MARCOS VILLASMIL
Unas elecciones libres y limpias en Venezuela no son posibles
mientras las siga organizando la dictadura chavista. En Venezuela hace
tiempo que se usurparon todos los mecanismos legales y legítimos para
poder hablar de libertad ante las urnas.
Aún así, y a pesar de todas las trapacerías de las maquinarias
combinadas del Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo,
cada una haciendo su labor de destrucción institucional, y de lo que
dicen las encuestas, Henri Falcón y su grupo insiste en participar en el
simulacro electoral del domingo 20.
Es cierto que Nicolás Maduro es el dirigente que ha suscitado un
rechazo más generalizado en la historia del país; pero la gente ha
sabido leer mejor que el falconismo lo que ocurrió en las tres últimas
elecciones convocadas por el CNE, todas en 2017: Asamblea Constituyente,
Gobernadores y elecciones municipales. Un inmenso fraude –Luis Almagro,
el Secretario General de la OEA, llamó la elección de la ANC el fraude
electoral más grande de la historia de América Latina-.
El reflejo totalitario del chavismo pretende que el mero hecho de
participar en estas elecciones presidenciales sirva para legitimar su
dictadura. Maduro quería dejar a los ciudadanos indefensos ante el
dilema de hacerles tragar las arbitrariedades del régimen, tanto si
votan como si no. Pero lo cierto es que estas elecciones no se han
convocado de acuerdo a la Constitución, se realizan con la mayor
persecución a toda posibilidad de participación opositora (salvo los
grupos que apoyan a Falcón, claro) y ya cuentan con el rechazo de toda
la sociedad venezolana, de su política, de sus gremios, de sus
academias, de los estudiantes; de la mayoría de los gobiernos
democráticos del mundo, de organizaciones de derechos humanos, de
instituciones regionales e internacionales.
Falcón afirma que puede ganar, a pesar del rechazo, del ventajismo,
de no poseer un mínimo de control electoral garantizado –no lo tuvieron
los partidos de la MUD en los últimos procesos, ¿cómo lo van a tener los
muy débiles grupos que apoyan a Falcón? En su desespero, Falcón ha
hecho caso omiso de la corrupción que significa el secuestro de la
tarjeta verde, del socialcristianismo venezolano, violando estatutos y
reglamentos internos, como ha sido señalado repetidamente por líderes
históricos de esa organización. Falcón sabe que miente cuando afirma que
COPEI lo apoya. Vaya ese mensaje para aquellos que con buena fe
defienden a Falcón; no puede ser muy éticamente recomendable un
candidato que acepta la desvergonzada violación de los derechos de la
militancia copeyana como si nada.
Para la abrumadora voluntad de los venezolanos, bien conocida gracias
a los sondeos de opinión independientes, no será posible dar por bueno
ningún resultado que consolide, ni de lejos, el poder chavista. Los
millones de votos que el domingo 20 el CNE le otorgará a Maduro y a sus
comparsas serán muchos de ellos votantes fantasmas. Los venezolanos
están hartos de Maduro, y eso nada lo puede ocultar. Como tampoco se
puede ocultar el rechazo a Falcón, principal contribuyente a la
estratagema del régimen de fragmentar a la oposición democrática. A
Falcón le faltan miras y espíritu democráticos y le sobran oportunismo y
ambición. ¿Es que acaso su candidatura no tiene límites éticos? ¿Es que
estaría dispuesto acaso no solo de legitimar la farsa electoral, sino
incluso ir a un gobierno junto con el chavismo, esa invasión masiva del
delito en nuestra patria?
Por eso es pertinente preguntarnos: ¿Qué podemos esperar los
ciudadanos luego de que se anuncie el resultado electoral? ¿Una farsa
legitimadora llamada gobierno de unidad nacional? ¿Un gobierno de
transición? ¿Transición hacia qué? ¿Hacia la “realidad política”
–en palabras de Manuel Rosales- que representa la ilegal Asamblea
Nacional Constituyente? Lo más probable es el camino de profundización,
vía dicha ANC, de una variante del comunismo castrista.
Qué tiempos aquellos cuando los Falcón, Rosales o Timoteo Zambrano declaraban que “el valor más importante de la oposición es la unidad, sin eso no hay posibilidad de victorias en el futuro”.
Claro, nadie menciona hoy que dicha unidad fue en buena medida
destruida por Rosales primero, en las elecciones a gobernadores, por
Zambrano casi siempre, y por Falcón cuando se lanza por su cuenta a la
presidencia.
Y sin embargo, Falcón tiene una solución al laberinto en que él mismo
se ha metido: poco después de anunciar su candidatura señaló que si
Maduro no aceptaba condiciones que garantizaran un acto electoral
realmente competitivo, él se retiraría.
En una entrevista publicada por el diario español El País, comentó: “Si
usted firma un contrato, con condiciones establecidas, y las cláusulas
no se cumplen, no hay condiciones de darle cumplimiento al acuerdo. Nos
retiraríamos”.
A la luz de lo sucedido en estos últimos meses, cuando la deriva
totalitaria no solo no ha disminuido, sino que incluso ha aumentado,
Falcón tiene la posibilidad de reflexionar, de que prive la razón, de
hacer un gesto de respeto a las mayorías ciudadanas, al pueblo llano y
su lucha democrática, renunciando a la candidatura y retornando a la
postura mayoritaria de rechazo frontal al régimen tiránico. Ese es el
auténtico dilema que le queda en los pocos días que faltan para el 20 M.
Y sobre esa base muy probablemente lo juzgará la historia.
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