Los retos ante la autocracia en Venezuela
Tal Cual
Si nos vamos a un diccionario de lengua
española el término autocracia significa en política el poder ejercido por una
sola persona cuya voluntad se convierte en suprema ley. O también puede
ser comprendido como el poder ejercido de manera absoluta y excluyente por un
grupo, cuyos intereses prevalecen por encima de los objetivos de los otros
poderes públicos, de los demás actores políticos y de la sociedad en su
conjunto.
No hay virtudes cívicas que regulen la
convivencia social. Roto el Estado de derecho, transgredidas las leyes o
impuestas estas en función de los intereses de una minoría dominante o para
favorecer al autócrata, sin marco constitucional ni orden jurídico vigentes,
nada limita ni modera el poder abusivo de la camarilla gobernante. Este grupo
usurpa las funciones públicas y la legalidad. La consecuencia es la
indefensión total de la gente frente a la voluntad omnímoda del tirano, el
debilitamiento de las instituciones que son sustituidas por el personalismo y
la demagogia clientelar, la ausencia de normas sólidamente establecidas cuyo
incumplimiento esté respaldado por las consiguientes sanciones.
Interpretación laxa de la ley y pragmatismo
son mecanismos de control social. Sumisión, miedo, coacción, son los
instrumentos de violencia arbitraria e ilegítima usados para reducir cualquier
disidencia o crítica, para doblegar al ciudadano, para paralizar a los que
dependen del Estado desde el punto de vista económico, para asustar a
los más vulnerables y para que se resigne la población a la desesperanza aprendida
mediante represión, persecuciones, amenazas, asesinatos a mansalva e impunes.
La ruina deliberada de la economía, por
cálculo político y por ineptitud, acrecienta la dependencia con el Estado, cuya
estructura populista, amiguista y demagógica encadena y somete a los electores
a las apetencias de la parcialidad política dominante. Pavorosa crisis
humanitaria. La maquinaria del Estado se convierte en el superárbitro social
que decide el destino de la nación.
El gobierno arrebata
las estructuras del Estado para ponerlas a su servicio, el Estado como apéndice
del gobierno ignora a los ciudadanos, los utiliza y los somete por sus
carencias y necesidades. Mandar, no gobernar, para afianzar su dominio y
aferrarse al poder. Gobierno tiránico, usurpador, sin legitimidad ni capacidad
de responder a las demandas sociales ni llevar a cabo las obligaciones que le
competen. Este escenario es el de Venezuela hoy
A pocos días del 20 de mayo de 2018, el
expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, que ha servido de capataz
del proyecto chavista madurista para consolidarlo bajo la égida del dictado
imperial de los Castro y de su actual sucesor designado presidente de Cuba, ha
ejercido su papel para asegurar la permanencia del régimen venezolano.
Ahora se autoproclama garante de las
presuntas elecciones presidenciales, como declaró recientemente Beatriz
Becerra, representante de España, vicepresidente de la Subcomisión de Derechos
Humanos en el Parlamento de la Unión Europea. Que Rodríguez Zapatero las llame
elecciones resulta revelador, cuando son un nuevo intento-dice Becerra- de la
dictadura de Maduro para acabar del todo con la oposición democrática. No hay garantías
de ningún tipo. La oposición ha sido ilegalizada, sus líderes están
presos, inhabilitados o exiliados. La convocatoria no cumple ninguno de los
estándares internacionales. Fueron impuestas y adelantadas arbitrariamente
las fechas por una anc inconstitucional e ilegal. Así no se puede votar.
El
fraude está cantado y por eso el dilema no es votar o no votar. Se
trata de impulsar y decir la estrategia adecuada para la restauración de la
democracia, con un liderazgo que tenga visión de largo plazo y grandeza
de hombres de Estado.
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