TULIO HERNANDEZ
Todos los candidatos a la Presidencia de
la República de Colombia cuando se refieren a Venezuela tienen una
única coincidencia. Todos, incluido Petro, el prospecto de la izquierda
radical, pronuncian sin pestañear la frase: “Maduro es un dictador”.
Algunos, como Duque y Vargas Lleras,
la derecha, lo hacen con un dejo de placer. Otros, como De la Calle y
Fajardo, con la asepsia de un médico al momento de emitir un diagnóstico
penoso. Fajardo, además, como para dejar claro que es un hombre
políticamente correcto, advierte que, a pesar de eso, no aprobaría una
salida militar. Y Petro, como quien no le queda otra que un acto de
contrición, se cura en salud aclarando que Maduro sí, pero Chávez no.
Chávez no era un dictador.
Las cosas comienzan a diferenciarse
cuando cada uno confiesa lo que piensa hacer una vez que sea presidente.
A excepción de Petro, a ninguno le tiembla el pulso cuando afirma que
hará todo lo que esté en sus manos para que Venezuela regrese a la
democracia.
Vargas Lleras dice que apenas le
coloquen la banda presidencial cerrará la embajada en Caracas, pero
dejará algunos cónsules para que ayuden a salir a los colombianos que
allí quedan.
Duque, aunque no lo dice
abiertamente, parece estar dispuesto a todo y entre las cosas más
sencillas que hará está denunciar a Maduro ante la Corte Penal
Internacional como cómplice del terrorismo y como agente narcogobierno.
Por proteger en su territorio al Ejército de Liberación Nacional. Y
porque su gobierno es parte fundamental de la cadena que desde Colombia
distribuyen el polvo blanco a Estado Unidos.
De la Calle también trae lo suyo.
Denunciará a Maduro por crímenes de lesa humanidad ante el Consejo de
Seguridad de la ONU. Y como redactor que fue de la Carta Democrática de
la OEA, luchará porque se aplique a Venezuela y se le expulse de la
organización.
Fajardo será más cuidadoso, no
romperá relaciones con el país vecino porque cree que la diplomacia será
fundamental para que los venezolanos resuelvan ellos mismos sus
conflictos. No quiere la violencia y piensa que lo peor que podría
ocurrir sería una guerra entre ambos países.
Para un venezolano estar aquella
mañana de miércoles, en primera fila, en la Sala Jockey de la
Universidad del Rosario, en pleno centro de Bogotá, cuando los
candidatos debatían precisamente sobre los retos que Venezuela le
plantea a Colombia, era un absoluto privilegio. Lástima que solo
asistieron tres: De la Calle, Duque y Vargas Lleras. Petro y Fajardo se
excusaron.
Constatamos que, entre los tres,
Duque es el mejor y más acabado producto del marketing electoral. Apenas
entró, marcó el terreno. “Hay candidatos como Hugo Chávez que cuando
están en campaña se comportan como ovejitas, pero apenas se hacen del
poder se les sale el lobo feroz que llevan por dentro”, dijo sonriente
sin mirar el afiche de Petro.
Es joven, deportivamente bien vestido
y se nota que tiene un excelente equipo por detrás. Si esa mañana
hubiese ofrecido automóviles usados, de seguro los hubiese vendido
todos.
De la Calle es una especie de
gentleman suramericano. Ilustrado. Confiable. Sereno. Políticamente
correcto. Liberal y académico. Frases in english correctamente
pronunciadas. Elegante incluso cuando es incisivo: “Al castro-chavismo
no solo se le puede llegar por la izquierda, por la derecha también, vía
caudillismo: los colombianos lo sabemos bien”. Pero, hay que aceptarlo,
si hubiese estado de vendedor, los autos se le hubiesen quedado fríos.
A Vargas Lleras lo tuvimos cerca
durante largos minutos y entendimos por qué es capaz de entrarles a
coscorrones a sus guardaespaldas. Nacionalista. Burlón. Arrogante. Cree
que la migración es una estrategia de Maduro. “Menos bocas que
alimentar, menos votos en su contra y muchas remesas de vuelta”, dijo.
Que los migrantes venezolanos eran como los marielitos de Cuba: lo peor
de las cárceles enviados a Colombia.
No hubiese vendido los autos. Hubiese encendido uno, acelerado y atropellado a los inmigrantes en la sala.
Hoy es 20 de mayo. Aquel evento fue
el 25 de abril. Los tres candidatos, al unísono, aclararon que no
reconocerían las elecciones adelantadas por la asamblea nacional
constituyente. Nada nuevo, para entonces el presidente Santos ya había
anunciado que él tampoco.
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