero algo parece claro. La situación interna del chavismo es
compleja. El triunfo de Maduro es débil y los propios chavistas tienen
que ver su futuro y el de sus familias en riesgo severo frente a un
mundo que los tiene en la mira.
El riesgo de
fractura sigue presente y Maduro intenta controlarlo, por lo que la
persecución interna en el chavismo clásico y el sector militar
continuará y se agudizará, generando quizás miedo, pero también riesgos
de implosión. Mientras tanto, la oposición sigue teniendo el reto
gigante de abandonar la retórica política y todo aquello que los
debilite y divida, y convertir su símbolo de ilegitimidad del gobierno
en acción para provocar los cambios antes de que se la coma la
desesperanza y la frustración, como ocurrió antes en países con
gobiernos ilegítimos y sancionados como Cuba, Corea, Zimbabue y Siria.
luisvicenteleon@gmail.com
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